Nuevos límites de la sensualidad y el erotismo en las redes sociales

Los especialistas consideran que se produce una suerte de democratización.

29 Dic 2019
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TIEMPOS DE INTERNET. El erotismo empezó a estar al alcance de todos.

En una continua ruptura de fronteras -que trastoca nuestros hábitos de vida, alimentación, deporte y ocio- las redes sociales también han logrado colarse en uno de los puntos de comunicación más íntimos del ser humano: su sexualidad. La prueba está en los mismos perfiles de Instagram, un espacio donde gestos eróticos como mostrar la lencería puesta y las escenas del after sex conviven con las selfies protagonizadas únicamente por el cuerpo y las peticiones de twerking o desnudos en vivo. Todo esto condensado en millones de fotos que alertan a las plataformas y llevan a la censura y a las restricciones de contenido.

Los especialistas hablan de una democratización del erotismo y un juego de permisividad corporal en el cual el placer virtual, la autorrealización y cierto voyeurismo posmoderno se infiltra en los perfiles. “Estamos en una era de trance. Antes el erotismo venía de la mano de las mujeres y de los hombres estereotipados. 

Después vino la transición: rompimos con esos cánones impuestos y nos adueñamos de la sensación. El erotismo comenzó a estar al alcance de todos. Hay una deconstrucción social y yo, con mi silueta y un celular, puedo ser parte”, explica la sexóloga María Victoria Puertas.

El resultado es que la intimidad ya no refiere sólo a lo que ocurre entre cuatro paredes. Y, en cambio, el Big brother es una herramienta de seducción. Eso sí, el precio es bastante alto. “Ahora también una parte de nuestra sexualidad está evaluada en la respuesta virtual del otro”, afirma la licenciada Puertas.

En cambio hay otros usuarios para quienes capturar en línea sus cuerpos implica un adiós a viejas ataduras. Si hay algo que abunda en la cuenta @pepsisasuke son las ligas, la cinta adhesiva y los senos pixelados. Tres elementos que permiten a la artista performativa detrás del nickname liberarse de las etiquetas de género.

“Reclamarme en mi sexualidad es muy importante y sanador. Lo que busco con esta exposición es cambiar el reflejo de nuestra opresión. Transformarlo en una liberación hacia la aceptación, y no solo sexual. Las fotos de mis pechos son -sobre todo- para introducir desde mí la normalización y la aceptación de él”, reflexiona la artista.

Entonces, ¿es positivo tanto like y reacciones on fire? El problema desencadena cuando tantas publicaciones de piel y poses con filtros entorpecen la autovaloración. 

“El motivo es que la mirada externa siempre completará la opinión personal. Creemos ser aquello que dicen de nosotros y a raíz de este esquema aparecen exposiciones cada vez más fuertes y provocativas. La exhibición puede ser una forma de liberación, pero el erotismo se da por el simple hecho de seguir pasando los límites. Porque todo va quedando corto y se necesita mostrar más para recibir mayores halagos”, detalla la psicóloga María Constanza Juri.

Cuerpo de encaje

Cansada de ver siluetas perfectas y publicidades 60/90/60, la fotógrafa Paula Álvarez decidió que era hora de mostrar en la pantalla la sensualidad que transmiten los cuerpos reales. Desde ese momento, su cuenta (@pibadeblockbuster_ph) sirve como un catálogo artístico donde las estrías, panzas, tatuajes y lunares se asoman entre prendas de encaje, sábanas o retratos jabonosos en la ducha.

Aunque por desgracia, el arte no está exento a las malas intenciones. “Si bien no hay publicaciones explícitas, me vi obligada a cambiar mi cuenta a privado y evitar que las imágenes sean vistas por menores de edad. 

Además esa configuración fue necesaria para controlar quién me sigue y darles seguridad a las mujeres que posan -comenta la estudiante universitaria-. Gran parte de los seguidores entendían que era fotógrafa. Sin embargo eso no quitó que reciba mensajes con comentarios asquerosos o fotos de genitales”.

¿Estás disponible?

Bastó un zumbido de su celular para destruir el calmado domingo de Laura Galindo: 100, 200, 300 números desconocidos aparecieron en WhatsApp ofreciéndole charla. “En los chats aparecía un link y como no entendía nada decidí abrirlo. Me mandó directo a una página de acompañantes donde había cuatro fotos mías sacadas de Instagram con otro nombre y la cara recortada”, comenta.

Ante la conmoción, atinó a pedir la baja del anuncio en la página tucumana y denunciar la situación en la Policía. “Había personas que eran agresivas y me insultaban por no contestar. Generó una situación de acoso con tantos mensajes e insistencias. Fueron 500 hombres los que consiguieron mi número”, afirma la docente de primaria, consciente de las implicancias laborales de la situación.

Al final, el miedo y la cadena de inconvenientes que debió sortear hizo que cambiara su número. Sumado a un nuevo mal sabor en la boca. “Cuando fui a ratificar la denuncia, la persona que me atendió insistía en que si las fotos estaban en mi perfil eran públicas. Por supuesto que no, se trató de un robo porque jamás autoricé a nadie su utilización”, enfatiza.

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