“Entregamos a algoritmos la potestad sobre nuestros afectos”

El flamante ganador del premio Alfaguara, uno de los dos más relevantes de la industria editorial en lengua castellana, habla sobre Mañana tendremos otros nombres, la novela premiada en la que aborda el amor en los tiempos de Tinder y del #MeToo. “En las aplicaciones para buscar pareja las personas consensúan qué van a hacer, con lo cual parece una negación de la experiencia amorosa”, reflexiona.

14 Abr 2019

> ENTREVISTA A PATRICIO PRON

Por María Eugenia Villalonga

PARA LA GACETA - BUENOS AIRES

Los protagonistas de Mañana tendremos otros nombres (El y Ella), una pareja que tras una relación de cinco años se separa, sumiéndolos en el desasosiego, comienzan un período de introspección en el que transitan por las nuevas formas que asumen las relaciones amorosas, en las que la explosión del movimiento de mujeres y el uso de aplicaciones para la búsqueda de pareja modificó, en pocos años, entre otras cosas, el modelo de pareja monógama.

- ¿Mañana tendremos otros nombres puede ser leída como una novela de educación sentimental?

- Me complace mucho esta definición pero en un punto sería creer que este libro tiene más respuestas que preguntas y la incertidumbre que sienten los personajes no es muy distinta a la nuestra, en un momento en el cual estamos transitando un régimen de moralidad idealmente mejor que el anterior, en el sentido de que propicia relaciones menos desiguales entre hombres y mujeres. Pero el libro se propone invitar a los lectores a que piensen acerca del modo en que piensan sus relaciones, en un momento en el cual se están discutiendo cuestiones como el consentimiento o la supremacía de la pareja monógama, y todo esto crea mucha incertidumbre. Desde luego, es una novela en la que los personajes aprenden dentro del marco de lo inesperado que es la experiencia amorosa. En ese sentido, las aplicaciones para buscar pareja resultan especialmente singulares, ya que ahí las personas consensúan qué van a hacer, con lo cual parece una negación de la experiencia amorosa. Es increíble que hayamos entregado a las empresas que crearon los algoritmos la potestad de algo tan íntimo y frágil como son nuestros afectos. En cuanto a mi experiencia con estas aplicaciones, producto del largo proceso de investigación para la escritura de la novela, es que no funcionan para nadie. Lo que se ve allí es una profunda incomunicación. Parece funcionar muy bien para el sexo casual pero no necesariamente para encontrar pareja. Los personajes, lo que aprenden de sí mismos y del estado actual de las relaciones amorosas, es que su pareja, que para ambos era una especie de refugio frente a la incertidumbre, es un campo de batalla ampliado donde se están dando las luchas en las que participamos todos, pero en las que las mujeres son abanderadas.

- La novela denuncia, de alguna manera, la mercantilización de las relaciones amorosas, a partir de estas nuevas formas de relacionarse a través de las aplicaciones. ¿Alguna vez las relaciones amorosas no estuvieron mercantilizadas?

- Creo que tendemos a creer que siempre hemos amado de la misma manera. Pero el ideal del amor romántico que se opuso al matrimonio como contrato entre familias es una invención reciente; comenzó a cristalizarse a comienzos del siglo XX, por lo tanto, pensar esta época como la pérdida de algo maravilloso que nos ha acompañado desde siempre es no entender que las relaciones amorosas están atravesadas por el marco histórico en que se inscriben y por supuesto, por la clase. Los cambios que tanto celebramos en las relaciones amorosas están restringidos a una clase social, no son para todos.

- ¿Cómo ves a los hombres en este nuevo escenario que se abre a partir de movimientos de mujeres como el #MeeToo?

- Es difícil para mí decirlo, primero porque estoy rodeado de mujeres y pertenezco a una escena en que determinadas cuestiones que se ponen de manifiesto a partir de movimientos como el #MeeToo ya han sido resueltas aparentemente. Mis padres pertenecían a la tercera ola del feminismo como buena parte de los militantes políticos de los 70 y nos educaron de una manera que no tenía nada que ver con el entorno donde vivíamos -un barrio obrero del sur de Rosario- y de niño siempre sentí la inadecuación a un modelo de masculinidad que no era el que veía en mi familia. Pero las transformaciones se están dando, sobre todo en el ámbito de las mujeres, primero porque son las que están transformando la sociedad, reclamando la soberanía sobre sus cuerpos y creo percibir que esto ha cambiado la forma en que las mujeres se piensan a sí mismas. Hay en ellas y en las luchas en que participan un potencial subversivo muy importante y creo que todo esto puede generar cambios en la intimidad, cuestión que la novela pretende reflejar.

- Hiciste un doctorado en filología romana. ¿Cuánto de este saber se convierte en literatura en tu caso?

- Los años en Göttingen (Alemania) fueron muy importantes para mí, sobre todo por la experiencia de conocer otra sociedad. Aprendí mucho y creo que afectaron mi trabajo de dos maneras: primero produjeron efectos en mi lengua escrita al igual que en mi lengua hablada, perdí buena parte de mi acento y algunas estructuras sintácticas del alemán acabaron penetrando en mi escritura junto con cierto rigor analítico. Otra cosa que fue importante para mí fue la desautomatización de los vínculos del país al cual pertenezco y eso implica una ampliación de la perspectiva. Después de vivir veinte años fuera de Argentina no dejo de verme como un escritor argentino y afortunadamente así es como me leen.

- Compartís con muchos escritores del Tercer Mundo el hecho de vivir, escribir y publicar lejos de tu país de origen. ¿Existe una literatura argentina de la diáspora?

- Creo que hay una enorme cantidad de textos que han sido escritos por escritores argentinos fuera de su país, comenzando por el Martín Fierro. Rodrigo Fresán dice que no hay nada más argentino que el exterior. Yo me identifico más con la figura del escritor argentino que vive fuera, en muchos aspectos. La polisemia del término a la que ya se refirió Fogwill es la mejor definición del sitio al cual yo pertenezco. Por otra parte también pertenezco a una lengua y esa lengua es sometida a las inflexiones de las otras lenguas que hablo y en las que he habitado. Es un problema lingüístico que cada escritor resuelve a su manera. Está el caso de Copi que escribía en francés, el caso de Saer que recrea una especie de lengua que se transforma en un territorio personal o el caso de Bolaño que absorbe todas las influencias -y yo me siento identificado con la obra de Bolaño-. Imagino las identidades como un sitio al que llegar y no como un lugar de partida. Es lo que los personajes comprenden -de ahí el título de la novela- y es que los nombres a los que respondemos no son los nombres que nos han dado nuestros padres solamente, sino los que nos dan las personas que amamos y que se derivan de los sitios donde vivimos.

© LA GACETA

Mañana tendremos otros nombres *
Por Patricio Pron


Al final, ante la realidad de la separación y de los terribles cambios que había suscitado y todavía iba a provocar, ningún libro era necesario, pensaba en ese momento. Una vez, sin embargo, al comienzo de su relación, Ella lo había tomado de la mano sorpresivamente y lo había conducido al interior de una librería frente a la circunstancias. La mitad de las páginas de los libros que Ella le había regalado reposaba en el suelo ya, separada del resto mediante el procedimiento de arrancar una de cada dos hojas, en lo que a Él le parecía que era la forma más apropiada de repartir los bienes: si pudiera -pensaba-, cortaría también por la mitad la cama, la mesa, cada una de las sillas, las estanterías, las lámparas, los vasos, los platos, el fregadero, las plantas. Debía haber una forma de separar también los recuerdos, de modo que, de todo lo que habían hecho juntos y les había sucedido, Él solo se quedara con la mitad para que le fuese más liviana la carga. Desde luego hubiese sido mejor que Ella no lo dejara, pero eso ya había sucedido y Él -que alguna vez se había jactado, también, de tener una extensa vida amorosa previa a la aparición de Ella, pese a que solo había tenido dos parejas y, en ambos casos, por no demasiado tiempo- había descubierto, repentinamente, que no sabía cómo seguir adelante, que Ella se había llevado, también, las instrucciones para hacerlo.

* Fragmento (Alfaguara).

> PERFIL

Patricio Pron nació en Rosario, en 1975. Es doctor en filología románica por la Universidad Georg-August de Göttingen (Alemania) y vive en Madrid. Es autor de un ensayo, seis libros de relatos y siete novelas. Con El comienzo de la primavera ganó el premio Jaén de novela y fue distinguida por la Fundación Lara como una de las cinco mejores obras entre las publicadas en España en 2008. En 2010 la revista inglesa Granta lo escogió como uno de los mejores escritores jóvenes en español. En 2016 recibió el Premio Cálamo Extraordinario 2016 por el conjunto de su obra y este año el Alfaguara de Novela.

En Esta Nota

Buenos Aires Argentina
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