El último hobbit

Christopher Tolkien -el más importante compilador, editor y defensor de la obra de su padre J.R.R. Tolkien- falleció en enero de este año a una edad que no provoca sorpresa. Toda discusión posible sobre lo que es administrar una herencia literaria inédita, cabe para esta historia.

08 Mar 2020
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Por Santiago Garmendia

PARA LA GACETA - TUCUMÁN

Siempre que muere alguien, pienso en que muere el hijo de alguien. Es un pequeño argumento masoquista-humanista con ciertos corolarios morales: por ejemplo quien mata, mata a un niño.

La guerra marcó a los Tolkien: sirvieron, padre e hijo en orden de aparición, en las dos contiendas mundiales del siglo XX. El padre, John Ronald Reuelen Tolkien, le escribió, enojado con la estupidez de la guerra a Christopher, en el frente de batalla:

No puedo expresar cuánto te extraño, querido. No me importaría si estuvieras más contento o más útilmente empleado. ¡Qué estúpido es todo! Y la guerra multiplica la estupidez por 3, y su potencia por sí misma: de modo que nuestros preciosos días serigen por (3x)2 siendo x = a la insensatez humana normal (lo cual ya es bastante).

Pero falleció más que un niño testarudo que idolatraba a su padre. Se fue gran parte de la razón de la escritura de su padre, el primer nativo de la Tierra Media, su gran mapista, exégeta y curador.

J.R.R. Tolkien (1892-1973) se había consagrado antes de la segunda guerra con un libro considerado como una obra infantil, El Hobbit (1932). Pero en este cuento largo, detrás de las aventuras de un pacífico Hobbit laten referencias mitológicas que permiten tantear que, detrás de una aventura pueril -Borges decía que un Dragón tiene ese efecto en los textos-, en el trasfondo del suspenso, había todo un mundo, un lenguaje y una historia. Para escribir una aventura, Tolkien creó un universo. Y su hijo fue quien escuchó, mapeó y estableció luego de la muerte del padre El silmarillion (1977), la biblia mágica de toda la Tierra Media, un “Millón de años de Soledad“.

Fue póstumo porque no era editorialmente viable, especialmente luego de El Hobbit. Por pedido de los editores dejó de lado El silmarillion y escribió un punto medio entre aventura y genealogía fantástica, El señor de los Anillos (1954-1955). Harold Bloom entre otros, han valorado al Hobbit por encima de este, porque su personaje Bilbo es más complejo, no quiere la aventura, pero desea escribirla. Frodo, el héroe del anillo, está atravesado por la necesidad antes que por el desafío lúdico. En cualquier caso, en ambas se presenta el tema del poder. Se va a debatir siempre si la fantasía es un escape a la historia real. Sin embargo, quien quiera reflexionar sobre la naturaleza humana va a encontrar en El Silmarillion más sustancia que en cualquier novela histórica. Pienso en la historia de Beren y Luthien o en el maldito Turín Turambar, por dar dos ejemplos. El universo Tolkien es –se convirtió- en una forma de leer la realidad. Le escribe a Christopher que estaba en las trincheras:

Porque estamos intentando conquistar a Sauron con el Anillo. Y (según parece) lo lograremos. Pero el precio es, como lo sabrás, criar nuevos Saurons y lentamente ir convirtiendo a Hombres y Elfos en Orcos. Esto no quiere decir que en la vida real las cosas resulten tan claras como en una historia, y empezamos con un vasto número de Orcos de nuestro lado .... Bueno, ahí tienes: un hobbit entre Urukhai. Mantén el hobbitismo en el corazón, y piensa que ésa es la sensación que producen todas las historias cuando se está en ellas. ¡Tú estás dentro de una historia muy grande!

Tolkien llevado al cine

Las buenas historias no existen sin una audiencia franca y traviesa. Tolkien leyó sus manuscritos principalmente a los Inklings (grupo católico literario, entre ellos C.S.I. Lewis, el autor de Las crónicas de Narnia) y a Christopher -él mismo luego un Inkling. Pero Christopher fue su más preciado amanuense y crítico. Por esto es que detestó las versiones cinematográficas de El Señor de los Anillos y de El Hobbit de Peter Jackson -que tanto bien le hicieron económicamente a los herederos-. Porque para él no fueron más que películas de cowboys estrambóticos. Ciertamente, la historia, la espesura mística se pierde en la dinámica de Hollywood. La fruición por los detalles históricos, botánicos, geográficos, zoológicos y hasta culinarios -nunca un guisado de conejo fue tan importante-, son escasos y sin convicción. Quizás Christopher Tolkien haya exagerado, pero es cierto que en una reducida trama no se aprecia un universo con baladas, poesías, lenguas completas y complejas que expresan formas de vida de Enanos, Orcos y Elfos, con quienes el pequeño Christopher ha pasado su vida.

Hay que ser muy críticos con esta realidad y su maniqueísmo, donde no hay mujeres en la primera línea, donde opera la razón colonial y eurocentrista. Una de las formas de hacerlo es seguir leyendo y debatiendo la literatura de J.R.R.Tolkien, a quien se le acaba de morir un hijo.

(c) LA GACETA

Santiago Garmendia - Escritor y profesor de Filosofía.

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