Hernán Vargascarreño: “La poesía es tan esquiva que llega cuando ella quiere”

Entrevista al autor de “Las cinco letras del deseo: antología latinoamericana de poesía homoafectiva del Siglo XX”.

22 Ene 2020
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por Juan Páez (*)

En la librería del Fondo de Cultura Económica de la ciudad de Bogotá, encontré una antología que me llamó poderosamente la atención. Se trata del libro “Las cinco letras del deseo: antología latinoamericana de poesía homoafectiva del Siglo XX”, compilado por Hernán Vargascarreño y Omar Ardila (Ediciones Exilio, 2016).

Durante mi estadía en La Candelaria, tuve el enorme placer de conocer y entrevistar a unos de sus compiladores. Me refiero al escritor y traductor colombiano Hernán Vargascarreño.

¿Cómo surge la idea de publicar esta antología?

“Las cinco letras del deseo” constituye el resultado, en principio, de un trabajo individual. Tanto Omar Ardila como yo llevábamos diez años recopilando poemas homoafectivos del mundo, no solamente de América Latina. Cuando nos conocimos, salió el tema y descubrimos que ambos veníamos realizando esta tarea de compilación de poemas gays y decidimos publicar el libro. Sacamos una tirada de 500 ejemplares de los cuales quedan muy pocos en el mercado. La publicación se logró gracias a que Omar es muy juicioso y yo también. Trabajamos medio año organizándolo y tomando decisiones. A mí, por ejemplo, los poemas muy de trans no me caían bien, pero Omar se encargó de enseñarme que no se trataba solo de poesía, sino que debíamos tener en cuenta la denuncia latinoamericana que giraba alrededor de los poemas. Cuando las ideas son buenas, soy muy fácil de convencer. Entonces decidimos poner aquellos textos que resultaba significativos en términos poéticos, políticos, sociales y humanos. Así, incluimos aquellos poemas que pocos querían publicar.

Sobre el autor: Hernán Vargascarreño (Zapatoca, Colombia, 1960). Poeta, traductor, editor. Docente de literatura egresado de la UIS. Dirige el sello editorial y la revista de poesía Exilio. Publicó numerosos libros y obtuvo varios reconocimientos, entre otros, Premio Nacional de poesía José Manuel Arango (2010) y el Premio Nacional de cuento Ministerio de Educación-RCN (2012)

Surge una relación interesante entre la poética y la política

La poesía por la poesía, o lo que llaman la poesía pura, es un tema valioso y valedero. Yo lo respeto. Pero también respeto la poesía política cuando lo social, lo político y lo inhumano se denuncia a través de ella. Pues la poesía es un arma maravillosa que no dispara. La poesía no saca sangre y no doblega con garrote. La poesía está solamente para leerla y si la palabra tiene el gran poder de denunciar, hay que agradecerlo. Además, permite aclarar ciertas épocas, sobre todo, la de algunos países latinoamericanos donde, hace cuarenta años atrás, nos sacaban a la fuerza de los bares gays. Aquí en Bogotá fue muy duro: nos tiraban al piso para darnos patadas. Ahora nadie puede hacer eso. Hemos ganado mucho terreno. La poesía, la política y todo lo que ayude a respetar las diferencias raciales, religiosas y sexuales, bienvenido sea. Porque necesitamos un mundo mejor, no echar para atrás.

¿Tenés alguna definición para la poesía?

Es muy difícil definir qué es la poesía. De acuerdo a la edad de uno y a los momentos, esa definición va cambiando. Podría decirte que, para mí, la poesía es mi religión. Además, me ha permitido conocer la historia de la humanidad desde oriente hasta Bogotá. Por lo tanto, la poesía también ha sido mi arma intelectual y política porque uno asume posiciones. La poesía esclarece más que el discurso académico, político y económico. La poesía te muestra desde los grandes problemas hasta la más pequeña sencillez. Y en ese mundo, que está entre lo elevado y lo abajito abajito, está la humanidad. Entonces, además de mi religión, la poesía ha sido mi salvación. Una salvación incluso por lo sexual, porque yo desde pequeño he sido muy agredido. Yo perdí mi familia y me tocó irme exiliado -por eso mi sello se llama Exilio-. Perdí contacto con ellos para no amargarles la vida. Entonces me tocó tomar la poesía como mi religión, mi filosofía, mi forma de ser y de vivir. 

Pienso en tu labor como traductor

Traduje solamente a tres poetas y algunos textos de Sylvia Plath. Lo que he traducido siempre ha sido por un gran amor. Tal es el caso de Emily Dickinson. Yo la considero la mejor poeta de todas las lenguas y de todos los tiempos. Veo que ella fue una anarquista que públicamente no quiso hacer los votos religiosos que había que hacer a los 18 años, que se encerró en su casa y se interesó por la ciencia. Yo adoro su vida y su poesía. Traduje también a Edgar Lee Masters porque lo que hizo con “Spoon River Anthology” fue denunciar toda la porquería de Estados Unidos en 1915, y en 1929 llegó la Gran Depresión. Él se adelantó y la contó, por eso muchos lo odiaron, pero yo lo amo. Porque además políticamente soy enemigo de Estados Unidos. También realicé una traducción de Fernando Pessoa. Adoro el misterio que tiene su poema homosexual llamado “Antínoo” que empieza cuando le llevan el cadáver de Antínoo al Emperador. Aparece el llanto y él intenta revivirlo y el poema termina al amanecer con el Emperador dormido sobre el cadáver de su amado. Entonces lo que traduje fue con mucho gusto y movido por lo afectivo. Las traducciones me han permitido crecer como poeta igual que las ediciones. Yo me volví editor independiente que no está ligado a ninguna asociación de editores independientes (risas).

 

Tenés varias miradas sobre el hecho literario, ya que escribí, traducís y editás, ¿son tareas que se complementan?

Sí, se complementan. A veces discuten, pelean y forcejean. Pero ante todo, me ocupan. Trabajo desde las seis de la mañana hasta el mediodía, luego almuerzo y duermo la siesta. Lo que queda de la tarde es para dedicarme a lo literario y el tiempo me alcanza. Yo tengo mucho que hacer todos los días y siempre. Porque hay que traducir o seguir escribiendo o continuar editando. Aunque tengo tiempo, la sensación es que no me alcanza. Y esa es una forma de ser feliz. Porque si no tuviera nada qué hacer, yo qué haría en la berraca vida. En un país donde las oportunidades son tan duras y tan terribles, soy feliz trabajando en algo que me encanta que es la poesía. También incursioné como editor con el cuento y la novela. En fin, hay que vivir. Porque así como voy a bailar los sábados o a comer los viernes en alguna parte, yo tengo que trabajar en los libros porque esa es mi vida.

 

¿Ves alguna diferencia entre escribir poesía y escribir otros géneros?

Creo que los que escriben narrativa tienen una disciplina muy diferente. En las entrevistas que uno escucha o lee, dicen que se levantan temprano y escriben buena parte de la mañana, por decirte algo. Pero no me imagino a un poeta diciendo que se va a levantar a la madrugada para escribir cinco poemas antes de las nueve. No. La poesía es tan esquiva que llega cuando ella quiere. Cuando ella quiere se asoma, nos hace un guiño y ¡Ay! de uno que no tome el apunte porque se va rapidito. En cambio, los narradores tienen una estructura mental y argumental: una historia. Esa maquinación de la narrativa me parece fabulosa. Al poeta le toca llevar siempre su libretica de apuntes y con qué escribir, porque en cualquier momento puede venir una idea y pobre del que no la tome.

(*) Poeta, periodista.

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