Estrenos de cine: Almodóvar se mira a sí mismo en un filme pleno de nostalgia

El director español creó su alter ego en el personaje de Salvador Mallo, personificado por Antonio Banderas. Una visión de su fértil historia.

06 Jun 2019
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DUETO. Antonio Banderas (premiado en Cannes) y Leonardo Sbaraglia, en una escena de “Dolor y gloria”.

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DIRECCIÓN:
Pedro Almodóvar. ORIGEN: España.
GÉNERO: drama. AÑO: 2019.
CON: Antonio Banderas, Penélope Cruz, Cecilia Roth, Leonardo Sbaraglia, Nora Navas y Agustín Almodóvar.
DURACIÓN: 114 minutos.
CALIFICACIÓN: para mayores de 16 años.

El tiempo de la juventud y la rebeldía ya pasó para Pedro Almodóvar. De sus emblemáticas películas de los 80 (“Matador”, “Mujeres al borde de un ataque de nervios” o “¡Átame!”, en una resumida e injusta síntesis) pasó a una suerte de autobiografía a través de un alter ego, que sirve de repaso de lo hecho y paneo de lo que queda por hacer en “Dolor y gloria”, dos palabras que se ubican en puntos extremos pero que, al mismo tiempo, pueden coexistir ya que no son antagónicas.

En septiembre, el director español cumplirá 70 años y más de 20 películas, marcando la filmografía ibérica que lo instaló como el heredero de Carlos Saura en la proyección internacional. Mimado en cuanto festival de cine haya, con una empresa (El Deseo) sostenida junto a su hermano que tiene proyectos filmándose en todo el mundo, sus producciones siempre figuran en las apuestas de las que posiblemente se lleven premios, como ocurrió recientemente en Cannes. Pero el galardón no fue para él ni para su película, sino para el protagonista, Antonio Banderas, elegido el mejor actor de la cita.

Banderas compone a Salvador Mallo, un director de cine sexagenario con una reconocida trayectoria, que sufre diversos dolores físicos y pesares espirituales. Añora su vida de antes, y los recuerdos se transforman en melancolía, rodeado de amigos, colegas y compañeros que lo impulsan en sus proyectos.

Pocos datos más hacen falta para señalar que Almodóvar habla de sí mismo con una extrañeza similar a la que hicieron predecesores suyos, también cineastas de primer nivel. Se filtra algo de las últimas películas de Federico Fellini antes que de la mirada distante e irónica de Woody Allen, y diferente a la “Roma” de la infancia de Alfonso Cuarón. “No es mi autobiografía, pero sí es la película que me representa más íntimamente”, admite el español.

La decadencia de Mallo contiene la tragedia del artista que intenta construir mundos inventados para salir del que habitan y volverse inmortales, pero chocan con la realidad y las limitaciones más cotidianas. La memoria no es confiable, porque siempre rescatará una parte del todo, y el futuro es impredecible. El presente que debe transitar es insoportable para el personaje.

Quienes ya vieron el filme aseguran que el relato trae de regreso al Almodovar que narra y emociona, más que al que divierte. Haber recurrido a Banderas, con quien tuvo los primeros éxitos en cine, significó también un reencuentro feliz con una interpretación a la altura de los desafíos, atento al premio recibido. La presencia en la pantalla de los argentinos Cecilia Roth y Leonardo Sbaraglia, se completa fuera de ella con la música de Sui Generis

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Leonardo Sbaraglia
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