La Odisea de los giles y el pelotudo argentino

25 Ago 2019
1

Por Mario Kostzer

PARA LA GACETA - TUCUMÁN

El clima necesario se genera en el espectador que asiste a ver La odisea de los giles, película basada en el libro de Eduardo Sacheri La noche de la usina, cuando se escucha la voz en off de Ricardo Darín que dice: Según el diccionario, gil es una persona lenta a la que le falta viveza y picardía, aunque ya sabemos que el laburante, el tipo honesto, gente que cumple las normas, termina siendo sinónimo de gil. Pero un día, el abuso al que estamos acostumbrados los giles, se convierte en una verdadera patada en los dientes y uno dice: ¡basta!

El film se estrena en un momento de turbulencias económicas que agitan el recuerdo de una de las tantas crisis que los argentinos sufrimos. La historia transcurre justamente en la que padecimos en 2001 y el público corre el riesgo de salir de la sala con la sensación de que la película no ha terminado aún.

En 2004 se publicó mi libro El pelotudo argentino sensibilizado justamente por el recuerdo de aquellos sucesos. Incorporado en la tapa había un espejo en el que el lector podía mirarse al igual que lo había hecho el autor al recorrer hechos, situaciones y personajes.

El pelotudo argentino, el gil, el que soporta estoicamente las insaciables arbitrariedades del poder, un día se debería mirar al espejo y preguntar: ¿Hasta cuándo?

De eso trata esta película. Cuando pareciera que al ciudadano común lo invitan a hacerse cargo del riesgo país, de la cotización de la divisa estadounidense o de los cientos de indicadores que a diario lo bombardean, anunciándoles el imparable deterioro en su calidad de vida e ingenuamente siguen eternamente esperando algún gesto amable del poder de turno sea cual fuera este.

“La medida trascendental de fijar una nueva paridad del peso argentino igual a 350 pesos por dólar o su equivalente en otras monedas asegura, por su magnitud, que no habrá más devaluaciones” anunciaba ya hace más de 50 años el entonces ministro de economía Adalbert Krieger Vasena.

En un momento de la película, en una pantalla de televisión aparece otro ex ministro de economía informando de una nueva malicia del poder llamada “corralito”. Los protagonistas reciben la novedad con la misma angustia que miles de argentinos tuvimos aquel día de diciembre de 2001 y en la que nos decían como se nos venía otra vez la noche.

Anuncios de este tipo se han repetido sin parar una y otra vez a lo largo de nuestro pasado reciente, en diferentes modalidades y con gobiernos de facto o democráticos. Estos acontecimientos pueden rastrearse fácilmente en nuestra historia. Lo que nunca llegan a conocerse son las miles de historias de gente común -los giles- que en ánimos de sortear estas vicisitudes que el poder les convida, afrontan desventuras que los destruyen.

La recomendación sería tal vez ser precavido y no provocar a ese monstruo que cuando se sacude nos golpea sin piedad aunque la realidad nos demuestra que el monstruo castiga igual.

Del gil que se rebela, del que tienen todas las de perder, de aquel que no existe en la consideración de esa entelequia llamada mercado o poder o como los nuevos tiempos quieran denominarlo, se ocupa la película de Sebastián Borensztein en donde estos perdedores se sumergen en una odisea que busca redimirlos.

El pelotudo argentino en su momento fue un ejercicio de catarsis para mí y ver esta película me produjo inmediatamente la misma sensación. Los miles de argentinos que no existimos para el poder de turno de cualquier signo que toque, seguimos siendo esos giles que aun soportamos el abuso y en algún momento que espero sea pronto, nos animemos a encarar la odisea de decir: ¡Basta!

© LA GACETA

Mario Kostzer - Editor. Autor de El pelotudo argentino.

Comentarios