“En internet cuesta distinguir la verdad de la ficción”

Desde la Puerta del Sol en Madrid (el kilómetro cero) hacia el interior de una España que no sale en las noticias salvo algún accidente: un choque en la ruta, un asesinato y demás etcéteras. Desde las calles, o lo que quedaba de las calles de Sarajevo, hacia historias de dolor en medio de la guerra. El periodista español Alfonso Armada, de larga trayectoria literaria, acaba de presentar en Argentina dos crónicas fabulosas. Una es Por carreteras secundarias y la otra, simplemente, Sarajevo. Ambas publicadas por Malpaso. Las dos desde el lugar de los hechos. De esa experiencia periodística habla en la siguiente entrevista con LA GACETA. Además se referirá al periodismo y al mundo digital. “Internet reafirma nuestros prejuicios y fomenta nuestra visión alejada de otras miradas”, sentencia.

23 Jun 2019

> ENTREVISTA A ALFONSO ARMADA

Por Alejandro Duchini

PARA LA GACETA - BUENOS AIRES

- ¿Qué le parecen los medios de comunicación actuales en cuanto a contenido?

- Creo que a veces hay mucha opinión y poca información. Hay como una saturación de opinión, de ruido. Tengo la sensación de que es imposible llegar a la verdad, que todos tienen intereses ocultos. Eso hace que se cree una sociedad cínica, lo que a su vez lleva a que salga gente con mensajes populistas y directos que ofrecen soluciones fáciles a problemas complejos. Se termina por no saber nada sobre nada. Pero la verdad es posible, lo que pasa es que hace falta contarla. Y muchos medios no están interesados más que en favorecer sus intereses.

- Como referente de Reporteros Sin Fronteras participó junto al diario Tiempo Argentino de la investigación sobre quiénes manejan los medios en Argentina. ¿Qué balance hace del resultado?

- Hay una tendencia generalizada en América Latina, porque el informe se hizo también en Brasil, Colombia y México, a acaparar negocios por parte de las empresas de medios de comunicación. Esa una tendencia a nivel mundial que limita la democracia. Ningún gran periódico argentino, ni Clarín ni Página/12 ni La Nación, publicó sobre el tema, cuando en realidad se trata de una buena información no sólo para los mismos medios sino para los ciudadanos. Porque los medios construyen una realidad y es bueno saber cuáles son sus lazos políticos y económicos. Los periodistas exigimos transparencia y exigimos eso a la Iglesia, a los políticos, etcétera; y sin embargo, no nos gusta cuando nos lo piden a nosotros. Para ser implacables, debemos ser impecables. Creo que los medios no lo somos. Esto lo abarca al periodista de a pie, que culpa a su medio, y a los empresarios. Hay además precariedad laboral, sobre todo para periodistas de pueblos pequeños o medios de pequeños pueblos. Ahí los periodistas están más expuestos a extorsiones y agresiones. Por otro lado, la misma precariedad hizo que los periodistas sean más susceptibles a extorsiones. Los medios, que además tienen menos recursos y pagan mal a los periodistas, se han vuelto demasiado sectarios, previsibles. Creo que es necesario confiar en los lectores. Que los lectores apoyen a los periodistas en que confían. Los lectores deben darse cuenta de la importancia que tienen.

HECHO DE PAPEL. “Temo de que un día se corte la luz y todo se vaya al carajo. El mundo que está en la nube me da la sensación de ser vulnerable”.

- ¿Cómo se logra un apoyo económico si en internet la información está disponible sin pagar?

- Es que cuando las cosas se abaratan, como hacemos los periodistas en internet, regalando nuestro trabajo, se degrada la calidad de lo que hacemos. Por eso me gusta todavía leer en el papel, pararme frente al periódico y dedicar tiempo a la lectura.

- ¿Se está perdiendo esa clase de lectura?

- La lectura de prensa diaria está cayendo, sobre todo la del diario en papel. En España cada vez menos gente lee diarios. Y es verdad también que en Estados Unidos medios importantes como The Washington Post o The New York Times encontraron un aliado en Trump. Es que muchos lectores, ante los insultos de Trump, apoyan a estos medios. Los diarios ofrecen una especie de ventana, pero creo que los jóvenes casi ni los miran. Leen de otra manera. Leen casi siempre por recomendaciones de amigos, etcétera. Ese es otro problema de internet: casi siempre te relaciona con los mismos intereses que tu mundo y deja a otra parte del mundo a oscuras: reafirma nuestros prejuicios y fomenta nuestra visión alejada de las otras miradas. El diario, en cambio, ofrece también otros intereses.

- ¿Cómo se informa usted?

- Leo poco en internet. Es paradójico, porque me encantan las redes sociales. Tengo Instagram, Facebook. Cuento con un sistema de kiosco que es pago y permite descargar el periódico entero en PDF. En internet todo está horizontalizado y cuesta distinguir las voces, distinguir la verdad de la ficción. Entonces a veces se pierde el origen de las historias. Los diarios pueden poner orden. Además, en internet leemos de una forma más superficial. Tengo miedo de que un día se corte la luz y todo se vaya al carajo. El mundo que está en la nube me da la sensación de ser muy vulnerable.

- Hay como un rompecabezas muy complejo alrededor de los medios de comunicación, internet y datos. ¿Lo entiende así?

- Se apunta a que no haya monopolios, pero la realidad nos está sobrepasando. Ahora mismo nuestros datos están siendo acumulados, procesados para vendernos de todo. Y esta masa de datos o información que compartimos, muchas veces de forma espontánea, acaba siendo depositada y utilizada. Hay muchos intereses políticos en todo esto. Ahora tenemos más acceso a fuentes de información y podemos burlar censuras, pero también es cierto que la cantidad de ruido que hay en la red nos hace conocer menos el mundo que antes. La mezcla de datos falsos y verdaderos hace que el mundo se haya vuelto más oscuro.

- Amante del periodismo como es, ¿qué buscó en su reciente Por carreteras secundarias?

- Quería contar otra España, la que está fuera de las noticias. En Argentina ocurre lo mismo: no pasa todo en Buenos Aires. Hay que ver, hay que escuchar, hay que volver a los lugares. Mi crítica es que en España está todo centrado en el ruido político de Madrid y Barcelona y lo demás parece no existir. Una España que se está quedando despoblada y casi no sale en las noticias. Quería descubrirla. Alejarme de esas autopistas que comunican pero aíslan del paisaje. A todos nos pasa eso de ir corriendo del trabajo a otras obligaciones sin darnos cuenta de adónde vamos. Creo que hay que volver a tomarse el tiempo de escuchar. Cuando vas por las carreteras secundarias, la vida toma otro sentido. ¿Cómo te ganas la atención de la gente? Bueno, escuchando al otro. En los periódicos hoy están con sus pantallas y teléfonos y se olvidan de hablar con la gente. Quería descubrir ese país fuera de foco, fuera de los telediarios, pero con historias fantásticas. Gente con vidas valiosas que merecen ser escuchadas.

- En otro libro, Sarajevo, contó sus experiencias como cronista de guerra, justamente, escuchando y viendo. ¿Cómo se vuelve de una guerra?

- Vuelves tocado para siempre. Al volver, cada uno lidia con sus propias heridas como puede. No se trata sólo de un tajo o de una pierna menos, sino de heridas del alma, que dejan marcas. Si asumes el tema con verdadera conciencia del dolor de los demás, asumes mejor al mundo. Se toma conciencia de que tus problemas son menores comparados con los de otros. Nunca pensé en cubrir guerras. Pero cuando el editor de El País me propuso ir a Bosnia, dije que iba a probar. Quería saber cómo era una guerra de cerca. El papel del periodista es escuchar pero también ayudar al lector a ponerse en el lugar del otro. En nuestra vida diaria pasamos de un drama a un placer como si nada. Como en los medios, que van de una noticia triste al aviso de un auto nuevo. La guerra me ayudó a quitar importancia a cosas que no la tienen. Valoro más lo que tengo, como sacar agua de la ducha. A veces no nos damos cuenta de las cosas que conseguimos. Somos una raza extraña, curiosa. Creo que deberíamos reírnos un poco más.

- ¿Cómo se ve a la Argentina desde afuera?

- Uno tiene la sensación de que Argentina está en bancarrota, según las noticias. Pero eso depende de quién hable; de si está a favor o en contra del gobierno. Esa polarización hace difícil tener una idea. Se ve miseria, con gente durmiendo en las calles. Pero eso también se ve en Madrid. La sensación primera es que no está tan mal como parece o como dicen. Si lo comparas con África, Argentina es un país que al menos funciona. La gente se levanta cada día, vive cada día. Pasa con el periodismo: cuando se publican sólo las malas noticias la fotografía que se hace la gente de un lugar está multiplicada por las malas noticias. Lo que noto en Argentina es un grado altísimo de politización. Se vive con mucha emoción. Pero eso es histórico, forma parte de la memoria colectiva del país. Creo que hay una especie de malestar de los argentinos consigo mismos, de estar siempre indagándose quiénes son, adónde van… Por otro lado, eso tiene de bueno la insatisfacción, si es que lleva a mejorar. Pero lo otro es casi enfermizo. Cuando se escucha hablar de que Argentina era una gran potencia, uno se pregunta qué pasó, cuándo se jodió. Es uno de los países más cultivados de América latina: teatros, librerías, capacidad. Y sin embargo no termina de funcionar.

© LA GACETA

> PERFIL

Periodista, escritor, dramaturgo y poeta, Alfonso Armada Rodríguez nació en Vigo, España, en 1958. Trabajó en los diarios españoles El País y ABC. Actualmente preside la sección española de Reporteros sin Fronteras y dirige la revista digital FronteraD. Cubrió conflictos armados en Sarajevo y Ruanda. Entre varios libros publicados, en nuestro país se pueden conseguir Sarajevo y el reciente Por carreteras secundarias, ambos editados por Malpaso.

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