Leo Mercado: “el escritor, como el que trabaja en un museo, es también un coleccionista”

Narrador y poeta, Mercado presenta su poemario Jauría. En esta entrevista traza una recorrida por sus lecturas y opina sobre el campo literario salteño.

03 Oct 2019
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“no hay peor autocompasión

que sentirse huérfano

de uno mismo”

Leonardo Mercado no necesita muchas palabras para crear un clima en el poema. Bastan tres líneas para hundir al lector en un vacío existencial.  Aunque no es sólo eso. Hay nostalgia, hay pesimismo, también esperanza: quienes lean los poemas que componen el libro “Jauría” sólo pueden tener una certeza: esas palabras dejan huellas. 

La presentación del libro (este sábado 5 de octubre, a las 19, en el Museo de Antropología de Salta) ha sido la excusa perfecta para establecer este diálogo con un outsider del campo literario salteño. 

¿Cómo empezaste a escribir poesía?

Creo que la escritura, en general, llega de la mano de la lectura. Posiblemente haya comenzado a escribir cuando inicié la rutina sistemática de la lectura en la universidad. Comencé escribiendo poesía atento a los poetas que leía entonces, como un callejón paralelo de las lecturas que eran, de alguna manera, obligatorias para cumplir con las condiciones académicas. Hablo de Gelman, de Girondo, de Cortázar, de Pizarnik, de Vilariño, entre muchos otros que ahora olvido. Después llegó la prosa (la prosa siempre llega justo a tiempo o llega tarde).

¿Cuáles fueron los libros o autores que ten convirtieron en escritor?

Tengo la sospecha que fue Arlt, con “El juguete rabioso” y, después, con “Los siete locos” y “Los lanzallamas” los que marcaron el rumbo. Luego, cuando descubrí a Rulfo entendí que había múltiples universos posibles, materiales pero también impalpables. Así, más tarde y casi naturalmente, fui llegando a Tizón.

Pero, diría, sobre todo lo anterior incluso, que la escritura es un proceso que está siempre en construcción y que debemos brindarnos la posibilidad de construirnos y reconstruirnos. Leemos constantemente y escribimos a un ritmo similar, entonces, es como si se tratara de un eterno retorno.

También escribís microrrelatos, ¿hay alguna relación además de la obvia, que es la brevedad?

Considero que para escribir microrrelatos es indispensable leer poesía, mucha poesía, sobre todo poesía. Dice Nietzsche que “la estrategia de un buen escritor de prosa consiste en la elección de los medios que lo acerquen lo más posible a la poesía, sin tocarla”, y creo que esa es la estrategia que forma la esencia innegociable de la microficción. En mi experiencia personal creo que la microficción se escribe con un ritmo parecido al de la poesía; y la búsqueda estética debe darse en un universo simbólico igualmente parecido al de la poesía en donde no prima (o no debería primar al menos) la forma. Creo que los límites, en ambos casos, están dados por el hecho estético antes que por alguna noción de constricción, por decir algo, academicista o formal.

Sobre la brevedad acotaría que, si bien en algún punto atraviesa a ambas longitudinalmente, debería ser una catapulta que obligue (en el buen sentido) al lector a asumir una postura respecto de lo que está leyendo. La brevedad, que es también la buena administración de los silencios, debe sugerir estrategias de construcción de las obras en donde el lector asuma cierto rol que puede ser incluso extemporáneo a la lectura (nadie se baña dos veces en el mismo río).

Sos antropólogo, trabajás en museos desde que te recibiste sino es antes, incluso… ¿Cómo se relaciona tu profesión con tu escritura?

Trabajo desde hace muchos años en museos. El punto en común con la escritura es la tarea del coleccionista. El escritor, como el que trabaja en un museo, es también un coleccionista. Podría señalar que la poesía una colección de palabras que se ordenan bajo un criterio (estético) para ser presentadas como una sorpresa, como una novedad, como un asombro (digamos como un libro).

Al mismo tiempo, considero que escribir es hacer una arqueología de nosotros mismos; es excavar nuestro propio tiempo, que no es otra cosa que nuestra historia, buscando esas evidencias (arqueológicas, para repetir la metáfora) que nos permitan reconstruir un aspecto de nosotros que queremos contar. Lo demás es conocer el buen uso de las técnicas (no existen pero vamos a llamarlas así) arqueoliterarias.

Posiblemente la obra de todo autor sea lo que sucede entre el lugar en el que está parado (que es su trayectoria), y el objeto que constituye su espacio vital de representaciones. La escritura es entonces esa visibilidad atmosférica. Creo que mi obra habla de hombres (que a veces es uno y soy yo) que intentan relatar el mundo bajo un orden que convierta el caos en cosmos.

La editorial que publica tu libro no es de Salta. Contanos un poco de Halley y cómo llegaste a ella.

Halley es una editorial independiente dedicada a la poesía breve, llevada adelante por Mariana Kruk, con un catálogo que presenta a numerosos autores de las más variadas geografías. Dice Mariana que Halley “se propone buscar maravillas literarias” con apuestas editoriales muy interesantes como por ejemplo (y por nombrar solo una) el hecho de ser el propio autor de cada libro el responsable de ilustrar la tapa de su obra.

Jauría, por su parte, es una colección de poemas que tiene algunos años y que estaba, tranquila, en una vieja computadora hasta que a Carolina, mi esposa, se le ocurrió enviarle un manuscrito a la editora de Halley. El caso es que a Mariana le gustó la propuesta y decidió editarla. Entonces hablamos de esa posibilidad y del miedo que me generaba pensar en el hecho de que ese libro haya envejecido más de lo esperado y que tuviera mucho polvo (el polvo es la materialización del tiempo transcurriendo), y de tener, sobre todo, que enfrentarme a destiempo a una producción pretérita. Pero entonces pensé en la arqueología (otra vez esa relación profesión/escritor) y empecé a “excavar” Jauría pretendiendo recuperar lo que pudiera representar la esencia de la obra. Mariana aportó una visión imparcial y “desde afuera”, que permitió que Jauría conservara, por ejemplo, sus 50 poemas originales, y, sobre todo, que cada texto fuera pulido hasta ocupar el lugar que le correspondía dentro de la propuesta estética.

¿Cómo ve el campo literario de Salta?

Ampliándose cada vez más y eso es señal de que algo está sucediendo. Por ejemplo hay una buena proliferación de talleres literarios y, aunque si bien no soy muy amigo de ellos, sí entiendo que el hecho de que exista una necesidad de familiarizarse con la producción de cada uno en tanto autor y que existan escritores/autores/facilitadores que asuman el compromiso de hurgar y colaborar en la definición de un “yo literario”, de un estilo, es muy valioso (cuando no indispensable en algunos casos). La posibilidad, al mismo tiempo, de contar con la inmediatez de la tecnología permite que los límites del campo literario se expandan hacia otras direcciones permitiendo, principalmente, leer a los contemporáneos. Siempre es valioso saber qué producen, y cómo, y dónde, nuestros contemporáneos. Y eso está sucediendo en Salta.

5 libros que recomiendes

Voy a decir cinco solo por decir cinco.

Pedro Páramo, de Rulfo.

El hombre que llegó a un pueblo, de Tizón.

Nueve cuentos, de Salinger.

Poesía completa, de Vilariño

Poesía completa, de Pizarnik

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