Testimonios que inspiran: las verdaderas historias detrás de un mensaje viral

La Escuela Técnica N° 5 se vio envuelta en un mal entendido a causa de un mensaje que circuló por Whatsapp, que mostraba una silla postural verde, supuestamente fabricada por los alumnos para personas con discapacidad. El teléfono no dejó de sonar. Y la escuela tuvo que aclarar que la silla verde no estaba hecha por los alumnos y que la escuela no entrega sillas posturales.

15 Nov 2019
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TUCUMÁN.- Un mensaje viralizado por las redes sociales se parece a un cometa. Pasa fugaz dejando una larga estela de comentarios, sin que nadie advierta las otras millones de estrellas que están ahí, desde siempre, alumbrando el Universo. 

Algo parecido ocurrió esta semana. La Escuela Técnica N° 5 se vio envuelta en un mal entendido a causa de un mensaje que circuló por Whatsapp, que mostraba una silla postural verde, supuestamente fabricada por los alumnos para personas con discapacidad. El teléfono no dejó de sonar. Y la escuela tuvo que aclarar que la silla verde no estaba hecha por los alumnos y que la escuela no entrega sillas posturales.

¿Qué ocurrió en realidad? LA GACETA visitó la escuela y el jefe del taller, Fabián Figueroa, develó el enigma: “la silla verde es una ilustración sacada de Google. Lo cierto es que una empresa privada provee de material a la escuela para que los alumnos trabajen en prácticas profesionalizantes. Son maderas previamente cortadas que los estudiantes ensamblan. Luego la firma retira las sillas (que no están pintadas) y las dona a personas con discapacidad”.

Pero detrás de este mensaje fugaz, hay cientos de historias en esa escuela. Historias de sacrificio, de ilusiones, de sueños que encienden la vida de cada alumno como si fuera una estrella.

En Patricias Argentinas 383, casi 1.000 alumnos tienen tres especialidades: Maestro Mayor de Obras, Informática y Electromecánica.

Los estudiantes, y en especial los más grandes, pasan casi 12 horas diarias en la escuela. Muchos de ellos no tienen tiempo ni dinero para volver a sus casas y se quedan a comer un sandwich en el patio escolar. De 7.30 a 12 cursan las materias comunes y a partir de las 14.30 arrancan los talleres, Educación Física y/o las Prácticas Profesionalizantes, que son 200 horas reloj, aclara el profesor Figueroa.

En estas prácticas los chicos de 6° y 7° año aplican todo lo aprendido. Por ejemplo, los de Construcción hicieron el contrapiso de un aula en la escuela vecina. El material es provisto por la interesada. También levantaron un aula de Durlock y el quiosco escolar.

La silla verde que apareció en Whatsapp y en Facebook no es fabricada en la escuela; corresponde al Departamento Operativo Móviles del Siprosa.

Los jóvenes de Electromecánica acaban de instalar el primer aire acondicionado en su escuela. En total son 14 equipos que se compraron con recursos de la Cooperadora y del Ministerio de Educación. Pero no los podíamos colocar porque nos faltaban herramientas especiales que son muy caras. “Este año pudimos conseguir los recursos económicos para colocar los equipos. Es algo que estuvimos esperando durante varios años. Por eso para mí ayer fue un día histórico porque logramos colocar el primer aire”, cuenta feliz Agustín Iriarte, de 20 años.

“Los que estamos aquí valoramos mucho lo que nos brinda la escuela. Imaginate que la colocación de un aire acondicionado te cuesta $5.000 sólo de mano de obra, y a nosotros aquí nos enseñan a hacerlo”, dice Agustín. Pero también reconoce que “esta escuela no es para cualquiera. Te tiene que gustar. En 2° año, cuando yo entré, éramos 45 en el curso y ahora, en 7°, quedamos 21”, ejemplifica.

Aunque parezca increíble, muchos alumnos además de pasar 12 horas en la escuela, se dan tiempo para otras cosas. Marcos Pirini, de 21 años, por ejemplo, trabaja en la construcción con su padre y con su abuelo. Y por las noches, a la salida de la escuela practica Kick Boxing. “Cuando termine la escuela quiero encontrar un buen trabajo para seguir estudiando una tecnicatura, porque sé que en mi casa no me pueden bancar la facultad. Quiero seguir mantenimiento industrial”, dice.

Eliseo Páez, de 18 años, futuro estudiante de Arquitectura, se da tiempo para leer (es un fanático de Gabriel García Márquez) y para tocar la guitarra. Los fines de semana realiza un voluntariado en la iglesia evangélica Roca de Salvación. “Reunimos a los preadolescentes y leemos la Biblia. Hablamos de los valores y siempre hacemos juegos y campamentos”. Cuenta que en la escuela aprende mucho más que contenidos. “Los profes nos cuentan su historia de vida, lo que ellos se sacrificaron para estudiar. Y eso nos hace sentir privilegiados por esta oportunidad que tenemos de aprender”, remata.

Guadalupe Martín, 20 años, es una de las pocas mujeres de la escuela. Es la reparadora oficial de su casa. Vive con su madre y su hermana. “Todo lo que se rompe lo arreglo yo”, cuenta con simpatía. Piensa estudiar Física en un instituto superior “porque me han dicho que la universidad es muy difícil, y yo quiero trabajar lo más rápido posible”. Su amiga Celina Gómez, de 19, vive en Tafi Viejo, y tiene una hora de viaje. “Todo el año me levanto a las 6 , llego a la escuela a las 7.30 y regreso después de las 20 a mi casa. A mí me gusta tanto esta escuela que mi sueño es recibirme para venir a trabajar aquí, como docente”, regala su mejor sonrisa.

Para Erick Caballero, de 18 años, las cosas no han sido fáciles los últimos tiempos. El año venía muy bien. Después de la escuela, a las 19.30, sigue estudiando; a esa hora hace un curso nocturno de “montador domiciliario”. “Es para hacer mantenimiento de aires acondicionados, heladeras, lavarropas y ventiladores. Sale a las 22. Yo quiero tener otro título para reforzar el que me da la escuela”, cuenta. Pero hace dos meses, la vida lo paró en seco. Su papá tuvo un accidente vial y falleció.

“Soy único hijo. Mi mamá trabaja como mesera o en limpieza. Pero ahora justamente está desempleada”. La cara de ese joven musculoso, de pelo corto, se endurece para no aflojar. Se produce un silencio y baja la mirada. Hasta los fines de semana utilizaba Erick para trabajar en los proyectos de la escuela.

“Estamos haciendo una maqueta de paneles solares. Queremos hacer calefones solares”, dice con los ojos llenos de entusiasmo pero se entristece al pensar que tiene que trabajar apenas egrese de la escuela. Su sueño es estudiar Ingeniería Mecánica. No sabe cómo lo va a lograr. Pero confía en que de alguna manera lo hará. Después de todo, ¿no es que en las noches más oscuras es cuando más iluminan las estrellas?

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