Una historia de la investigación más emblemática del periodismo

Historia de una investigación es el trabajo de Daniel Link y Diego Igal acerca de cómo se elaboró Operación masacre. Se basa en los cuadernos de Enriqueta Muñiz, la periodista que acompañó a Rodolfo Walsh en ese libro icónico.

16 Feb 2020
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PERIODISTA CULTURAL. Enriqueta Muñiz nació en España en 1934 y falleció en la Argentina en 2013.

Por Alejandro Duchini

PARA LA GACETA - BUENOS AIRES

El trabajo conjunto entre el escritor Daniel Link y el periodista Diego Igal permitió que tengamos entre las publicaciones recientes más importantes una joya como Historia de una investigación - Operación masacre de Rodolfo Walsh: una revolución de periodismo (y amor). Con la publicación de los dos cuadernos escritos a mano por la periodista Enriqueta Muñiz sobre el paso a paso de la investigación de Operación masacre, que realizó junto a Walsh, se hizo justicia con su anonimato, producto en parte de su bajo perfil. Pero por otro lado, si se la desconoce es también porque ella se negó a ir más a fondo. Lo otro le corresponde a Walsh: a él le llegó el dato que permitió denunciar los fusilamientos de José León Suárez en junio de 1956 y él fue quien se hizo cargo de la escritura del libro. “No creo que (Walsh) haya sido injusto con Enriqueta, muy por el contrario, creo que le restituye todo el valor de su trabajo”, opina Link, quien ya hizo referencia en este diario a Rodolfo Walsh.

Fue Patricia Walsh, la hija del escritor, quien le sugirió a Igal el acercamiento con Link. En los años 90, cuando estudiaba periodismo, Igal presenció una charla de Muñiz que grabó en un cassette. Eso lo impulsó a saber más. Después -y a pesar del desaliento de terceros- la quiso entrevistar y no pudo. Más tarde, cuando volvió a intentarlo, se enteró de su fallecimiento, en 2013. Pero contactó a su hermano, Amaranto, que vive en Salta, y tras varios amagues le entregó los dos cuadernos en los que Enriqueta anotó cada detalle del trasfondo de Operación masacre. El primero es un Sol de mayo de 48 hojas (de diciembre de 1956) y el otro un Mascota de 50 (enero del 57). Ambos cuadriculados. La letra de Muñiz es impecable. Faltan algunas páginas. “No hay indicios de por qué”, dice Igal.

Una dimensión más humana

“Creo que este libro viene a llenar espacios en blanco, a hacer justicia con una gran periodista y darle otra dimensión al libro de Operación masacre que sin cambiar la investigación, los resultados, la escritura o reescritura, le dan una dimensión más humana y conmovedora”, le dice Igal a LA GACETA.

“Hay que diferenciar lo que fue la investigación periodística del libro Operación masacre, cuyo suceso descansa sobre todo en el alcance de la invención de Walsh. Invención literaria, sobre todo. Si se compara la escritura de Walsh con la de Enriqueta, las diferencias son abismales. Por otro lado, es a Walsh a quien se le aparece el tema y es Walsh quien decide investigar hasta las últimas consecuencias un caso de violencia institucional fuera de la ley”, complementa Link. “No se más de lo que está en los cuadernos y en las cartas de Rodolfo. Más allá de que la investigación es conjunta, él lo escribió y él consiguió al ‘hombre que mordió el perro’. Creo que todo es motivo de especulación y no seríamos justos si lo hiciéramos”, aclara Igal.

Una sonrisa y un puñal

El libro, que acaba de publicar Planeta, consta además de textos inéditos de Walsh y fotos de ambos. También hay poemas que dejan entrever la relación que mantenían. Cuando sucedió aquello, Walsh tenía 29 años y Enriqueta 22. Entre los textos de Muñiz se lee: “Teníamos miedo de dejar caer sobre nosotros la responsabilidad de nuestro amor, de salir de nosotros mismos para amarnos. Nos mirábamos -esas son las palabras- con una sonrisa y un puñal”.

Link escribe en las primeras líneas que esos papeles que se dan a conocer “no son meramente los pretextos de un libro ni su lado B, sino una puerta que abre la circulación del sentido en direcciones tal vez inesperadas”. Hay un párrafo muy interesante en el que cita a Enriqueta al recordar los primeros pasos de Operación masacre: “Walsh llegó excitadísimo. Lo primero que dijo fue (sic): ‘Encontré al perro mordido por el hombre’, dirigiéndose a (Gregorio) Weinberg. La segunda frase fue para mí: ‘Puedes empezar a buscarme un refugio en Buenos Aires’. Ni Weinberg ni yo comprendimos. Esperamos en silencio a que Walsh sacara unos papeles de su inseparable cartapacio y anunciara en son de triunfo: ‘¡Esto es dinamita!’”. Y hay otra cita al propio Walsh: “Había contestado, sin embargo, con fingida inocencia, cuando le preguntaron sobre los ideales que lo llevaron a escribir Operación masacre: ‘¿Ideales? Yo quería ser famoso… ganar el Pullitzer… tener dinero’”. Y agrega Link: “Me gusta la imagen de Walsh que da el libro de Enriqueta, que completa la de su propio diario y la de las entrevistas. Sí, Enriqueta presenta a un Walsh terco, insoportable, pero nunca niega que sea justo. Y yo creo que la figura ‘hombre de justicia’ es esencial para entender las intervenciones de Walsh”.

Divergencias

Diego Igal aporta un texto interesante antes de la presentación de los cuadernos de Muñiz. Cuenta que “las vidas de Rodolfo y Enriqueta continuaron, pero la distancia entre ambos creció en un sentido amplio: abrazaron el periodismo y la literatura, pero desde distintas posiciones y concepciones. En los meses siguientes a Operación masacre, Walsh se embarcó en la investigación del caso Satanowsky y le ofreció a ella volver a trabajar juntos. ‘Cuando él me vino a buscar, le dije que no me iba a especializar en esto y le aconsejé que él tampoco lo hiciera. Yo sentía una gran desilusión. Al ver que Operación masacre no había tenido la menor repercusión tuve una sensación de total frustración, pensé que no tenía el menor sentido, que en este mundo es ridículo intentar luchar por la justicia. Desafortunadamente, él no siguió mi consejo’, recordaría años más tarde”.

Enriqueta Muñiz se dedicó al periodismo cultural. Se fue a España, donde nació (Madrid, 1934), y en 1978 volvió a una Argentina sumida en la dictadura que había secuestrado a Walsh. Igal nos cuenta que Enriqueta “quería despegar su nombre del de Walsh”. Publicó una novela y trabajó en distintos medios. No tuvo hijos. Le gustaba cocinar, ver carreras de Fórmula 1 y tomar café en bares. “Desarrolló un carácter fuerte y resuelto, discutía con vehemencia; se enojaba y pegaba un portazo y no se dejaba someter, pero tenía un gran sentido del humor fino, era más común verla divertida”, la describe Igal.

Muerte en el olvido

Amaranto, el hermano de Enriqueta que facilitó estos cuadernos, la llevó a su casa en 2013 para cuidarla por problemas de salud. Mejoró y volvió a Buenos Aires, donde quedó al cuidado de una persona. Tiró papeles diversos, cuenta Igal, “pero no se deshizo de los diarios de la investigación y otros varios papeles como los que aquí se publican”. Murió el 18 de noviembre de 2013 en la clínica Loiácono, en el barrio porteño de Núñez. No hubo menciones periodísticas sobre su fallecimiento, más allá de una, casi como al pasar, en La Nación del 21 de noviembre. Igal lo detalla. Y le dice a este diario: “Sobre la muerte en el olvido creo que es porque ella cultivó el bajo perfil y también porque nuestro gremio en general y el país en particular no se caracteriza por homenajear ni honrar a los que nos precedieron”.

Saldando cuentas

Los editores del libro destacan la generosidad de quienes facilitaron el material para la publicación. Y Link agrega que tampoco hay que olvidar “la persistencia de Diego Igal”. “Este libro es diferente de cualquier otra intervención porque en realidad completa un archivo que fue saqueado y destruido por los mismos que le quitaron la vida a Walsh. De modo que supone un acto de justicia, en primer término. En segundo término, permite situar la investigación de manera mucho más exacta en el contexto de las dificultades políticas y editoriales de la época. Y, por último, como dije antes, brinda una imagen de Walsh que completa nuestro saber previo”, opina Link.

Historia de una investigación salda, de alguna manera, cuentas con el pasado. Sobre todo porque Muñiz, por decisión propia, decidió abrirse y su participación -muy importante- quedó relegada. Sin embargo, fue Walsh el primero en reconocerla, más allá de su insistencia para que participe más. “Operación masacre no sólo le está dedicado a Enriqueta, sino que además Walsh escribe párrafos contundentes: ‘Donde digo ‘hice, fui’ debe leerse ‘hicimos, fuimos’”, ejemplifica Link, para quien “los cuadernos de Enriqueta son materiales decisivos”.

Tan decisivos como que dos personas, casi 60 años después, demuestren que hay historias que nunca se terminan.

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