El uso de la expresión “todes” desata un debate vibrante en el cierre del Congreso de la Lengua

31 Mar 2019
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FENÓMENO. Académicos e intelectuales debatieron acerca de si el lenguaje inclusivo tiene chances de generalizarse. prensa

Si la terminación “e” (“todes”) se arraiga como una de las principales expresiones del lenguaje inclusivo, será una novedad extraordinaria en la historia del idioma de Sor Juana. Esta conclusión se desprende de la mesa panel “Corrección política y lengua”, plato controvertido del menú del VIII Congreso Internacional de la Lengua Española, que terminó ayer.

Las posibilidades de que ello suceda son raras y quien formuló el pronóstico, Pedro Álvarez de Miranda, catedrático integrante de la Real Academia Española (RAE), anticipó su escepticismo.

El planteo dio lugar a un debate vibrante, que moderó sin perder la sonrisa el periodista español Álex Grijelmo, y en el que intervinieron, además de Álvarez de Miranda, los intelectuales argentinos Jorge Fondebrider e Ivonne Bordelois, y el escritor mexicano Jorge Volpi. Desde la platea de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad Nacional de Córdoba, también aportó un bocadillo el gramático Ignacio Bosque.

Álvarez de Miranda

- No puedo eludir la cuestión del sexismo lingüístico, que tiene mucho que ver con la corrección política. Voy a decir que la postura que me parece más sensata al respecto es la que ya hizo suya la RAE y que quedó plasmada en un informe de Ignacio Bosque de 2012 que se llama “Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer”. Es curioso lo del lenguaje inclusivo: yo preferiría hablar de no sexista porque, curiosamente, el adjetivo “inclusivo” le cuadra

perfectamente a la palabra “masculino”. Si yo tengo en mi clase 15 chicos y 15 chicas, y un colega me pregunta cuántos alumnos hay, le diré “30”. Si esto se entiende, se acepta y se desdramatiza, el asunto queda resuelto. Desde luego los subterfugios ideados para eludir al género no marcado en masculino como la arroba (“español@s”), la equis (“españolxs”) y el desdoblamiento (“españoles y españolas”) son agotadores, y no se pueden llevar hasta sus últimas consecuencias (...).

Jorge Volpi

- El lenguaje políticamente correcto presenta un dilema clásico entre dos valores enfrentados: la libertad de expresión y la necesidad de frenar la discriminación sufrida por numerosas comunidades por medio del lenguaje. Por desgracia, quienes protagonizan el enfrentamiento son los extremistas y fanáticos de ambos bandos. (…) Estamos entre dejar que cada quien diga lo que se le antoje, incluso para ganar popularidad, como Donald Trump, o inventar un nuevo idioma derivado del español construido en un laboratorio al arbitrio de unos cuantos. Hay algo de autoritario en estas dos posturas contrapuestas (…). El lenguaje es “performativo”: tiene efectos en la realidad (…). De ahí que cambiar el lenguaje signifique cambiar el mundo o empezar a hacerlo. Pero, ¿quién debe dictar esos cambios y cómo serán adoptados por los hablantes? La lengua refleja la desigual repartición del poder en el seno de las comunidades. Es por ello que el español presenta sesgos sexistas, machistas, homofóbicos, eurocéntricos, patriarcales y discriminatorios (…). Estos elementos aparecen en su propia estructura, como el masculino devenido genérico no marcado. Lo mejor sería reconocer de entrada que ese sustrato discriminatorio existe en el español en vez de obstinarse en obviar al elefante negro del salón. Esto nos permitiría pasar al siguiente problema: ¿qué se puede hacer para enmendarlo? (…). Sorprende que la discusión sobre el lenguaje incluyente e inclusivo, y no sexista ocupe un espacio tan limitado en este Congreso. Numerosos escritores y académicos se han opuesto a él sin reconocer la desigualdad entre hombres y mujeres perpetuada en el lenguaje. Hemos sido testigos del fracaso de la arroba (“chic@s”) y de la “x” (“chicxs”) para reemplazar al genérico no marcado (“chicos”), dado que estas grafías no pueden pronunciarse. El éxito relativamente mayor en el intento de sustituir la “o” por la “e” (“chiques”), ¿funcionará? Veremos si los hablantes

terminan por adoptarlo, pero nadie debería escandalizarse si ello ocurre.

Álvarez de Miranda

- “¿Funcionará lo de la ‘e’?”, se preguntó el señor Volpi. Sobre todo soy historiador de la lengua y en los diez siglos del español ni en ningún otro idioma ha ocurrido que un nuevo morfema sea impuesto de arriba hacia abajo. Las terminaciones “a” (“chica”) y “o” (“chico”) vienen del latín, que tenía tres géneros: masculino, femenino y neutro. Las lenguas románicas, entre ellas el castellano, prescindieron del último. Sería milagroso que, de repente, por arte de magia apareciera un tercer morfema. “Chi lo sa?”, dicen los italianos, pero me atrevo a profetizar que eso no va a prosperar porque las lenguas no evolucionan a golpe de decreto. Ni de arriba hacia abajo, ni de abajo hacia arriba, ni de derecha a izquierda, ni de izquierda a derecha: en la historia de ninguna lengua ha aparecido por arte de magia un morfema nuevo. No conozco ningún caso en el que esto haya sucedido por voluntad explícita de algunos hablantes. No puedo seguir especulando sobre algo que sería una novedad extraordinaria para la lingüística.

Jorge Fondebrider

Antes de la Revolución Francesa, el francés tenía los mismos tiempos verbales que el castellano. Después y por una cuestión demagógica, la política intervino, y empezó a eliminar el imperfecto del subjuntivo y el pluscuamperfecto del subjuntivo. También sucedió algo parecido con algunas preposiciones subordinadas.

Alex Grijelmo

Es normal que en la Argentina haya surgido ese movimiento a favor de “les niñes” porque es el país de Les Luthiers.

Ignacio Bosque

- Yo creo que el lenguaje inclusivo funciona como un “pin verbal”. El pin es una insignia que uno lleva para manifestar su adhesión a determinadas causas, y por eso algunos desdoblan el género (“las chicas y los chicos”) frente a una cámara y cuando tienen el micrófono, o cuando están en público, pero, luego, cuando aquellos se apagan, vuelven a usar la forma genérica.(...) Pero quienes no hacer exhibición de este “pin verbal” no significa que sean machistas o que discriminen a la mujer. Quien se pasea con la bandera del arcoiris para expresar su simpatía por el movimiento homosexual tiene todo el derecho a hacerlo, pero no puede acusar de homófobo al que no lo hace (...).

Álvarez de Miranda

- Por lo que sé, lo del morfema “e” es un tema de actualidad en la Argentina: en España no lo utiliza absolutamente nadie. La pregunta sobre si prosperará nos remite al terreno del futuro y yo sólo conozco el pasado. Pero ese morfema “e” tiene ya una cierta propensión a la polisemia puesto que algunos dicen “les niñes” para designar a los niños y a las niñas, pero en el colectivo homosexual también hay quienes lo reclaman para romper el binarismo genérico: es decir, se trataría de la aparición de un tercer género gramatical al servicio de un tercer sexo. Yo me limito a observar las cosas desde una prudente distancia, pero me parece que ninguno de los que estamos aquí contemplaremos el triunfo de un nuevo morfema “e”.

Ivonne Bordelois

- Yo respeto mucho la expresividad del feminismo y soy feminista, pero también lingüista, y me pregunto cuál es la extensión de “la regla del ‘todes’”. ¿Vamos a decir “les funcionaries estaban muy contentes”? ¿O “les delincuentes fueron atrapades por les policíes”? Yo no veo que esté claro: al “todes” lo comprendo; lo demás me parece del reino de la futurología.

Álvarez de Miranda

- Una cuestión totalmente distinta es la reticencia a emplear las formas femeninas, por ejemplo, cuando se llama “presidente” a una mujer. En el siglo XVIII ya apareció esta polémica respecto de una entidad de mujeres de Madrid y a propósito de que cómo había que llamar a quien ejercía su presidencia, si “la presidente” o “la presidenta”. Hay sustantivos que flexionan sin ninguna duda, como este (“presidenta”), y en los casos en lo que hay duda, yo me inclino por la forma femenina, de modo que digo habitualmente “la médica”. Hay otros con idéntica terminación que “presidente” que se resisten a la flexión. Por ejemplo, “estudiante”: nadie está tan loco como para decir “la estudianta”...

Bordelois

- Sí, sí ocurre. Nunca se puso en duda que hubiese “sirvientes” y “sirvientas”: la controversia apareció cuando una mujer llegó a la presidencia.

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