“Hace tiempo que pienso en asesinar a Montalbano”

El escritor cuenta aquí, entre otras cosas, qué ocurrió cuando se reunió con sus colegas Manuel Vázquez Montalbán y Jean Claude Izzo para eliminar a sus personajes. Habla de sus referencias literarias y se mete con la política. También regala el comienzo para una historia: “Ayer, por ejemplo, salí a comprar cigarrillos y escuché que una muchacha, por teléfono, decía: ‘¿Pero cómo quieres hacer el amor conmigo sin haber consultado antes al tarot?’ Es un magnífico punto de partida para una novela”

28 Jul 2019
1

ENTREVISTA A ANDREA CAMILLERI

Por Cristiana Zanetto

PARA LA GACETA - ROMA

Podríamos encontrarnos en Vigata, la ficticia ciudad siciliana que es el escenario de las novelas del comisario Montalbán, que no es otra que Puerto Empédocles, en Agrigento, pero Andrea Camilleri está en “el continente” como se dice cuando no se está en Sicilia.

Acaba de publicar su último libro -una suerte de autobiografía y de reflexiones- y, por ello, tiene múltiples compromisos que cumplir para publicitarlo.

“El café con hielo picado, crema y medialunas, nuestro típico desayuno siciliano -dice- tendrá que esperar todavía algunas semanas”.

Lo llamo a su humeante casa romana. Camilleri tiene 88 años y se concede el lujo de fumar 60 cigarrillos al día. “Si dejo ahora -me dice con su voz ronca- me muero de inmediato”.

Camilleri es un hombre “récord”. Conoció el éxito después de los 70 años, tras haber trabajado en el teatro y en la RAI. Es el escritor italiano más exitoso: ha vendido millones de copias y ha sido traducido en todo el mundo.

Hablar con él significa afrontar sus dos grandes pasiones: George Simenon, una de las más grandes “máquinas” de escribir de la historia de la literatura, y la política.

- ¿Qué puntos en común tiene con Simenon?

- Simenon tenía una serie infinita de trucos, artimañas y recursos que lo convirtieron en un archivo monumental hecho de apuntes, mapas y documentos. Yo no. Sí tengo una óptima memoria, soy ordenado y metódico. Simenon frecuentó la escuela de un comisario del Quai des Orfevres, en París, para aprender las técnicas de la investigación policial. Yo las conocí después de haber escrito algunas novelas cuyo personaje es el comisario Montalbano. A diferencia de Simenon yo, quizás, tengo más el ánimo de un “perro de policía” pero, como casi todos los autores de sagas, compartimos la tendencia a repetir hasta el infinito las condiciones de la primera obra -El curso de las cosas, en mi caso-, es decir: horarios de escritura, lectura de crónicas policiales y la inmersión en la realidad cotidiana. Me gusta sumergirme en la realidad. Gogol decía que él no poseía fantasía. La inspiración para escribir Las ánimas muertas se la sugirió Puskin, que había apenas leído la noticia en algún diario. Si debo ser sincero jamás entendí cómo nacen mis novelas. Leo muchos hechos pequeños, escucho frases por la calle, dos o tres se me fijan en la mente y crecen hasta resultar una historia. Ayer, por ejemplo, salí a comprar cigarrillos y escuché que una muchacha, por teléfono, decía: “¿Pero cómo quieres hacer el amor conmigo sin haber consultado antes al tarot?”. Es un magnífico punto de partida para una novela.

- En las novelas convencionales desaparecieron las largas descripciones de los clásicos. El mismo rostro de su comisario Montalbano es un misterio. ¿Es una técnica suya?

- No. En mi caso la formación teatral hizo que me resultara natural escribir los diálogos antes que otra cosa. Cuando he establecido cómo habla un personaje, comienzo a deducir cómo se viste, adónde vive, etcétera. No tengo una técnica precisa para escribir. A mis alumnos suelo decirles que la mejor escuela para aprender a escribir es saber escuchar. Y, naturalmente, leer los escritores que nos gustan e intentar entender cómo han hecho ellos. Yo adoro a Chejov y Gogol. Cuentos de San Petersburgo es la perfección literaria. También me gustan Beckett, Faulkner, Sterne, Pirandello, Leonardo Sciascia e Ítalo Calvino, para mí, un dios de la escritura.

- A propósito de lengua y escritura, ¿por qué la decisión de escribir en esa mezcla de italiano de la pequeña burguesía italiana y dialecto siciliano?

- Porque para mí es perfecto. Me di cuenta una noche, en el lecho de muerte de mi padre. Para hacerle compañía le contaba lo que estaba escribiendo y lo hacía en esa mezcla porque, a veces, el italiano me servía para expresar el concepto sobre algo mientras que el dialecto describía mejor el sentimiento. Es una lección maravillosa que he aprendido de Pirandello en su maravillosa traducción del Cíclope de Eurípides en dialecto siciliano.

Él logra un resultado extraordinario al operar con dos niveles del dialecto: el de los campesinos, que usa el cíclope y un lenguaje más culto, que es en el que se expresa Ulises, hombre que ha viajado y que, se supone, es más culto que el monstruo. Tengo que decir que muchos traductores, especialmente los que traducen al castellano, trasmiten muy bien lo que intento decir.

- Usted comenzó a escribir novelas históricas y luego llegó al éxito con las novelas policiales del comisario Montalbano

- Sí. Todo nació como un juego. Para escribir tenía necesidad de un contenedor. ¿Y qué mejor contenedor existe que los policiales? Subí de 5.000 a 900.000 copias vendidas. Un delirio. Y también una presión enorme. Hace tiempo que pienso en “asesinar” a Montalbano. Pero hace unos diez años nos encontramos, en París, con Manuel Vázquez Montalbán y con Jean Claude Izzo y empezamos a discutir cómo matar a nuestros investigadores. Luego, imprevistamente, murieron mis dos escritores amigos sin lograr desembarazarse de sus personajes. Y, entonces yo, que como buen hombre del sur, soy muy supersticioso, he renunciado a cometer ese “delito”.

- ¿Por qué suele ser Sicilia el escenario casi exclusivo de sus novelas?

- Sicilia ha tenido 13 dominaciones y de cada una hemos tomado lo mejor y lo peor, es decir que es muy compleja. Puedes hablar de un hecho sucedido en el 1.500 en Sicilia y reencontrarlo igual en un suceso acontecido ayer. Satisface mis exigencias beber de esta agua y de esta fuente.

- Usted no es sólo el escritor italiano que más ha vendido sino también representa una importante desmentida al lugar común según el cual los lectores italianos no aprecian el sentido del humor.

- En Italia, la sátira siempre fue considerada un género menor. ¿Recuerda las polémicas por el Nobel a Darío Fo? En este país se ha tenido siempre la snob idea de que la llamada “alta literatura” debe ser, necesariamente, seria. Yo no pienso así. Curiosamente la misma exigencia de seriedad no es aplicada por los italianos a la política. No me gusta decirlo pero todavía hay un modo de pensar fascista. Lamentablemente aún seduce la prepotencia.

- ¿Continúa definiéndose como un marxista?

- Mire... hoy más que nunca, aunque hace algunos años me había convencido de que lo mejor era una izquierda definida como liberal-democrática. Me parece que hoy la izquierda italiana necesita una sesión psiquiátrica. Esto de gobernar con Berlusconi... ¿qué es sino una enfermedad? A mi edad quisiera todavía llegar a comprender qué pasa en mi país, comprender cosas difíciles de justificar es el único modo serio de resistir a la vida. Y a esta voluntad de entender yo se la he trasmitido a mi personaje Montalbano. Edipo, que descubre que su ciudad es víctima de una peste, quiere encontrar al culpable y a la verdad. Hace una investigación y descubre que el culpable es él mismo. Es un policial de una belleza extraordinaria, ¿no? ¡Eso! Yo no sé todavía quién es el culpable de cómo está Italia... Pero una idea tengo...

© LA GACETA

Cristiana Zanetto - Periodista italiana de medios gráficos y

audiovisuales.

* Entrevista publicada originalmente en este suplemento el 4 de agosto de 2013.

PERFIL

Andrea Camilleri nació en 1925, en Sicilia, y murió en Roma, donde vivía buena parte de su tiempo, el miércoles de la semana pasada, a los 93 años. Estudió en la Academia de Arte Dramático de Silvio D’Amico, donde luego fue profesor. Durante 40 años fue guionista y director de teatro y televisión. Trabajó en la RAI y en 1978 publicó su primer libro, una novela histórica en una edición pagada por el autor que fue un fracaso. Pasó 12 años sin escribir. En 1994 publicó La forma del agua, primera novela en la que aparece Salvo Montalbano, el entrañable comisario siciliano que protagonizaría una serie de 30 novelas. En el 96, con El perro de terracota, llegaría el éxito. Interrogado sobre la notable repercusión de la saga de Montalbano, Camilleri respondió en alguna entrevista que el heroísmo en la actualidad consistía en cumplir con el deber, como lo hace Montalbano y tantas otras personas que casi todo el mundo conoce y que seguramente explica la conexión con su personaje. El nombre del protagonista de sus libros surge de la amistad y la admiración del autor por su colega Manuel Vázquez Montalbán. La mayoría de sus novelas, desde fines de los 90, ocuparon el primer puesto en las listas de libros más vendidos en Italia y en varios países europeos. La saga también fue a la televisión y fue un éxito con doce temporadas. Extraordinariamente prolífico, publicaba entre dos y cinco libros por año. Un glaucoma lo dejó ciego en 2016, pero dictaba sus historias a un asistente y permanecía en plena actividad. En los días previos a su muerte, se preparaba para estrenar una obra teatral de su autoría. De los 30 millones de ejemplares vendidos a nivel mundial, más de 2 millones corresponden a ediciones en castellano. En la Argentina es publicado por la editorial Salamandra. Entre las últimas novelas publicadas en castellano pueden mencionarse La pirámide de Fango y El carrusel de las confusiones. El último en italiano, Il cuoco dell’Alcyon, encabeza hoy las ventas en su país.

Comentarios