Violencia y lazo social: jóvenes en banda

El asesinato de Fernando Báez Sosa, os convoca a interrogarnos sobre el fenómeno de la violencia en los jóvenes y del lugar de los adultos en el “hoy” del malestar en nuestra cultura.

09 Feb 2020
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LA CONEXIÓN. “Si un joven es dejado ‘en banda’ por el adulto, su alternativa será agruparse en una banda”, reflexiona Ygel.

Por Alfredo Ygel.

Una de las manifestaciones más habituales de los adolescentes son los encuentros masivos en boliches, en las previas o en los after. Música en altos decibeles, luces enceguecedoras, consumo de alcohol en exceso y sustancias psicoactivas, bailes en un agitado y frenético ritmo del cuerpo que les producen sensaciones de frenesí extásicas.

Asistimos en la actualidad a grandes cambios en la estructuración de los colectivos sociales. La organización familiar tradicional en el que el padre era investido del poder sobre la familia y la represión de la sexualidad se va perdiendo. La declinación de la función paterna trae como consecuencia la caída del saber y del poder del padre. Se instaura así el imperativo del goce determinando que la referencia no sea la neurosis sino que lo dominante sea la canallada. El canalla está fuera de la ley. Maltrata al otro, lo pisotea, y extrae de ahí su goce. De este modo rompe el lazo con el otro, destruye el lazo social. El discurso capitalista promueve la canallada en tanto sitúa al otro como objeto para extraer de el un goce. Se sitúa por fuera de la ley y de la relación al otro, al semejante.

En este contexto lo que prevalece son los sentimientos de agresividad, de envidia, de odio y segregación racista. Esto se presenta como la reivindicación desesperada por un goce que se supone que el otro le roba.

Jóvenes, adultos y acting

Los jóvenes, a partir del tiempo estructural por el que atraviesan, intentan cernir eso de lo real que los golpea con el despertar sexual. Si bien cada muchacho o muchacha realiza un procesamiento singular de ese rayo que cae sobre su cuerpo y su subjetividad, es también en el lazo con sus pares donde ira atravesando este tiempo de pasaje. Agrupados a partir de rasgos identificatorios comunes se constituyen en bandas o grupos que le aseguran pertenencia e inclusión. Al mismo tiempo producen un movimiento segregativo del diferente el cual sufre la exclusión. La violencia aparece entonces como expresión de este movimiento segregativo.

Es el adulto quien debe ejercer la función de mediación y terceridad frente a la irrupción de esta violencia especular. La función paterna encarnada por el mundo adulto, en tanto restricción y promesa, debe ser ejercida a fin de ayudar a que el joven realice su tránsito adolescente.

¿Cuáles son los observables en nuestra sociedad hoy? Los adultos han declinado en su función frente al joven. Apremiados por las exigencias de la vida, adolescentizados en sus formas de transitar por el mundo, reprimido su paso por la propia adolescencia, tanto en su rol de padres como en sus funciones en instituciones educativas o formativas, desdicen de su función de limite y de proyección del joven en su futura inserción en el mundo adulto. No ejercen la función que como adulto les cabe ejercer: La interdicción del goce todo y sin límite y por consiguiente la promesa de un goce a obtener. Así el joven muchas veces queda entregado a su propia suerte. Es de este modo cómo el adulto deja “en banda” al joven, no dejándole otra alternativa que agruparse en bandas que le otorgan cobijo e identidad. Si un joven es dejado “en banda” por el adulto, su alternativa será agruparse en una banda que al modo de manada ejerza la violencia con aquel que le aparece diferente. Estas bandas tienen un funcionamiento por fuera de los códigos y normas sociales empujando al sujeto a un goce ilimitado.

La violencia en los jóvenes se presenta como un acto que llama al Otro, el adulto, a que cumpla su función. Al modo del acting la violencia se manifiesta allí donde falta la palabra como mediación entre el sujeto y el Otro. El acting violento muestra aquello que los adultos no están dispuestos a escuchar. Y en tanto eso no se escucha, las manifestaciones de violencia crecen. Sin espacios adecuados donde tramitar simbólicamente aquello que buscan hacer oír, es en los espacios públicos donde se manifiesta con crudeza la violencia adolescente con el consecuente malestar social. Acceder a un saber acerca del lugar en la problemática tanto por parte de los jóvenes como de los adultos significativos, sean estos padres, educadores o líderes, ayudará a que un sujeto sostenga un acto que transforme su padecimiento y sea capaz de un hacer transformador y creativo. Encarar las distintas problemáticas que circulan en una comunidad con el fin de que produzcan una interrogación, constituye una opción ética para aquellos que nos sentimos involucrados en el sufrimiento de nuestra sociedad.

El Psicoanálisis sitúa al sujeto como responsable de su padecimiento. En tanto responsable debe responder por este padecimiento. Si un sujeto se piensa como víctima, el otro es culpable de lo que le pasa y ahí se sitúa una violencia. Lo que el Psicoanálisis produce es una rectificación subjetiva, un cambio de perspectiva sobre lo que le pasa al sujeto. Esto le posibilita el pasaje que modifica la responsabilidad del sujeto y lo propulsa a saber algo acerca de eso que no quiere saber. El Psicoanálisis propone un sujeto interrogado por un saber enigmático. Esto posibilitará que un sujeto pueda sostener un lazo diferente de las formas de segregación y violencia con el semejante, posibilitando que el otro pueda constituirse en un prójimo con el cual acceder a las formas del goce y el placer, al mismo tiempo que pueda permitirse acompañar, y ser acompañado, en el tránsito por lo inevitable doloroso de la vida.

© LA GACETA

Alfredo Ygel - Psicoanalista. Presidente

del Grupo de Psicoanalisis de Tucumán.

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