Descalzos y sin comer: así asisten los chicos a un merendero salteño

El hambre en los barrios más humildes de Salta crece en la misma medida en que se agrava la situación económica del país. El caso del barrio 23 de agosto.

23 Mar 2019
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Foto Iván Rodriguez. LA GACETA

“Los chicos acá vienen a veces descalzos, sin remera y verlos así nos pone mal”, comenta angustiada Ana Viveros, una de las encargadas del merendero Corazoncitos Felices de barrio 23 de agosto.

Situado al margen del río Arenales, pegado al predio de Caballería de la Policía de Salta, se sitúa este barrio en que la necesidad forma parte de la cotidianeidad de los vecinos.

Allí la realidad pega con dureza y en los últimos meses el hambre se hizo sentir con más fuerza. Son tres los merenderos que buscan paliar la situación pero el sostenimiento de los mismos se hace muy dificultoso.

Foto Iván Rodriguez. LA GACETA

El merendero que tiene a cargo Ana funciona solamente gracias a la disposición de vecinos de varios barrios de la zona que ponen de su bolsillo para poder comprar los insumos que se necesitan para prepararle la merienda a los más de 50 chicos que asisten de lunes a viernes.

Hace dos meses la iniciativa de Ezequiel Cardozo contagió a un grupo de hombres y mujeres que decidieron hacerse cargo de una situación de la que nadie se hizo responsable: llenar el estómago de los más chicos del barrio.

Al merendero llegan a diario chicos de los barrios 23 de agosto, 9 de julio, 20 de junio, villa El Sol y Ceferino. Lo que hace más de 20 años era un asentamiento hoy es un barrio de calles de tierra en el que solo tienen agua y luz.

Foto Iván Rodriguez. LA GACETA

La más cruda realidad

La desprotección de los chicos del barrio es enorme. Muchos pasan las horas del día en la calle por la ausencia de los padres y la consolidación de algunos espacios como el merendero es quizás una forma de tenerlos resguardados.

Las adicciones son otra de las problemáticas que afecta a los vecinos de la zona y en lo particular a varios de los padres de esos niños.

Hay familias numerosas, con hasta siete chicos, abuelos y chicos con discapacidades, cuya situación de vulnerabilidad es aún mayor.

Más que una merienda

Quienes están a cargo del sostener el merendero afirman que a veces les dan a los chicos la única comida que tienen en el día.

Ana comenta que hay veces que los niños del barrio llegan a estar hasta dos días sin comer. Es por eso que varios de ellos se llevan la merienda para sus casas, porque solo de esa manera podrían tener otra comida en el día.

“Acá hay mucha necesidad. Y más allá de eso a los chicos les falta cariño”, cuenta Ana y remarca que no solo le dan la merienda sino que también pasan tiempo charlando con ellos en una tarea que tiene que ver mucho con la contención.

Algunos de los colaboradores del merendero. Foto Iván Rodriguez. LA GACETA

Pese a no tener techo, en casa de Norma Herrera se las arreglaron para improvisar un techo con plástico para atenuar la caída del agua cuando llueve. En el peor de los casos “se les reparte la merienda pero para que se la lleven”, indica Paola Balduzzi, quien también colabora en el merendero.

Con la intención de ofrecer más que merienda, los encargados del merendero organizaron algunas jornadas de cine con los chicos en las que preparan pochoclo y jugo para repartirles.

Los esfuerzos que no alcanzan

Un grupo de 30 personas se turnan para preparar la merienda y además ponen plata de sus bolsillos para el sostenimiento del comedor. No reciben ayuda de nadie.

Cada semana Ana se encarga de juntar $50 entre cada uno de los colaboradores y por ahora se las arreglan con eso, aunque a veces no alcanza.

Los miércoles y viernes generalmente hacen bollos y los reparten entre los chicos, pero el aumento en los precios de los productos de la canasta básica generó preocupación en el merendero.

Por eso solicitan la colaboración con mercadería: azúcar, harina, yerba arroz, leche, sémola, maíz.

Sueños en construcción

El espacio en el que funciona el merendero por ahora no está techado, y uno de los sueños de quienes colaboran en el mismo es poder  techarlo. Para eso necesitan chapas que suplanten al plástico que pusieron como si fuera un techo.

Otro anhelo de quienes están a cargo del merendero es el armado de un ropero comunitario en el que haya calzado y abrigo a disposición de los chicos.

Para colaborar con mercadería o ropa para los chicos podés contactarte con Yolanda al 3875406043

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