Bruno Gelbert por Leila Guerriero

Logrado retrato del gran pianista.

03 Nov 2019
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ESCALA. En la recreación de una clase dictada a un alumno joven, Guerriero escenifica la exigencia de Gelber.

CRÓNICA

OPUS GELBERT

LEILA GUERRIERO

(Anagrama - Buenos Aires)

Sí, aunque tiene fuertes aires novelescos es una larga, larguísima entrevista –realizada a lo largo de casi un año– a Bruno Gelbert, declarado en Europa uno de los cien mejores pianistas del siglo XX. Regresó al país en el 2013. Habita en un edificio antiguo de magnífica factura ubicado en el populoso barrio de Once en un departamento decorado teatralmente. Todo en él parece tener una marca teatral.

Sin dejar de tener el sello de un buen periodismo y acercando toda la información necesaria al lector, el libro está escrito con elegancia y toques de humor mientras cuenta la vida de este personaje a veces extraño, que se sabe genial, irónico, agudo y también generoso y solidario. Víctima de una polio en su niñez, nada impidió que tocara el piano desde los tres años. No se queja, habla del tema casi con naturalidad contando que su enfermedad nunca le impidió estudiar piano, su pasión.

En cada charla deja traslucir su humor feroz y recae en los temas a veces inquietantes (algún accidente) y a veces banales. Sus brazos son fuertes, ojos pequeños y de mirada intensa que irradian embeleso, estupor, burla pero “nunca duda” ni “nostalgia por algo”. Está conforme con su vida y con su suerte. Vivió 25 años en Paris y otros tantos en Mónaco. Se codeó con la nobleza europea por lo que a veces trasunta un cierto esnobismo, pero su notable inteligencia lo salva. Ama la estética, vive pendiente de la belleza de los cosas, de la gente. Su capacidad de goce lo protege de los sinsabores de la vida, esa es su arma predilecta. La autora nos hace testigos de una clase dictada a un alumno joven, allí percibimos el nivel de exigencia de Bruno Gelbert para que su alumno alcance la perfección tan anhelada por él mismo.

Dio 5.000 conciertos en 54 países, pero por momentos eso no le importa; si recuerda su obra maestra: el concierto para piano número 1 opus 15 de Brahms. Nunca fue al colegio, por lo que alguien le dijo “no tiene calle” y él respondió con ingenio, “no, tengo mundo”. Debutó en el Colón a las 14 años en 1955.

¿Cómo contar con palabras la profesión de un pianista genial? De un escritor se citan sus textos, de un pintor se reproducen sus obras…¿de un pianista? ¿Cómo explicitar en un escrito la maravilla del sonido que sale de esas manos? ¿Cómo hacerlas llegar al lector? Contra toda evidencia, y con placer, doy fe que Leila Guerriero logra que el lector “escuche” la magia de Bruno Gelbert.

© LA GACETA

Cristina Bulacio

Opus Gelbert*

Por Leila Guerriero

El rostro es una réplica perfecta del que reproducen cientos de fotos en las que tiene un aire antiguo muy elaborado: una frente amplia desde la que brota el pelo en tonos artificiales, rojizos; una nariz pequeña y respingada; mejillas llenas. Pero el centro, la esencia, la usina son los ojos: bajo las cejas circunflejas que terminan en una línea, los ojos pequeños, marrones, de párpados sombreados en degradé, son lo crudo, lo desnudo, lo invencible, y traccionan hacia el rostro una expresividad inaudita. Una máquina que irradia deleite, estupor, embeleso, curiosidad, burla, asombro, goce, perfidia. Pero nunca turbación, pero nunca duda, pero nunca -jamás- nostalgia.

* Fragmento.

Perfil

Leila Guerriero nació en Junín, provincia de Buenos Aires, en 1967. Es periodista. Su trabajo se publica en diversos medios de América Latina y España: La Nación y Rolling Stone, de Argentina; El País, de España; Gatopardo, de México, y El Mercurio, de Chile, entre otros. Es editora para América Latina de la revista mexicana Gatopardo. En 2010, su texto El rastro en los huesos, publicado en El País Semanal y en Gatopardo, recibió el premio CEMEX-FNPI. Publicó, entre otros, los libros Los suicidas del fin del mundo, Frutos extraños y Una historia sencilla.

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