Agota Kristof, la crueldad y la mentira como arte

Con su hija de cuatro meses en brazos, una bolsa de pañales y otra de diccionarios, Agota Kristof tuvo que abandonar Hungría a los 21 años por la intervención de su marido en la revolución contra el régimen prosoviético. Esa experiencia selló en la escritora la preocupación por los vínculos familiares y las consecuencias de la guerra, que 30 años después, serían el centro de una obra literaria esencial para entender la crueldad del siglo XX.

06 Oct 2019

Por Verónica Boix

PARA LA GACETA -  BUENOS AIRES

Al cruzar la frontera Agota Kristof se radicó con su familia en un pueblo de la suiza francófona. No sabía el idioma, durante un tiempo postergó su idea de escribir y empezó a trabajó en una fábrica de relojes. No le gustaba el trabajo, y de a poco, se animó a escribir poemas en húngaro, que su hija le ayudaba a traducir al francés. De ese modo encontró la lengua en la que escribiría toda su obra.

En el mismo pueblo se casó de nuevo, tuvo dos hijos más, escribió algunas obras de teatro que presentó en cafés y recién alrededor de los 50 años se decidió a escribir la novela que la consagraría como una autora fundamental: El gran cuaderno. En ella cuenta la historia de dos hermanos gemelos que registran en un cuaderno las estrategias que arman para sobrevivir al dolor, después de que su mamá, sin recursos para mantenerlos y con un marido en el frente de batalla, los dejó al cuidado de una abuela despiadada. Los chicos tienen apenas cuatro años, pero la astucia necesaria para construir una ética insólita contra el horror .

Como suele pasarles a los escritores radicales, dos editoriales rechazaron el manuscrito porque les parecía una historia demasiado dura. Finalmente, se publica con un éxito inmediato. La obra se traduce a más de 30 idiomas, recibe una serie de premios en Europa y se vuelve un mito en todo el mundo. Basta leerla para tocar el fondo de la crueldad, y al mismo tiempo, de la bondad desinteresada. Imposible no sentirse interpelado.

Escribir lo que es

“Para decidir si algo está “bien” o “mal” tenemos una regla muy sencilla: la redacción debe ser verdadera. Debemos escribir lo que es, lo que vemos, lo que oímos, lo que hacemos”, anotan los gemelos en el cuaderno. Y en esa frase, con una lucidez inédita para una autora novel, Kristof anticipa los principios que va a seguir en su escritura a lo largo de toda su vida. Tanto es así que, ya consagrada, la autora solía decir que buscaba escribir de una forma justa, sin relleno, sin grasa.

Puede ser que Kristof estuviera obsesionada con los dos hermanos. Lo cierto es que siguió escribiendo sobre ellos y en 1988 publicó la novela La prueba y un poco más adelante, La tercera mentira. Las trilogía abre alternativas nuevas sobre la vida de los gemelos y pone en cuestión la verdad de todo lo contado como esas imágenes que se encuentran ocultas bajo los dobleces del papel y revelan una figura desconocida. Hasta ahora la trilogía publicada bajo el nombre Claus y Lucas era un tesoro inhallable en el país, pero hoy vuelve a encontrarse gracias a la reedición de Libros del Asteroide.

El estilo de la autora húngara puede parecer algo áspero, pero la certeza de las imágenes lo vuelve hipnótico. Es decir, las frases objetivas, sin emociones, ni explicaciones, tienen el filo de una navaja para desnudar la ausencia de moral frente a las situaciones extremas. Incluso su autobiografía La analfabeta mantiene esa crudeza, aunque se arrepintió de publicarla. Y pocos años antes de su muerte en julio de 2011, Kristof dejó de escribir por un motivo simple: “No lo necesito. Para mí la escritura es demasiado importante como para hacer algo que no me guste”.

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Verónica Boix - Periodista cultural.

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