Navidad: ¿es mejor ser local o visitante? ¿con quién nos juntamos a celebrar?

Ideas para lidiar con los dilemas de fin de año.

14 Dic 2019
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Navidad y Año Nuevo son los festejos estelares que tenemos cada 12 meses. Son dos celebraciones recargadas de emociones. Con ellas cerramos una etapa y abrimos otra. Y generalmente, cuando estamos en plenos preparativos se nos presentan muchos dilemas: ¿es mejor ser local o visitante? ¿con quién nos juntamos? ¿qué hacer con los hijos cuando los padres están separados? ¿compramos regalos para todos? Estas preguntas tienen respuestas. Pero no hay una sola opción. Aquí, algunas alternativas que pueden ayudarte a resolver las dudas de cada fin de año.

1- ¿Anfitriones o visitantes?

“Los dos tienen sus pro y sus contras. A mí me gusta jugar de local porque nadie me apura para irme”, explica Martín Salinas (comerciante, 44 años). Sin embargo, le da la razón a su esposa Carolina cuando ella dice que el anfitrión carga con toda la responsabilidad del festejo: debe limpiar, organizar y chequear que no falte nada. Ellos ponen su casa para una de las fiestas. En la otra prefieren jugar de visitante.

“Prefiero ser anfitriona. Pero con algunas condiciones: no me junto en esas fechas con familiares que no veo en todo el año y que solo porque son las fiestas hay que invitarlos”, comenta Graciela Yanicelli (39). De esa forma evita tener que pasar momentos incómodos o exigirse mucho más en la preparación de la casa.

A Leonor Peralta (51 años, estilista) también le encanta ser anfitriona. Pero cree que la clave es dejar en claro algunas reglas de juego. “Por ejemplo, no me gusta que vengan con mascotas y hago una lista de lo que trae cada uno para comer y beber. Además, cuando estamos por terminar, les digo claramente que hay que ayudar a ordenar un poco”, apunta la vecina de Yerba Buena.

Después de varias experiencias, hay otra cuestión que ella especifica en las fiestas: todos los platos que se sirven en la mesa se comen fríos. “Estar cocinando hasta último momento por ser la anfitriona es bastante injusto”, considera. Entre las anécdotas de sus festejos recuerda una noche de Fin de Año que no se sintió bien, decidió recostarse en el sillón un ratito y se levantó a la mañana siguiente, cuando ya se habían ido todos los invitados.

“¿Cosas que le pasan a un anfitrión? Que te rompan cosas valiosas, que te tomen todo lo que hay en la heladera y que te quede comida para comer una semana entera. Disfruto mucho. Me encanta agasajar a mi familia y amigos”, resume.

2- ¿Tu familia o la mía?

El debate se renueva para casi todas las familias cada diciembre: “le había confirmado a mi mamá que íbamos a su casa en Navidad y ella estaba re ilusionada. Pero mi esposo ya le había dicho a su madre lo mismo. Así que tuvimos que negociar. La moneda fue quién dio el veredicto”, cuenta Mariana Longo (36 años, nutricionista).

Para ella la clave para definir dónde pasar cada una de las fiestas es poner el tema sobre la mesa lo antes posible. “A veces hemos decidido irnos de viaje para no entrar en conflicto; y la pasamos muy bien aunque no es algo que podamos hacer siempre”, reconoce.

El psicólogo Arturo Gómez López, especialista en terapia familiar y de pareja, señala que aunque el clásico es alternar una fiesta con cada familia, hay más opciones. “Lo más importante es la empatía, poder ponerse en el lugar del otro, escuchar las razones de su apego y entenderlo”, expresa.

“Puede ocurrir que, con la acumulación de experiencia a lo largo de los años los cónyuges acuerden que hay una familia con la cual la pasan mejor que con la otra y en ese caso pueden elegir cenar con las mismas personas las dos noches e ir a saludar a la otra familia al día siguiente”, ejemplifica.

“El problema se da cuando uno de los cónyuges se siente mal con la familia del otro y prefiere estar con la propia. Son cuestiones que veo mucho en el consultorio. El consejo que les doy es que traten de ir a esa reunión aunque no estén a gusto;, hay que hacer el esfuerzo por empatía con la pareja. Estos son momentos que uno valora mucho: estar con los seres queridos”, recomienda.

3- ¿Con mamá o papá?

Hay un capítulo aparte en las fiestas de fin de año para las familias ensambladas y los hijos de padres separados. ¿Los dejamos decidir con quién quieren estar? Gómez López sostiene si ellos tienen que resolver esta cuestión pueden angustiarse y ponerse incómodos. “Son los adultos los que deben acomodar estas situaciones a pesar de las diferencias que puedan tener”, opina.

Para la psicóloga Paola Brito (MP 1.739) hay que pensar bien cómo queremos celebrar estas fiestas tan importantes desde el punto de vista de las creencias y también de los afectos. “Un buen punto sería repensar las fiestas como un reencuentro primero con nosotros mismos y luego con nuestros seres queridos, que sea un encuentro libre, que los hijos de padres divorciados o hijos que van creciendo decidan desde el amor dónde y con quién pasar este momento, y que si la decisión es que no estarán en nuestra mesa, no nos haga pensar que no nos aman. Que no nos elijan nos dolerá, pero tenemos 364 otras oportunidades para expresarnos el amor”, opina.

Según la especialista, en muchas ocasiones estamos apegados a las tradiciones y nos cuesta soltar, salirnos de lo instituido. “Pero quizás es momento de encontrar nuevas formas de celebrar la vida, que las fiestas no sean motivo de disgustos o malestar sino de reflexionar qué queremos y para qué lo queremos”, plantea.

“Pensamos que lo justo es que un hijo pase una fiesta con cada padre, pero ¿qué les enseñamos? le mostramos con nuestras actitudes que están obligados a compartir. Es momento de dejar de lado nuestros egoísmos, y permitirles que ejerzan la elección desde la libertad y el amor. Los niños no se angustiarán ni se pondrán tristes si ven en nosotros los adultos la serenidad, el amor y el respeto por la decisión que tomen”, aconseja.

4- ¿Regalos para todos?

Algunas familias suspenden los regalos. Otras cumplen el ritual de dar muchos obsequios a todos los presentes. Están las que juegan al “amigo invisible” o las que restringen los paquetes para los más pequeños.

“Los regalos en sí mismos no son ni buenos ni malos, depende del marco espiritual e ideológico de cada familia, de sus costumbres. En lo personal creo que hay que tener pocas expectativas con los obsequios para no desilusionarse o no esperar que los otros sean tan generosos como puede ser uno. Más allá del valor económico los regalos deben estar más relacionados a la actitud de dar algo y al afecto con el que te entregan o entregamos eso”, sostuvo.

Brito, por su parte, reflexiona que la Navidad podría ser un buen momento de comenzar a crear conciencia: que es lindo recibir un regalo pero también darlo, enseñarles a los chicos que hay otros niños que también esperan un regalo y que quizás el niñito Dios o Papá Noel, o los Reyes Magos, no pueden llevarles a todos los niño.

“Entonces, podríamos ayudar entre muchos a sostener la magia de las fiestas, preparando regalitos (al alcance de nuestras posibilidades) para hacerlos llegar a quienes podamos”.

¿Llevo mi mascota o la dejo sola?

Desde que ellos, nuestros peludos amigos, se convirtieron en un miembro más de la familia las fiestas de fin de año nos trajeron una nueva disyuntiva: ¿los dejamos solos y encerrados o los llevamos con nosotros a brindar?  El veterinario Diego Petta admite que es una pregunta cada vez más frecuente en el consultorio. “Creo que hay que ver cada caso en particular. Hay perros que la pasan mejor solos y encerrados en una pieza, a oscuras y con la tele prendida. Otros que por miedo a la pirotecnia se desesperan e intentan huir como sea, poniendo en riesgo su vida. En estos casos considero que hay que medicarlos y acompañarlos; acariciarlos y tenerlos en upa”, recomendó.

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