Un coctel hecho de sueños y política

Historias que entrelazan el deseo, la ilusión y la utopía.

14 Abr 2019
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EL HILO. La novela de Agualusa es también una oda a las ciudades con una breve tradición unida por el portugués.

NOVELA

LA SOCIEDAD DE LOS SOÑADORES INVOLUNTARIOS

JOSÉ EDUARDO AGUALUSA 

(Edhasa - Buenos Aires)

“Estamos hechos de la materia de los sueños”, escribió el poeta inglés. La trama y los personajes de esta novela de Agualusa podrían suscribir la idea de Shakespeare. Las historias conforman un entramado de vigilia, sueño y ficción. El periodista Daniel Benchimol, su padre, sus hermanos, la fotógrafa mozambiqueña, el ex militar, el científico que construye una máquina excepcional viven atrapados y seducidos por el secreto que esconden los sueños. El demiurgo Agualusa urde una novela en la que conviven de forma armoniosa una serie de historias que entrelazan el deseo, la ilusión y también la utopía política.

La novela es una oda a las ciudades: Lisboa, Natal, Recife, Luanda, Benguela, Lobito, Río de Janeiro, Mozambique, Maputo son algunas en las que Benchimol y los otros circulan como sonámbulos o desquiciados. Las ciudades configuran una breve tradición unida por la lengua portuguesa: producen un mapa literario y cultural. De este modo, Agualusa crea un pasado, un suelo común para los personajes y para sí mismo.

En el Hotel Arcoíris, cuyo dueño es Hossi, ex militar que ha asesinado a mucha gente, se hospeda Benchimol. En un bungaló sucio y feo Hossi le cuenta que hay personas que sueñan con él. Hossi lleva un diario en una serie de cuadernos que están guardados en el hotel.

Hacia el final, Hossi es atacado por un espía, un agente del gobierno angolano. Entra en coma. Lo trasladan al hospital. Lo atiende el doctor Melquesideque. El científico que construyó la máquina que capta los sueños se instala en el hospital. Les pide a los amigos de Hossi que se acuesten a su lado. Quiere ver los sueños de los que sueñan con Hossi.

Ilusión y desencanto

Esta historia funciona como una sinécdoque del modus operandi de Agualusa: construye un orden hecho de “la materia de los sueños”, un orden paralelo que influye en la realidad individual y social.

En esta telaraña maravillosa y estremecedora el autor introduce el drama político que tiñe de desilusión el océano de metáforas. Además, la novela está atravesada por referencias a artistas que le dan solidez a la construcción narrativa: Neruda, Viriato da Cruz, Agostinho Neto, Aldous Huxley. Los nombres no son causales. La poesía que circula por las páginas se convierte en sangre derramada en el conflicto político.

“Un tipo sabe que nació en un país del tercer mundo cuando tiene más miedo a los policías que a los ladrones”, dice Benchimol en el aeropuerto. Más adelante, recuerda lo que decía su abuela: “En este país quien cuenta un cuento siempre aumenta un elemento”. Entre la invención ficcional y la lucha social, entre la ilusión y el desencanto, los personajes de Agualusa disfrutan del encantamiento del arte y se quiebran ante el fracaso demoledor. Los ladrones políticos defienden un orden social irrespirable; los soñadores presentan metáforas e imágenes que funcionan como escudos ante lo real. Agualusa mezcla sueños y política: el cóctel narcoléptico fascina y revisa el pasado.

En los mejores momentos, el cóctel atrapa. En los otros, derrama un perfume anacrónico. El autor parece decirnos que la escritura existe para que la realidad sea menos cruel. Al leer sus novelas sentimos que el arte literario puede tener una función: defendernos de lo real.

© LA GACETA

FABIÁN SOBERÓN

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Río de Janeiro
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