Ariana Harwicz: “Me gusta escribir pensando en desafiar la moral de una época"

Con la traducción al inglés de su primera novela fue nominada al Man Booker International, el premio literario más prestigioso del mundo después del Nobel. La prosa de Ariana Harwicz, una de las voces más innovadoras de la narrativa argentina, no da tregua al lector. Su más reciente novela, Degenerado, fluye a partir del sórdido monólogo de un hombre acusado de pedofilia, que interpela durante su proceso judicial al sistema y a la sociedad que lo condenan.

04 Ago 2019
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> ENTREVISTA A ARIANA HARWICZ

Por Gabriela Mayer

PARA LA GACETA - BUENOS AIRES

Harwicz responde las preguntas de LA GACETA Literaria con la misma intensidad que impregna sus ficciones. “Me gusta escribir pensando en desafiar la moral de una época”, asegura desde un bar porteño la autora nominada al Man Booker International . Durante la entrevista, café cortado en mano, también dirá: “Cuando estoy escribiendo desde un lugar difícil, me quedo tranquila”.

Radicada en Francia, a Harwicz (Buenos Aires, 1977) le atraen “las vidas de los hombres en las que, en algún momento, no se sabe por qué, algo derrapa”. Y cita entre otros el caso de Jean-Claude Romand, quien asesinó a su familia e inspiró El adversario de Emmanuel Carrère.

En su cuarta novela, publicada por Anagrama, la autora se aparta del registro de sus tres libros anteriores, Matate, amor, La débil mental y Precoz, suerte de tríptico que rompe estereotipos de la maternidad.

Harwicz tejió con libertad la trama de Degenerado, que presentó días atrás en Buenos Aires. “No es una novela realista, no es un policial, no tiene que seguir el rigor de un género. En un punto es una distopía. Entonces, ¿por qué no permitirse que este tipo odie la ley sin tiempo ni espacio?”

- ¿Cómo surgió la idea de la novela?

- Me interesan muchísimo todas las vidas de los hombres en las que, en algún momento, no se sabe por qué, algo derrapa, algo sale mal. Algo chiquito, nunca es grande, empieza a erosionarse, como una gota. Algo empieza a abrir una grieta. Se pasan al lado de la amoralidad, la ilegalidad, la clandestinidad. Estos casos, como el de El adversario, pero hay muchos otros, es lo que me interesaba de este tipo. Un tipo que aparentemente llegó a la vejez sin cometer ninguna ilegalidad, había zafado y, a último momento, (la vida) le juega una mala pasada, aunque no es ninguna víctima, y cruza el cerco.

- Uno de los cuestionamientos del protagonista es quién tiene derecho a juzgarlo.

- La ley obviamente es epocal, es contextual. La moral es fruto de una época y es estúpido pensar que sea natural. Nada más construido que una moral. Lo que me interesaba del degenerado de esta novela es ese germen que ya está en Matate, amor, cuando ella dice desafiando la ley: “si yo quiero dejar a mi hijo dentro del auto con 40 grados de calor, lo hago”. Lo que pasa que era más graciosa, no había pasado al acto. Ahora la diferencia es que pasa al acto y es ajusticiado. Pero me gusta escribir pensando en desafiar la moral de una época.

- ¿Le costó convivir durante la escritura con este personaje siniestro?

- No sé si me costó. La empatía que siento con este personaje no es el pasaje al acto. Yo no pasé al acto, estoy del lado de los normales. Pero un mínimo amor hay que tener por el personaje. No podría escribir odiando a un personaje totalmente. Hay que sentir esa ambigüedad, esa histeria: sí, pero no. En lo que siento empatía con él es en este odio a la ley. Siento que Francia es un estado mucho más policiaco. Estoy exagerando, porque escribir es exagerar. Siempre cuando voy en auto y está la policía atrás digo “uy, la policía”, “pero si no hice nada”. Digo “la policía”, como si tuviera un cadáver en el baúl. Es la sensación, al ser extranjero, al no tener quizás los papeles siempre al día. Siento que hay un estado de sospecha mucho más grande que acá.

- ¿Hay interés en Francia actualmente por la literatura latinoamericana?

- No les importa la literatura latinoamericana. No saben quién es nadie, no existimos. En España, sí obvio, es el “boom” de las mujeres, pero en Francia no.

- ¿En sus libros apuesta a generar incomodidad en el lector?

- Sí, totalmente. Me gusta sentir eso cuando escribo, que no estoy instalada en ningún lugar fácil, ideológica, estética, formalmente. Cuando escribí Matate, amor no es que reivindicaba a la madre feminista a favor de una maternidad disidente, nada que ver. Lo escribí sufriendo todas las contradicciones que supone ser madre. Me daban pudor los mismos sentimientos encontrados de la maternidad. Cuando estoy escribiendo desde un lugar difícil, me quedo tranquila. El libro puede ser bueno o malo, pero yo no mentí.

© LA GACETA

PERFIL

Ariana Harwicz (Buenos Aires, 1977) estudió guión cinematográfico, dramaturgia, artes del espectáculo y literatura comparada. Publicó las novelas Matate, amor (nominada en su versión inglesa, Die, My Love, a los premios Republic of Consciousness y Man Booker International 2018 y en su versión alemana, Stirb doch, Liebling, al galardón Internationaler Literaturpreis 2019), La débil mental, Precoz y, en colaboración con Sol Pérez, el ensayo Tan intertextual que te desmayás. Sus libros fueron traducidos a una docena de lenguas. Vive en Francia desde 2007.

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