Cómo contar un país

Dos autores jóvenes argentinos se propusieron narrar, cada uno a su manera, un país. No es el mismo país ni es el mismo libro: Joaquín Sánchez Mariño escribió En Venezuela: postales de un país al borde del colapso; Fernando Krapp escribió Una isla artificial: crónicas sobre japoneses en Argentina.

06 Oct 2019

Por Pablo Nardi

PARA LA GACETA - BUENOS AIRES

La Venezuela de Nicolás Maduro no es un territorio que se preste para terceras posiciones, y esa es justamente lo que el cronista Joaquín Sánchez Mariño se propone. En febrero de 2019, aterriza en el país, sin una idea preconcebida, para averiguar qué pasa realmente en el país bolivariano. En el aeropuerto lo reciben unos conocidos chavistas, que, sin dejar de ser amables, le preguntan qué piensa de Chávez. El autor intenta eludir la incomodidad: responde que Chávez era un gran escritor, y recita de memoria la frase: “Ha muerto un justo, ha muerto un valiente”. Esta escena inaugural contiene buena parte del libro: un periodista que intenta eludir la toma de posición extrema y llega a sentir culpa por su tibieza, y por otra parte un uso del oído y la oralidad extraordinarios que incluye un buen despliegue de testimonios en primera persona.

Injustamente, el nombre de Sánchez Mariño es más familiar en el ámbito periodístico que en el de las letras. Sin embargo, en cualquiera de sus notas en Infobae o Red/Acción es discernible el pulso novelístico, la pulsión caparrosiana de contar el mundo. Por ello, no es casualidad que En Venezuela sea una crónica de largo aliento escrita con los recursos de la novela: hay personajes, intrigas, tensiones. El contexto, tan horroroso en la realidad, es una mina de oro para cualquier escritor —el autor lo sabe y lo problematiza.

Sánchez Mariño visita las ruinas de un diario cerrado por el régimen chavista, conoce a una mujer que tuvo que recorrer seis hospitales para encontrar un lugar donde parir, conversa con un oficialista a ultranza. Además, se narra el momento en que la historia podría haberse torcido: la llegada de la Ayuda Humanitaria. Pronto el autor entiende que nadie niega que el país está en llamas; lo que está en discusión son las causas. Para unos, si no hubiese un bloqueo por parte de Estados Unidos todo estaría mejor. Para otros, el problema es del autoritarismo chavista.

Vargas Llosa escribió que el personaje más importante de cualquier historia es el narrador, porque a través de él conocemos el mundo que se nos presenta. En este caso, Sánchez Mariño lo reconoce e incluso utiliza su propia voz para reflexionar sobre el oficio periodístico: qué es contar un país, por qué se anima a ingresar a una villa venezolana y no a una argentina, el dilema de si un periodista debe ponerse en el centro de la escena o hacerse a un costado.

Sincronía y diacronía

En lingüística se habla de sincronía y diacronía. El libro de Sánchez Mariño es sincrónico: estudia el presente de Venezuela, la recorre en extensión territorial. El libro de Krapp, en cambio, es diacrónico: estudia la llegada de japoneses a Argentina, las causas que los trajeron y el desarrollo de la comunidad nipona a lo largo de las décadas.

Todo comienza cuando Krapp manifiesta su deseo de contar Japón. Un amigo argentino que vive en Japón le dice que es imposible, y que la imagen de ese país está demasiado mediada por Occidente. Con una ambición más acorde a la realidad, el autor se limita a estudiar un tema más abarcable y, quizás, más interesante: las comunidades japonesas que se instalaron en Argentina. Averigua que la primera ola inmigratoria se produjo por algo parecido a un choque de ambiciones: a fines del siglo XIX, una corriente de japoneses viajó a Brasil con el fin de trabajar la tierra y preparar el terreno para el desembarco de una red corporativa japonesa. Sin embargo, tras la abolición de la esclavitud, Brasil necesitaba mano de obra barata y aprovechó a los campesinos japoneses para ponerlos a trabajar, en condiciones muy precarias, en el cultivo de café. Los japoneses no tardaron en huir, primero a Perú y luego a Argentina.

Krapp estudia las comunidades que se asentaron en el país, sus costumbres e intercambios con Argentina. Para ello viaja a fincas mendocinas, tierras misioneras y Buenos Aires. El recorrido arma una radiografía de la comunidad japonesa y también, inevitablemente, de Argentina: modalidades de producción, la industria de las tintorerías y el impacto que tuvieron en los círculos productivos locales, el Jardín Japonés como símbolo y mercancía, y hasta los desaparecidos de la última dictadura militar.

Ambos libros pueden leerse como una línea de contornos en la que la figura final no es necesariamente la propuesta en un principio y en la que el periodismo escapa a sus propios límites: involuntariamente, Krapp conforma una imagen del desarrollo histórico de Argentina a la luz de las comunidades japonesas y el intercambio de culturas; Sánchez Mariño, por otra parte, a través de los diversos testimonios, tanto a favor como en contra, logra dibujar un perfil secreto y esquivo de Hugo Chávez.

© LA GACETA

Pablo Nardi - Periodista cultural.

PERFIL

TÉLAM

Fernando Krapp nació en Buenos Aires, en 1983. Es cineasta, periodista y escritor. Estudió Letras en la UBA y guión cinematográfico en Enerc. Colabora con Radar, suplemento dominical de Página 12. Dirigió los documentales, Beatriz Portinari. Un documental sobre Aurora Venturini (Premio Argentores) y El volcán adorado. Publicó el libro de cuentos Bailando con los osos.

PERFIL

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Joaquín Sánchez Mariño nació en Buenos Aires, en 1985. Se Licenció en Comunicación Social en la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES). Es periodista y trabaja en la Revista Gente desde 2008. Participó de la antología de poesía Ama-Zonia 3.0 - Realidad Real. Publicó una antología de poesía y dos novelas. Escribe en medios de Argentina, España, México, Colombia y Chile.

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