“Caminar porque sí es una forma de resistir”

Caminantes, de Edgardo Scott, ahonda en los motivos que promueven la marcha y en la profusa relación de la literatura con las caminatas. “Me parece que hoy nada la favorece... Aparece la cuestión de la “inseguridad”, además del tamaño en sí de las ciudades. Y después el mundo tiende a que la marcha también sea un consumo... Y, si se camina, es como te lo muestra Google Maps, es sólo una distancia a cubrir. Creo que caminar porque sí, aunque no sea lo más conveniente, aunque no sea para quemar calorías, aunque sea una pérdida de tiempo, es una manera de resistir a todo esto”, reflexiona Scott.

21 Jul 2019
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LA DEFINICIÓN. “Todo conspira para que no se camine. Y, si se camina, es como te lo muestra Google Maps, es sólo una distancia a cubrir”, reflexiona S

> ENTREVISTA A EDGARDO SCOTT

Por Gabriela Mayer

PARA LA GACETA - BUENOS AIRES

¿Qué diferencia a un flâneur de un paseante? ¿Y a un peregrino de un vagabundo? Caminantes. Flâneurs, paseantes, walkmans, vagabundos, peregrinos, libro de Edgardo Scott ilustrado por Tobías Wainhaus, con una reciente reedición ampliada, parte de la curiosidad que llevó al autor a formularse estas y otras preguntas. Scott muestra además una mirada crítica hacia el discurso que reivindica la caminata “desde una estética mansa y hueca”.

“Creo que caminar porque sí, aunque no sea lo más conveniente, aunque no sea para quemar calorías, aunque sea una pérdida de tiempo, es una manera de resistir”, apunta Scott en entrevista con LA GACETA Literaria.

La sección dedicada a los walkmans es la gran novedad del volumen. Porque, a partir de su inclusión, “el libro termina de entrar en lo contemporáneo. Las otras categorías eran eminentemente modernas”, afirma el escritor desde París.

Por las páginas de Caminantes (Ediciones Godot) desfilan Robert Walser, quien muere tras dar un paseo por la nieve, y Werner Herzog, que peregrina de Múnich a París para ver a su amiga Lotte Eisner, muy enferma. También aparecen Sarmiento (“un cuyano flâneur”), Carlos Correas (“quizá no haya ningún autor argentino que haya caminado tanto”) y Jorge Luis Borges, en cuyo primer libro, Fervor de Buenos Aires, se encuentra el poema Caminata.

- ¿Desde cuándo le interesan las caminatas? ¿Cómo surgió el libro?

- Podría decirse que “inocentemente” me interesó a partir de que había un discurso de época -esa clase de discurso que reivindica la ecología y la vida sana- que fomenta la caminata desde una estética mansa y hueca. Como si fuera una suerte de meditación en movimiento. Y veía que también las figuras del flâneur y del paseante sobre todo estaban muy desdibujadas. Entonces pensé en hacer un artículo y ahí creo que perdí toda inocencia de por qué estaba queriendo leer y escribir sobre eso. Por esa época traduje Caminar, de Thoreau y dos conferencias de Iain Sinclair y se me empezó a armar, a tensar, una red de lecturas y una mirada que me parecía que encontraba en la caminata un motivo, una forma perfecta, para expresarse.

-¿Por qué cree que se camina poco y mal?

- Así como los jardines románticos -alemanes, ingleses, franceses- y los grandes parques y boulevares se hicieron para fomentar la caminata, me parece que hoy nada la favorece. En Buenos Aires y otras ciudades de Latinoamérica, porque aparece la cuestión de la “inseguridad”, además del tamaño en sí de las ciudades. Y después el mundo tiende a que la marcha también sea un consumo. Con ciertos criterios y variables que la determinen. Entonces andar en bicicleta o ir al trabajo trotando, como maneras de aprovechar ese tiempo haciendo deporte, y desde luego el automóvil y otros transportes públicos, todo conspira para que no se camine. Y, si se camina, es como te lo muestra Google Maps, es sólo una distancia a cubrir. Creo que caminar porque sí, aunque no sea lo más conveniente, aunque no sea para quemar calorías, aunque sea una pérdida de tiempo, es una manera de resistir a todo esto. Porque además la caminata posee un tipo de funcionamiento que enseguida promueve la observación. Y respecto de caminar apurado, es un poco una distorsión. Ya hay una influencia de la velocidad y del apuro sobre el ritmo de caminar y de ver.

- ¿Cuáles son sus caminantes preferidos de la literatura?

- Ya te mencioné dos, en dos puntas del arco temporal. Iain Sinclair y Thoreau; Sebald, por supuesto, la peregrinación que hizo Herzog me parece genial. El vagabundeo de Néstor Sánchez. Los paseos por Londres de Virginia Woolf.

- ¿Y cómo describiría su propia forma de caminar?

- Muchas veces camino escuchando música, es un poco mi burbuja. O mi “soundtrack” vital. Pero cada vez me gusta más caminar por caminar, caminar para ver, para observar, y para registrar qué insisto en ver y en observar.

-¿Qué habría sido de los escritores y la literatura sin las caminatas?

- Se habría adelgazado mucho el anecdotario, ¿no? Se habrían adelgazado mucho las conversaciones y las observaciones. Sacarle la caminata a la literatura es como sacarle los viajes, los crímenes o los enamoramientos. Sería quitarle una de sus pasiones.

© LA GACETA

- PERFIL

Nacido en Lanús, provincia de Buenos Aires, en 1978, Edgardo Scott fue fundador e integrante del Grupo Alejandría. Publicó la “nouvelle” No basta que mires, no basta que creas (2008), el libro de cuentos Los refugios (2010) y las novelas El exceso (2012) y Luto (2017). Es editor de Clubcinco editores, traductor y colabora en diversos medios. Vive en Francia.

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