En Salta, el hambre también se propaga como pandemia

Las medidas sanitarias adoptadas en torno al coronavirus evidenciaron la vulnerabilidad laboral y social en la que vivían miles de salteños. Cada vez más niños asisten a comedores.

17 Abr 2020
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FOTO ARCHIVO LA GACETA / IVÁN RODRÍGUEZ

En la ciudad de Salta las autoridades sanitarias aseguran que no hay circulación comunitaria de coronavirus, pero las medidas implementadas a raíz de la pandemia pusieron en evidencia las precarias condiciones laborales y sociales de grandes sectores de la población. En los merenderos y comedores cada día asisten más personas a buscar un plato de comida.

La situación que atraviesa la capital provincial es crítica. Lo reconoció la propia intendenta de la ciudad Bettina Romero. Días atrás, cuando relanzó el plan “Unidos”, afirmó que la ciudad es el aglomerado social con mayor informalidad del país y sostuvo que la retracción económica provocada por el aislamiento social generó serias consecuencias en las economías de miles de familias.

Los dichos de la jefa comunal guardan relación con la mirada del dirigente barrial Ignacio Palarik sobre el contexto actual. En diálogo con LA GACETA, el referente de Barrio de Pie en Salta sostuvo que en los barrios más vulnerables hay una necesidad inmediata: “poder comer".

Palarik indicó que la imposibilidad que tienen de poder salir a trabajar no hizo más que acrecentar las necesidades y eso demanda una mayor ayuda, porque ahora no solo se debe contribuir con los más pequeños sino a todos los integrantes de la familia.

Barrios de Pie cuenta con 97 comedores y merenderos distribuidos en distintos puntos de la ciudad. A raíz de la pandemia algunos cerraron sus puertas temporalmente, pero entre los más de 60 que siguen funcionando entregan 4000 viandas semanales de comida

Norma Serrudo alimenta a más de 100 chicos en el comedor comunitario ‘Buen Samaritano’ de barrio Floresta y relata que en las últimas semanas fue notable la cantidad de chicos que se acercaron a pedir un plato de comida.

“El lunes vino una madre con 4 niños, que van al Hogar Escuela pero están sin clases, para anotarlos. Yo no tengo muchos recursos, pero le dije que alguito les iba a dar aunque sea para hacer una cosquilla en el estómago”, dijo la mujer que hace 11 años desarrolla esta actividad.

Norma trabaja con las donaciones que recibe desde organizaciones y vecinos, pero sin ayuda del Estado provincial. En diálogo con este medio recordó que meses atrás algunas madres dejaron de mandar sus hijos al comedor porque la tarjeta Alimentar había generado un “alivio” en los bolsillos, pero en este contexto muchos vecinos quedaron sin trabajo y la crisis se agudizó.

Desde el barrio 2 de Abril y Villa Lavalle, Nora Martínez y Juana Ramos contaron que cerraron sus comedores de forma preventiva ante la pandemia y también por la deuda que la provincia mantiene desde marzo.

FOTO ARCHIVO LA GACETA / IVÁN RODRÍGUEZ

Ante la imposibilidad de cocinar diariamente para los vecinos más carenciados, estas mujeres decidieron entregar dos tandas de bolsones con comida. Y además de esperar el levantamiento del confinamiento social, aguardan con ansias que se regularice su situación.

Ambas relataron que desde marzo dejaron de percibir los $30 pesos por chico que la Provincia destinaba para la compra diaria de alimentos. Esta situación ya fue expuesta a las autoridades del Ministerio de Desarrollo Social pero las respuestas aun no llegaron.

La ‘pandemia’ en números

En octubre de 2019 el ministerio de Asuntos Indígenas y Desarrollo Social, que encabezada Edith Cruz, había registrado 383 merenderos en toda la provincia. Las estadísticas recientes muestran que en los últimos seis meses aparecieron 64 nuevos y el número total es de 437.

De ese total de merenderos, 214 se ubican en la Capital y 233 en el interior para colaborar con más de 28 mil niños, discapacitados, mujeres embarazadas y adultos mayores.

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