Una novela fotografiada al borde del impresionismo

Lograda ópera prima que fusiona ficción, historia y pasión por la fotografía.

28 Jul 2019

NOVELA

EL FOCO ABSOLUTO

Horacio Moraco

(Ediciones Continente -  Buenos Aires)

Horacio Moraco escribe su primera novela al borde del impresionismo. Los personajes, sus historias, los mismísimos objetos y hasta la propia trama van mostrando texturas distintas según cambia la luz del avance de la narración. Echar luz es, propiamente, la razón de ser del protagonista. Su tarea es exponer una verdad que ha sido sepultada por las sombras de un silencio colectivo. Y todos estos elementos van componiendo armónicamente El foco absoluto, una obra estructurada con el filtro de la ficción, con el fondo de la historia y con la pasión por la fotografía.

El texto comienza con demasiadas sombras: un hombre recibe una quirúrgica paliza en un pueblo bonaerense. Le han pegado mucho. Y él cree que van a matarlo. Pero la golpiza, en realidad, no quiere dejarle huesos rotos sino que busca quebrarlo de miedo. La víctima es un empleado del Correo Argentino. Y es porteño.

Pero, en el capítulo siguiente, con la luz de otra hora, se verá que este trabajador del Estado practica a principios de la década del 60 un fetichismo particular: colecciona pornografía. Puntualmente, fotografías de ese género. Tras la separación de su esposa, que se va con sus dos hijos pequeños, ha convertido el living de su departamento en su “estudio”, donde se aboca a analizar minuciosamente su material. De hecho, se ha convertido en una suerte de autoridad en el submundo de su mercado, gracias a su capacidad para detectar falsificaciones y montajes. Se ha especializado porque él mismo es un comprador de productos de calidad y hasta recibe consultas de marchants del rubro.

HECHOS. Parte del apéndice de “Documentos fotográficos” de la obra.

Una tarde, un prestigioso arquitecto le ofrece en venta su “joya”: 12 fotografías en las que aparecen dos mujeres. Lo que torna inquietantes las tomas radica en el hecho de que han sido realizadas en la Argentina. Específicamente, en la ciudad de Pergamino. El sobre en que recibe las imágenes presenta rastros de tinta y de sellos ya ilegibles. Pero que en principio son recuperables. Ahí comienza otra hora en esta novela. Con otra luz.

El foco absoluto encuadra el Pergamino de hace medio siglo, con sus vecinos sentados en las veredas durante las tardes de mate, con las casas abriendo su intimidad de par en par a través de puertas y ventanas sin clausura, con los sábados donde todo el pueblo está en la plaza. También obtura sobre la Capital Federal de los 100 barrios, de los subtes y tranvías, de los bodegones y piringundines, de las prostitutas que cantan como Edith Piaff, pero no se ven como ningún gorrión de París.

También hay periodistas que, tratando de escribir una novela que jamás comenzaron, encontraron el alcoholismo por toda bohemia. Y jefes de oficina del Estado que ven teorías conspirativas en cualquier novedad de la vida privada de sus subalternos.

De todos estos pormenores también se compone El foco absoluto, y por eso camina al borde del impresionismo, pero no cae en él. Por el contrario, Moraco también está en los detalles más mínimos. No están difuminados en sus contornos, sino que se encuentran representados hasta en las particularidades más sutiles. Esas que son, al mismo tiempo, las más trascendentes. Hacia el atardecer de la novela, uno de esos detalles reverberará de manera determinante.

Pero -y allí otra agradable sorpresa-, no todo termina en el último capítulo. Hay un apéndice de “Documentos fotográficos” con material que, en un instante duradero como un flash, recapitula lo “real” de la novela. El final, entonces, también está más allá del final. Como corresponde a una fotografía donde el foco es absoluto.

© LA GACETA

ÁLVARO JOSÉ AURANE

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