Lección de vida: decidió vivir feliz el poco tiempo que le quedaba

Durante tres años mantuvo en secreto su enfermedad porque no quería ver sufrir a nadie. Catalina Torres Moreno tenía 17 años.

26 Feb 2020
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ÚLTIMO CUMPLEAÑOS. El 23 de noviembre cumplió sus 17 años.

Era primera nieta, primera sobrina, primera ahijada. Catalina Torres Moreno sentía que había nacido para traer felicidad a la familia ... solo felicidad. Por eso el día que le dieron el diagnóstico, tumor desmoplásico de células pequeñas redondas y azules, se quedó muda, desconcertada, pero sin llorar. Tenía apenas 14 años. “No volvió a tocar del tema hasta después de la primera quimio. Salió diciendo que no era tan fuerte como la pintaban las películas”, recuerda su tía y madrina Ximena Moreno. Lo único que pidió la joven tucumana a su familia fue que nadie más se enterara. Ella quería vivir feliz .

OJOS COLOR DEL MAR. A los seis meses en brazos de su madre Elisa.

El tipo de cáncer de Catalina era uno de los más agresivos. Le habían pronosticado tres meses de vida. Ella decidió ignorar lo que vendría de todas formas y se volvió fuerte como un roble. Aprovechaba para estar todo el tiempo que podía con sus amigas. Con ellas salía y reía hasta que le dolía la panza. Soñaba con irse a vivir sola apenas terminara la secundaria. No tuvo tiempo. El jueves, su cuerpo lívido pero aún dorado por el sol de la playa, se apagó. Había cumplido 17 años el 23 de noviembre y lo había festejado con mucha diversión, como a ella le gustaba.

Victoria Riera, una de sus mejores amigas, destaca la solidaridad de Cata. “Una vez salía de una fiesta y vio a una chica alcoholizada en la calle. La levantó y la llevó en su auto al hospital. Se enfureció con los médicos porque no la querían atender porque era menor de edad. Tuvo que averiguar el teléfono de la madre y esperar a que viniera”.

Para Cata esa era la vida. “Quiero vivir como una chica normal” le dijo a su madre Elisa. Mantuvo su voluntad hasta el final, cuando tuvo que ser trasladada en un avión sanitario desde Buenos Aires hasta Tucumán. Su preocupación era estar consciente para abrazar a su abuelo, que no había podido viajar. Sólo después de verlo aceptó partir.

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