“American Factory”: EEUU y China colisionan en la pantalla

La película registra cómo se vivió en Ohio la radicación de una fábrica de capitales chinos La compañía empleó a muchos de los obreros que habían sido despedidos por General Motors. Tensiones derivadas de dos maneras de abordar el trabajo. Trailer.

10 Sep 2019
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JUNTOS. Empleados y chinos estadounidenses conviven en Fuyao. Habrá recelos, pero también comprensión.

“Son lentos e ineficientes”, se queja uno de los supervisores de la fábrica. La evaluación que hace frente a cámara de los empleados estadounidenses es lapidaria. El supervisor, al igual que el dueño de la compañía, es chino. La planta produce vidrios para automóviles y está radicada en Dayton (Ohio). El fenomenal choque de culturas que refleja “American Factory” habla de la economía global, sí, pero sobre todo aborda las historias de quienes intentan hacer pie en el mundo del trabajo enfrentando una realidad que cambió para siempre. La película es absolutamente imperdible.

En Dayton funcionaba una de las terminales de General Motors, cuyo cierre -producto de la crisis de 2008- dejó miles de familias en la calle. Allí se instaló la firma Fuyao y muchos de aquellos obreros despedidos por GM fueron contratados por la compañía de capitales chinos. “GM me pagaba 29 dólares por hora, ahora cobro 12 dólares”, revela una de las empleadas. Eso no es todo: Fuyao desembarca en Estados Unidos decidido a implantar su sistema de trabajo. Para eso, traslada a decenas de sus empleados, con la misión de capacitar y adoctrinar a los norteamericanos. Las cosas no serán sencillas.

“Tienen que trabajar más”, enfatiza uno de los chinos. No le cierra que los estadounidenses cumplan turnos de ocho horas y descansen dos días a la semana. “Al menos deberían venir los sábados”, apunta. En su país, los turnos son de 12 horas y descansan tres o cuatro días por mes. Entonces un grupo de jefes de área estadounidenses viaja a China para aprender cómo son las cosas en las fábricas de Fuyao. Allí comprueban que la disciplina es similar a la de un cuartel. Y se sorprenden porque nadie está dispuesto a quejarse.

“American Factory” es la primera película distribuida por la productora Higher Ground, fundada por Barack y Michelle Obama. Cuando termina el documental, Netflix ofrece un corto de 10 minutos en el que los Obama conversan con los directores Steven Bognar y Julia Reichert. El ex presidente subraya que el objetivo de Higher Ground es contar historias -reales o ficticias- que, básicamente, muestren cómo los cambios globales están afectando al ciudadano de a pie. En materia económica, esta elección no pudo haber sido más acertada.

Bognar y Reichert tuvieron pleno acceso, durante años, al proceso de radicación de Fuyao en Ohio. Registraron sin restricciones toda clase de episodios, en Estados Unidos y en China. Hablaron con los empleados y hasta tuvieron la oportunidad de recoger las impresiones de Cao, el mandamás de la firma, cuya fachada de implacable hombre de negocios se ablanda al referirse a su niñez.

El conflicto se potencia cuando Fuyao se opone a la instalación de un gremio dentro de la fábrica. Serán los empleados los que voten si quieren sindicalizarse, presionados por sus patrones y tironeados por los delegados que agitan desde afuera. La sensación que transmiten las imágenes es que se trata de un desgastante juego sin ganadores.

“American Factory” se cuida de tomar partido. Lo propio le sucede al espectador, porque la ambivalencia al momento de empatizar con los protagonistas es permanente. Será porque la película habla de un universo económico complejo, distinto y de difícil pronóstico.

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