Entre ratas, cartones y carpas: así fue la semana en el acampe docente

Por el reclamo de los trabajadores de la educación, el gobierno provincial mejoró la oferta y propuso incrementar los sueldos de acuerdo a los índices inflacionarios. La suba seria de 4,9% en julio.

22 Jul 2019
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Foto LA GACETA

Entre carpas, cartones y ratas, en pleno centro de Salta, los docentes autoconvocados mantienen el acampe en la plaza 9 de Julio en reclamo de mejoras salariales. Algunas docentes siguen alarmadas porque la noche anterior una rata de gran tamaño se paseó por las carpas. Los perros callejeros también son habitués del lugar.

En una de las carpas, Patricia Caliva dialoga con maestras y personas que se acercan para manifestar su apoyo a la protesta. Es la delegada de los manifestantes de la Capital provincial, es quien generalmente es indicada por los demás maestros como la referente del grupo.

Caliva es maestra de quinto grado en una escuela de Santa Cecilia, en la zona sudeste de la ciudad, también es profesora de música y, como tal, enseña a chicos que van desde salita de cuatro hasta segundo grado y en primer y segundo año de la secundaria.

“Este no es nuestro lugar, nuestro lugar está en las aulas y ahí deberíamos estar. Y estas personas que nos tienen que representar, tendrían que hacer sus tareas”, dispara la docente desde la plaza, en referencia a los dirigentes gremiales.

Ella, como otro grupo de mujeres y varones, pasa las noches a la intemperie desde hace una semana a fin de hacer visibilizar el reclamo de los trabajadores de la educación que no se sienten identificados con ninguno de los sindicatos.

Carlos se niega a revelar su apellido por temor a represalias por parte de los directivos de su escuela o del Ministerio de Educación. “No queremos que nos hagan un sumario”, afirma desde uno de los gacebos en los que pasan el día varios grupos de docentes.

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El profesor da clases en una escuela de la zona sudeste de la ciudad y pasó varias noches durmiendo en una de las once carpas instaladas en la plaza principal de la ciudad. “De noche se pone frío y se duerme muy tarde debido al ruido del lugar”, indica el docente.

Las primeras noches fueron las más difíciles afirma el maestro, ya que durante las tres primeras jornadas nocturnas los aspersores que riegan el césped de la plaza 9 de Julio se activaban automáticamente lanzando agua en todas las direcciones. Luego la Policía los desactivó.

Caliva asegura que desde allí, desde la lucha en la calle, también hacen escuela y reciben el apoyo de una gran masa de trabajadores. “En los docentes esta la voz de muchos más, porque hay muchas familias que tienen un empleado público entonces de una u otra manera se benefician también”, dice.

También están los curiosos y los solidarios que, al ver el acampe y los carteles, se acercan a dialogar. Carlos comenta que cada tanto se acercan turistas de otras provincias y se interesan por el reclamo de los docentes. “Viene, preguntan y se sorprenden que los medios nacionales no se hagan eco de esta situación”, apunta.

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“Nos convertimos en un atractivo turístico, porque viene la combi y los turistas pasean por la plaza y muchos se detienen, algunos son docentes o jubilados que charlan y nos cuentan sus experiencias en sus provincias”, describe por su parte Caliva.

Además recuerda que hubo quien sensibilizado por esta protesta, se acercó para brindar su ayuda: “me conmovió un lustrabotas que quería darnos 60 pesos y le dije que no, que eso le iba hacer falta en su casa; se fue y después apareció con una gaseosa de un litro y medio. ‘Yo le quiero dar, porque a mí me enseñó a escribir una maestra y mis hijos tienen sus maestras entonces a las maestras las quiero y me dijo ‘acuérdese de Juan el lustrabotas’”, relata.

Las familias de los docentes no dejan de estar presentes también en su lucha. Los familiares son quienes se encargan de llevarles comida (ya que no pueden prender fuego en la plaza para cocinar), agua o lo que les haga falta.

Uno de los docentes del acampe comenta que hace cinco días que no ve a su familia pero se consuela diciendo “no queda de otra, ya que luchando estamos enseñando”.

Desde locales cercanos también se solidarizan con los docentes y les proveen agua caliente para el mate o les habilitan los sanitarios para sus necesidades. Mientras que decenas de otros manifestantes rotan su estadía en el lugar: se vuelven a sus domicilios para traer provisiones o higienizarse.

La protesta tiene adeptos y detractores. Los docentes lo saben. Pero consideran que hubo mayor aceptación que rechazo.  “La gente que critica lo hace desde la comodidad de su casa y por otro lado sabemos que desde el gobierno hay mucha desinformación”, afirma una de las docentes.

Otro de sus compañeros acota: “Por ejemplo, dicen que nos dieron un 38% de aumento, pero no dicen que lo escalonaron en cinco partes y que es sobre el porcentaje que tenemos en blanco cuando gran parte del sueldo la cobramos en negro”.

Ante los que reprochan la lucha, Caliva dice: “entendemos la situación y las necesidades”. Es más, considera que pese al paro las escuelas deberían seguir dando la copa de leche a los chicos más vulnerables. “Porque ellos lo necesitan y no tiene que pagar con hambre el hecho que sus maestras estén reclamando sus derechos”, asegura.

El reclamo de los docente son se reduce a lo salarial sino que también incluye mejores condiciones de trabajo. Dos maestras jardineras que trabajan en las periferias de la ciudad cuentan que cobran un ítem de $210 para la compra de materiales y que esto es “una burla” opinan.

Otros afirman que en su escuela deben cortar el agua durante la jornada, deben pagar pos títulos que rondan un valor de $2.000, además de que gastan plata de su bolsillo para la compra de materiales. En la escuela de barrio Solidaridad hay cocina pero no tienen gas y que hicieron una rifa para poder comprar un botiquín de emergencias; “es muy complejo el tema”, sostienen.

“Yo tengo 30 años de docencia, no me queda mucho más para jubilarme. Pero tengo mi hijo y nueras que están empezando el profesorado, entonces digo, por qué no dejarles algo mejor, profesionalizar la carrera.  Me pasa eso, luchar por los que vienen detrás, los más jóvenes, para que no tengan que salir a luchar y, si tiene que salir, sepan que se puede”, enfatiza Caliva.

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