Luego de varios robos, un comedor quedó sin poder atender a ochenta niños

Dos hechos delictivos sucedidos en pocos meses y la falta de recursos generan que el lugar permanezca cerrado y deje sin comida a los chicos de villa Lavalle.

03 Ago 2019
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La difícil situación económica que atraviesa el país afecta a los sectores más vulnerables. En el caso de un comedor de villa Lavalle, la falta de recursos para cocinar y una ola de robos hicieron que el lugar permanezca con sus puertas cerradas.

Desde hace dos semanas, los chicos que asistían a diario viven una situación angustiante. Si bien las circunstancias se agravaron en los últimos meses, hace dos años que el comedor funciona de forma intermitente debido a lo difícil que es poder conseguir mercadería para dar de comer a los niños de la zona.

Son más de 80 los chicos que estaban asistiendo al comedor Nuestra Señora de Itatí ubicado en la calle Río Blanco, a 100 metros de la comisaría. La mayoría de ellos vive en el lugar conocido como “el pozo de la muerte”, un asentamiento a la vera del río Arias.

La necesidad que crece

Aumentó todo, la situación está cada vez peor”, indicó Juana Ramos, encargada del comedor y añadió que compra las mercaderías en diferentes lugares en busca de los mejores precios.

“Es muy difícil seguir”, comentó la encargada y contó que hace un año que los chicos no toman leche porque “está cara”.

La crisis económica ha afectado de manera notable a los comedores de la capital salteña y la falta de ayudas hace que sea complicado hacer frente a las necesidades cada vez más graves.

Juana es ama de casa y manifestó que ante la falta de ayudas “esto es como mantener dos casas”. La mujer vive en Atocha y todos los días en que abre en comedor debe tomar dos colectivos para llegar a villa Lavalle, aunque le preocupa más no tener para darle de comer a los chicos que el gasto diario en boletos.

“Para el boleto yo me las arreglo, pero me preocupa no tener para la comida de los chicos”, contó.

 Además agregó que “antes si se podía afrontar los gastos, aunque muchas veces mi mamá ponía de su bolsillo”.

Juana Ramos es la encargada del comedor. Foto LA GACETA

Un legado familiar

El comedor Nuestra Señora de Itatí comenzó a funcionar hace 31 años por iniciativa de Graciela Méndez, quien fuera mamá de Juana. Hace un año la mujer falleció y quedó su hija a cargo de la obra.

Había sido Graciela quien vio la necesidad en su barrio y decidió hacer algo al respecto. Por eso recurrió al cura de la Parroquia Nuestra Señor de Itatí y recibió el visto bueno del sacerdote para abrir un comedor en la sede parroquial.

Allí estuvieron durante un año hasta que decidieron reubicar el comedor a la casa de Graciela, en donde funcionó durante diez años. Luego la obra se trasladó a un predio que pertenecía al Arzobispado de Salta, en donde sigue funcionando.

El pozo de la muerte

Actualmente el comedor está en la entrada de la zona conocida como el “pozo de la muerte”, un asentamiento pegado a Villa Lavalle situado a la vera del río Arias.

Allí viven más de cien familias de escasos recursos y los niños no encuentran otro lugar para llenar sus estómagos que no sea el comedor.

“Suelen venir más personas a pedir más pero no me alcanza”, contó Juana sobre la desesperante realidad que se vive en la zona.

Juana busca entre sus papeles las denuncias realizadas por robos. Foto LA GACETA

La inseguridad

Pese a que el comedor está ubicado a cien metros de una comisaría, una ola de robos ha afectado sus instalaciones y ahora “cuesta reponerse”, manifestó la encargada.

Uno de los últimos robos graves fue a fines del año pasado cuando se llevaron carnes y pollos que estaban guardados allí para cocinarles a los chicos.

Pero lo peor es que dejó el ladrón rompió la heladera donde guardaban las cosas. Al caer el electrodoméstico explotó la bomba y lo dejó inutilizable.

Una de las puertas que rompieron para ingresar al comedor. Foto LA GACETA

Luego la Policía pudo dar con el delincuente domiciliado en barrio Manantial Sur, pero del caso no se supo más nada.

El otro de los hechos graves se produjo en mayo cuando rompieron puertas y se llevaron dos ollas grandes de 70 litros, ollas chatas de 40 litros, cucharones, espumadera, cuchillos, coladores y sartenes. Estos constituían elementos básicos para cocinar la comida para los chicos.

Así dejaron uno de los muebles del comedor, desde donde robaron utensilios. Foto LA GACETA

Ayudas esporádicas

“Estamos en cero, no tenemos nada”, afirmó la encargada del comedor pero aclaró que reciben ayuda de la Cooperadora asistencial de la Municipalidad aunque la mercadería recibida les alcanza como mucho para dos semanas.

De vez en cuando reciben alguna que otra ayuda de personas particulares, aunque no todas llegan de buena fe. Juana contó que hace poco recibieron una gran cantidad de discos para empanadas pero al sacarlas del freezer se dieron con que la masa estaba podrida.

Por otro lado, hay dos movidas que se realizan anualmente y que benefician al comedor: una es organizada por alumnas del Colegio de Jesús y otra por las chicas del Colegio Santa Rosa.

Pese a la buena voluntad de quienes ayudan esporádicamente con mercadería y ropa a los beneficiarios del comedor, se hace muy difícil continuar con esta tarea en el actual contexto de crisis económica.

Para colaborar con el comedor te podés comunicar con Juana al 3875927081

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