Insistir para que padres y maestros vuelvan a leer

Abundan los chistes donde una madre con el celular en la mano, junto a su hijo en idéntica actitud, le pregunta a otra madre, que está leyendo un libro, sentada junto a su hijo en idéntica actitud: ¿Qué puedo hacer para que mi hijo lea? Estos chistes, en definitiva, nada tienen de humorísticos; y sí, mucho de crítica y de dolor para quienes le debemos a la lectura algunos de los mejores momentos de nuestra vida.

18 Ago 2019

Por Rogelio Ramos Signes

PARA LA GACETA - TUCUMÁN

Me recuerdo en la niñez hablando con mi padre en la sobremesa, y él contándome el argumento de alguna novela de Julio Verne o de un cuento de Horacio Quiroga. ¡Me fascinaba! Era un momento maravilloso que se continuaba en mi interés por buscar ese texto y leerlo.

Debo reconocer que casi siempre me gustaba más el relato que hacía mi padre que la obra en sí. Y en ese punto funcionaba algo así como un milagro que no llegaba a entender: ¿Por qué a pesar de sentir que la narración oral superaba al texto escrito seguí insistiendo con la literatura?

Muchos años después una frase de Adolfo Bioy Casares (“El recuerdo que deja un libro a veces es más importante que el libro en sí”) me demostró que no había milagro sino un mecanismo clásico e involuntario. Lo importante es que el germen de la lectura ya había entrado, y nunca nos abandonaría.

A partir de esta apreciación totalmente autorreferencial es que me animo a proponer exactamente eso: narrarle a los hijos historias que los padres hayan leído. Claro que, para eso, es necesario que los padres lean. Y así se cerraría la línea curva que abrimos en la primera frase de este texto.

Los incentivos que tuvimos los adultos para llevar a los chicos hacia los libros estuvieron siempre relacionados con las palabras en primer lugar, y las imágenes como apoyo de ellas. El ocio total al que lleva la tecnología moderna (eso incluye redes sociales a las que los niños ingresan demasiado pronto) han hecho que se vaya prescindiendo cada vez más de las palabras escritas, que las ilustraciones sean las protagonistas de cualquier historia y que la narración se reduzca a lo básico. Esto, de alguna manera, queda patente en la ortografía de las nuevas generaciones y en la dificultad para leer un texto de corrido por primera vez. Y ambas cosas siempre fueron lo básico.

Ya sé que esto suena a algo elemental y la docencia no es lo mío, más allá de la docencia cotidiana de las conversaciones familiares. Por eso es que insisto en la necesidad de que los mayores vuelvan a la lectura y se apasionen tanto con ella como para luego poder transmitir ese placer.

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Rogelio Ramos Signes - Escritor. Autor de libros de cuentos infantiles.

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