Mis libros de 2019

Siempre que hay que elegir y justificar una elección, recuerdo la misma cita de Borges sobre los listados: no son tan interesantes, y siempre queda algo afuera. No obstante, de un buen número de lecturas completadas y pendientes (con especial mención en este apartado a La pasión de Descartes, de Andrés Vaccari, Agrotóxico, de Patricio Eleisegui, y El cine del ajuste, de Sergio Luis Fuster), aquí van mis recomendadas del año que acaba de terminar.

05 Ene 2020
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IMAGEN ILUSTRATIVA

2x3 de Sergio Bizzio

Sergio Bizzio es un caso particular de la literatura argentina contemporánea. Con una extensa y heterogénea bibliografía, ha logrado afianzarse como uno de los narradores más originales de estas latitudes. Este año, Juan José Becerra llamó a Bizzio “libre, inspirado, inclasificable”. Aunque parte de su material guarde ciertas coincidencias con tramas y temas de la literatura fantástica y la ciencia ficción, la prosa de Bizzio, con sus antihéroes signados por la idiotez, el estupor o el asombro ante situaciones maravillosas, es un viaje de ida. En 2019, Bizzio publicó dos obras breves -brevísimas, y por ende buenísimas, según la máxima de Gracián-: La conquista, Iris y Construcción (Random House, 128 páginas) y La pirámide (Blatt y Ríos, con solo 68 páginas).

En el cuento homónimo que abre La conquista, Bizzio relata la invasión de China por parte de un calígrafo, que puede tomarse como sucedáneo de un escritor. El calígrafo lucha contra la imposibilidad de avanzar en el campo de batalla (las distracciones de la vida cotidiana pueden frenar el trabajo de escritura), y con su ejército (las palabras, materia prima del escritor) intenta vencer “el tedio de…interminables semanas de inacción”. Los generales de ese ejército “demoraban la partida, dejándolo todo para mañana”, en una parábola sobre el oficio de escribir. La crítica literaria también se ve reflejada en los personajes: el calígrafo escribe un poema de Li Po, lo entrega a un anciano para recibir como crítica de su caligrafía (la técnica, el estilo) “Carece de pasión -dijo-. También de flexibilidad, de ternura, de aspereza, de rapidez, de armonía, de equilibrio, de contrastes, de libertad, y de la belleza de lo irregular o desaliñado.” En “Construcción”, Sánchez, propietario de una pequeña casa, termina con una laberíntica y despareja construcción que no para de crecer, producto de una suma de intercambio de favores, como en los videojuegos Sims o Minecraft, mientras que “Iris” trata sobre un escritor que no tolera el uso de escarbadientes, en un relato que condensa la capacidad de Bizzio para ver lo ridículo en los entresijos de la vida cotidiana y acaba por reunir al escritor con un intenso amor de la infancia.

En “La mancha”, primer cuento de La pirámide, Derlis, padre de cuatro hijos pequeños y residente promedio de “un barrio obrero, idéntico a sí mismo por donde uno mirase”, tiene un encuentro con lo insólito. Casi como sucede en el film Milagro en la calle 8, Derlis recibe la visita de un ovni diminuto y debe escapar de la intensa curiosidad de su vecino, aunque también puede tratarse de un caso de maculopatía extrema, en un relato sobre ver y no ver. En “Mini”, asistimos a un cambio de vidas al estilo de La dimensión desconocida, pero no de conciencias ni de memoria, a la vez que el cuento que da nombre al libro relata la resurrección de una momia en la tumba que le fue dedicada durante su reinado.

John Muir, el buen pastor

Griselda García Editora publicó Mi primer verano en la Sierra, del escocés John Muir, con traducción de Víctor Olaya. Muir escribió sus experiencias como pastor de ovejas en la Sierra Nevada de California en el período junio-septiembre de 1869.

Precursor de un ambientalismo con los pies en la tierra, conocedor incansable de la flora y la fauna local, agudo observador de las lecciones de la naturaleza -olvidadas para los citadinos entonces y en la actualidad- Muir influyó en escritores fundamentales para la literatura norteamericana del siglo XX como Jack Kerouac y Gary Snyder, protagonistas velados de Los vagabundos del Dharma, novela de Kerouac de 1958. Gracias a la popularidad de su diario se fundaron los parques nacionales de Yosemite y el del Gran Cañón, entre otros.

En Mi primer verano en la Sierra, Muir describe a un ciervo como “una criatura verdaderamente admirable, un gran logro de la Naturaleza”, y señala que “Se habla a menudo de la Madre Naturaleza como si no fuera en realidad una madre. Y, sin embargo, con qué sabiduría y severidad y ternura ama y cuida a sus hijos en todo tiempo y confín salvaje.” La visión mística (y plena de sentido) de la naturaleza que Muir expone en su diario es tan relevante hoy como cuando fue escrito, ciento cincuenta años atrás. La abundancia de material académico disponible en inglés sobre su vida y obra es prueba de ello, y de la importancia de traducciones como la de Olaya.

La visión argentina

Dos libros publicados este año coinciden en incluir a distintas variantes de I.A. en sus narraciones: Los hologramas no hacen compañía, de Gonzalo Gossweiler (China Editora), y Britannica, de Germán Padinger (Magma Editorial).

El primero desde una óptica un tanto más amable hacia las máquinas, el segundo desde una postura más combativa: la invasión de las tecnologías de la información, producto de la multinacional Infopeek, con sucursales incluso en Rosario, es tan implacable que las personas de un futuro no muy lejano decidirán abandonar el cuerpo para vivir en una nube informática digital.

Los relatos de Gossweiler echan mano a un orientalismo bien logrado, resultado de la afición y el estudio de la cultura nipona por parte del autor, para contar historias sobre éxodos hacia el cosmos, niñeras robóticas o el primer amor de dos adolescentes japoneses en una sociedad hipertecnológica.

Padinger, investigador de temas bélicos, despliega en su novela una serie de recursos que dan cuenta de ese conocimiento: la resistencia armada que presenta un grupo filosófico, en los pozos de zorro que recuerdan a Los pichiciegos de Fogwill, y en el tipo de armamento (cañones de microondas, drones) que emplean los matones de la multinacional para reprimir las manifestaciones que se llevan a cabo en su contra.

© LA GACETA

Matías Carnevale - Periodista y crítico.

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