“Mandela es el ejemplo que hay que seguir”

El talentoso periodista John Carlin describe qué hizo el líder sudafricano para aprovechar su tiempo de confinamiento.

26 Abr 2020
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John Carlin (Londres, 1956) está aislado como cualquier vecino, aunque es uno de los exponentes mayores del periodismo mundial. Al igual que la pandemia, Carlin tiene ciudadanía global: se inició en el oficio “de vender palabras”, tal y como define su ocupación, con crónicas sobre el terror de la dictadura argentina para el mítico Buenos Aires Herald y, luego, siempre supo ir donde pasaban las cosas. Así llegó a Sudáfrica en el declive del apartheid y narró la abolición del segregacionismo racial, que está cumpliendo 30 años. En esa primera fila, Carlin observó la consagración histórica de Nelson Mandela (1918-2013), la excusa de esta entrevista.

“¡Llevamos casi 40 días, es decir, es una cuarentena de verdad!”, detalla Carlin en castellano desde Barcelona, donde reside ahora. En una videollamada de WhatsApp, se somete resignado a su destino de “fuente de consulta”. Es que todo el mundo está intentando “masticar” este aislamiento. Y Carlin aparece en ese radar porque en 2008 publicó un libro, “El factor humano” (“Playing the enemy” es el título original), que “tradujo” a Mandela y a su gesta a un lenguaje entendible para el público masivo. Es decir, hizo periodismo. Y con tanta fortuna que después vinieron Clint Eastwood, Morgan Freeman y Matt Damon, y convirtieron la investigación sobre el líder sudafricano en una película taquillera: “Invictus” (2009). ¿Qué tienen que ver Carlin y aquella publicación de no ficción con esta cuarentena? Muy sencillo: “El factor humano” relata la historia de un hombre que usó su reclusión forzosa para hacerse poderoso. “Mandela es el ejemplo que hay que seguir”, resume el periodista. En una época tan incierta, las palabras de Carlin “saben” a luz al final del túnel.

-Cumplido con rectitud, este aislamiento se parece bastante a la prisión domiciliaria. ¿Qué tenemos que hacer nosotros para parecernos a Mandela?

-A Mandela lo conocí muy bien y él nunca se refirió a su experiencia de la cárcel con amargura. Lo único que él lamentó de ese tiempo es que tuvo a su familia abandonada. Pero él hablaba de la prisión de Robben Island casi con nostalgia. Tampoco quiero exagerar: no fue “un Club Méditerranée”, pero lo que es verdad y él reconoce, y también lo hace la gente que lo conoció antes y después de la cárcel, es que aquella tuvo un papel determinante en su formación como político. Y en mi opinión fue el más brillante que he visto en mi vida, y no estoy hablando aquí en “plan santo” o porque perdonó, sino porque logró su objetivo, que es persuadir a la gente y ganársela. Y él logró ganarse a su gente, que no era fácil, y convencerla de que abandonara el odio y la venganza, pero también se ganó a sus enemigos. Antes de entrar a la cárcel, Mandela era un tipo bastante incendiario: el típico joven rebelde y militante de izquierdas que quería, de un día al otro, tomar el poder por las armas. Pero en su celda él entendió que la vida no es tan fácil y los límites de lo posible.

-¿Cómo lo consiguió?

-Él estaba en una celdita diminuta, no como nosotros que tenemos una casa o un departamento con cierto espacio para caminar. Mandela era un tipo alto y grandote en un sitio donde, si se ponía horizontal, casi tocaba las dos paredes. Pero él usó ese tiempo para leer: allí hay una lección. No le permitían las obras de Karl Marx, pero sí los libros de historia de los afrikáners, que era la clase blanca dominante que inventó el apartheid. Una cosa que siempre fue para mí el gran misterio de Mandela es cómo él supo en sus huesos, nada más iniciar la cadena perpetua, que un día iba a salir, y a convertirse en el libertador de su pueblo, y que a todo eso lo iba a lograr no por medio de la lucha armada, como había imaginado, sino por la negociación. En la cárcel él logró básicamente un objetivo: conocer a su enemigo, como dice el gran escritor, filósofo y militar chino, Sun Tzu. Entonces él, por un lado, se puso a leer para entender a los afrikáners a partir de sus mitos y de sus vanidades colectivas, y para aprender su lengua, el afrikáans, para que, cuando llegase ese día, él pudiese seducirlos a partir de esa muestra de respeto que era hablar su idioma. Entonces, cuando llega la hora de salir e iniciar las conversaciones, él conoce a sus enemigos mejor que ellos a él, con lo cual parte con ventaja. Pero, también, comprende los límites de lo posible porque, si apuntaba demasiado alto, iba a caer como la figura de las alas de cera, Ícaro. Y, después de 27 años, Mandela dejó la cárcel transformado en un ser político brillante y mucho más sofisticado. Es decir, en un político de manual. Siempre digo que no importa si eres de izquierda o de derecha, si tu objetivo es ganarte a la gente y hacer que siga tu camino, debes estudiar la historia de Mandela. Y agrego medio en broma y medio no en broma que a muchos políticos no les vendría mal un tiempo en la cárcel...

-¡Y en algunos casos hasta sería merecido!

-Sin duda, muchísimos lo merecen. Pero aún si no, si son inocentes, no les vendría mal.

-Siguiendo el caso “Mandela”, ¿sería bueno que aprovecháramos este confinamiento no ya para conocer al enemigo, sino a nosotros mismos?

-En la vida preconfinamiento uno tiene la tendencia a mirarse en el espejo de los otros: ahora los otros no están ahí como espejo, sino que estoy yo solo. En cierto modo, uno se vuelve más auténtico. Sospecho que aquí hay tema y material, y que se pueden cosechar cosas buenas de esta experiencia. No tengo tiempo para la introspección porque leo y escribo a todas horas, pero, sin darme cuenta, siento que algo interesante está pasando en mi interior y que ese algo es hasta valioso.

-Mandela se refugió en los libros y usted dice que lee más que nunca, ¿puede ser la lectura una reacción natural al encierro?

-Él leyó las biografías de Lincoln, de Churchill, de Bolívar, de San Martín… sé que leyó “Guerra y paz” de Tolstoi. Esta última era su novela favorita y su personaje preferido no era uno de los obvios, sino el general ruso que derrotó a Napoleón Bonaparte, (Míjail) Kutúzov. Tuvo un impacto muy grande en Mandela porque se alzó con la victoria con una estrategia que no descansaba sólo en el enfrentamiento militar. Este general Kutúzov era paciente y supo cuándo debía atacar a partir de un conocimiento particular del ser humano, que va más allá de una inteligencia normal. Veo muchas similitudes entre este personaje y Mandela: no son dos eruditos en el sentido clásico, pero sí dos sagaces conocedores de las reglas que mueven el mundo.

-Por lo que se advierte, Mandela sigue asombrándolo.

-Soy consciente de que su ejemplo es el que hay que seguir. Te estoy hablando de Mandela como político, pero también se desarrolló como persona. Para mí, la clave del éxito de Mandela no fueron solo su astucia y carisma enormes, sino que esto parte de su integridad. Era una persona consecuente en su comportamiento privado con su mensaje público: básicamente él hablaba de respeto. Es el punto de partida de todo: si hay respeto, no puede haber apartheid; si hay respeto, tiene que haber democracia y voto universal... Lejos de las cámaras de televisión y de los escenarios, él se comportaba siempre con el mismo principio y la misma actitud respetuosa independientemente del poder de sus interlocutores. Yo intento aspirar, y con seguridad fracaso, a algo parecido a esa integridad que tenía Mandela.

CONEXIÓN TUCUMÁN-BARCELONA. John Carlin dialoga con LA GACETA vía WhatsApp desde su hogar en España, donde cumple la cuarentena. Este célebre periodista, un trotamundos en el sentido pleno de la palabra, dice que el día se le va entre lecturas y escrituras, y que no le cuesta el aislamiento impuesto por la covid-19.

“Vendedor”

“Vendo palabras para ganarme la vida. Las vendo en varias formas y sobre una variedad vergonzosamente amplia de temas: como periodista, como autor, como locutor, como orador, como guionista; sobre política, guerras, comida, deporte, tragedia, comedia, tragicomedia y, no pocas veces, farsa”, dice John Carlin sobre sí mismo en la biografía que escribió para su sitio web oficial: johncarlin.eu/es

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