Apuntes sobre "Jauría"

Leonardo Mercado, como administrador de silencios, deja que las palabras construyan solas. El poeta no se esconde entre los versos del poema, pero tampoco se pone en primer plano para opacarlo.

09 Oct 2019
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Por Daniel Medina

Jauría llegó hasta mí en un momento justo: acababa de terminar de leer una antología de poetas “jóvenes” de otra provincia (lo de jóvenes lo pongo entre comillas, porque la mayoría de los poetas antologados tenía entre 30 y 40 años) y cuando terminé esa antología recuerdo haber sentido cierto pavor: no podía diferenciar a uno de otro. Eran diez poetas, pero parecía uno solo. La misma verborragia, las mismas obsesiones, las mismas referencias de la cultura pop. No es que estos elementos me molesten per sé, todo lo contrario, me gustan. El problema de esta antología es que había Diez poetas, pero una sola voz. Diez poetas y una sola forma de mirar el mundo.  

A veces un campo cultural funciona de manera idéntica al algoritmo de Netflix: sólo recomienda lo que se parece entre sí. Tendemos a la endogamia.

Es por eso que decía que Jauría llegó hasta mí en un momento justo.

Jauría, el libro que hoy presentamos, es una anomalía dentro del campo literario local. Leonardo Mercado es un total outsider, escribe y sobre todo lee, a contrapelo de lo que hoy se impone como moda.

A la adición desenfrenada de palabras, Mercado responde con una administración quirúrgica de los silencios. En sus poemas es tan importante lo que se dice, como lo que se calla.

Algo que me impresionó muchísimo de Jauría es que Mercado no necesita muchas palabas para crear un clima en el poema. En algunos casos bastan tres líneas para hundir al lector en un vacío existencial. O en la nostalgia, o en el pesimismo, o en el amor o la esperanza.

Algo que me gusta mucho de este poemario y que contrasta con mucho de lo que se escribe es que en ninguna de sus páginas se puede notar la irrupción del poeta gritando mírenme, mírenme, miren que inteligente que soy, míren cuánto sufro. Mírenme, mírenme.

Mercado, como administrador de silencios, deja que las palabras construyan solas. El poeta no se esconde entre los versos del poema, pero tampoco se pone en primer plano para opacarlo.

No quiero ahondar en apreciaciones sobre el libro, ustedes sacarán sus propias conclusiones cuando se enfrenten a estos poemas.

Sólo me resta mencionar una cualidad del libro, a manera de advertencia: Jauría está hecho de palabras radioactivas: son palabras que siguen operando sobre los lectores, transformándolos, aún mucho después de leído el poema.  Las palabras de este libro dejan huellas en los lectores.

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