Jorge Accame: “la escritura es en muchos sentidos un juego”

“Soy de los que creen que el placer profundo de la escritura está en ese devenir, en una dialéctica entre la voluntad y el azar, mucho menos en el punto de llegada, que en el punto de partida”, dice el escritor.

05 May 2020
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por Juan Páez

 

¿Qué es Antiguos cuentos de brujas, publicado por Edhasa?

Es un libro raro, que escribí hace algún tiempo y durante muchos años. Parte de dos cuentos de brujas que leí en El asno de oro, de Apuleyo. Me impresionaron la potencia, la frescura y los recursos de lenguaje que utilizaba el autor. Mi primer pensamiento, como suele ocurrir cuando uno lee textos que lo conmueven, fue de compartirlo con mayor cantidad de lectores. Después pensé en hacer una antología de cuentos de brujas y, finalmente, me tentó la idea de intervenir los textos en un proceso equivalente al de los cuentos populares que van arrastrando en sus correntadas elementos aluvionales a través de los siglos y las generaciones.

Me pareció un modo interesante de enfatizar la escritura dentro de la lectura, una operación que hacemos todos en forma más o menos consciente. Los lectores escribimos una forma propia de lo que leemos, como el músico realiza una interpretación personal de una pieza desde la partitura. La diferencia es que la versión del lector sobre un texto casi siempre permanece desconocida para los demás, porque la lectura se produce en la introspección.

Durante años estuve atento a cuentos de brujas que me impactaran. Recogí unos cuantos y de esos seleccioné unos pocos: el episodio de Circe en la Odisea, un fragmento del mito de Medea, un pasaje del Satiricón de Petronio, los dos de Apuleyo que mencioné, las brujas de Macbeth, de Shakespeare, y un relato de Hudson que aparece en La tierra purpúrea.

Siempre tuve en mente un libro ilustrado. No fue fácil de publicar, necesitaba encontrar a un editor adecuado. Cuando en Edhasa se mostraron interesados en el proyecto, sugerí como ilustrador a Fernando Falcone, con quien ya había trabajado en El secreto del Glaciar.


Tu novela Segovia o de la poesía fue adaptada al teatro ¿Cómo fue la tarea de adaptación de un texto narrativo al teatral?

 

En la tetralogía de los poetas, cada novela se refiere a un género diferente. Concierto de jazz conversa con lo lírico, Segovia, con lo dramático, Gentiles criaturas, con géneros de reflexión como el ensayo (el modelo que tomé es el de Vita Nuova, de Dante Alighieri), y Forastero, con el cuento. He pensado como teatro algunas otras obras mías: Así es la milonga (un cuento que fue llevado a escena como monólogo) y Lo que no es del César (cuyo punto de partida es otro cuento, Se habla en el sur del cielo).

En el caso particular de Segovia o de la poesía fue bastante sencillo. La novela estaba muy cercana al teatro desde el origen. Escrita en dos planos de diálogos, uno más próximo a la ficción y otro más próximo a la realidad, pero ambos ficción obviamente, intentaba remedar algo del mundo de las ideas, de allí la intención del título que sugería un vínculo con los diálogos de Platón. Elena Bossi hizo una versión teatral y con mi hijo Pablo escribimos un guión de cine. Finalmente yo hice una obra de teatro con el asesoramiento de Mauricio Kartún, que se publicó en una edición del INT. Pero años después se estrenó en el Complejo teatral San Martín con una nueva versión que escribí más parecida a la novela.


En 2010, se publicó Intranquilo: On Edge, un libro-objeto con Thorsten Dennerline. ¿Cómo fue el proceso de trabajo conjunto?

En 2005, gracias a una beca, residí en la Colonia Mcdowell, en USA, en el estado de New Hampshire, con artistas de muchas disciplinas. Allí conocí a Thorsten Dennerline, un artista visual, que se acercó a mí porque sabía español y deseaba practicar. Empezamos a conversar y a intercambiar nuestros trabajos. Además de una excelente compañía y el excelente amigo en el que se convirtió con el tiempo, Thorsten era y es un plástico original y talentoso. Me deslumbraron sus pinturas, sus grabados y sobre todo los libros ilustrados que diseñaba y hacía.

Con el paso de los días fuimos pensando en realizar un proyecto juntos: contar una historia con imágenes y palabras. Así surgió en esbozo o en metodología, Intranquilo. Al principio sabíamos solo lo que no queríamos. No queríamos un libro ilustrado. Las imágenes debían relatar también, de manera equivalente al texto. Para evitar tentarnos con la ilustración, acordamos que él empezaría la historia con una imagen y yo continuaría. Eso hicimos, y cuando terminó la beca y regresamos a nuestras casas, él me envió una imagen. Yo me apoyé en ella y le envié un texto, él se apoyó en el texto y envió otra imagen.

Marchábamos, sin saber muy bien hacia dónde, un poco a la deriva, hasta que, promediando la mitad del libro, se me ocurrió que esa historia podía narrar el sueño de Gregor Samsa previo a la mañana en la que se convierte en insecto. La metamorfosis de Kafka comienza con esta frase: «Después de un sueño intranquilo, Gregor Samsa se despertó convertido en un monstruoso insecto». La palabra «Intranquilo» resume el desasosiego que caracterizó seguramente la pesadilla de una noche de transformaciones. Le comenté la idea a Thorsten y a partir de ese momento empezamos a ajustar los hilos hacia adelante y hacia atrás, para concentrar las líneas en ese rumbo. Fue un trabajo de varios años que disfrutamos mucho.

¿Existen diferencias entre escribir para niños, jóvenes y escribir para adultos? ¿Cuáles?

 

No escribo para nadie particular. Mi compromiso es con el texto y mi respeto a un posible lector es a través de ese texto. En todo caso podría decir que pienso en un lector abstracto con gustos y exigencias parecidos a los míos. Es cierto, sin embargo, que cuando el texto está terminado considero si podría publicarse en una colección infantil, juvenil o para adultos. Algunas veces los editores coinciden conmigo y otras no.

Una antología, cuatro poetas, cuatro novelas. ¿Tenés un programa de escritura? ¿Un tiempo para escribir?

Podría decir que, como en la vida, cuando escribo tengo un plan flexible. Es decir, un plan que se va descubriendo a medida que se transita. Una tarde decidí que no iba a escribir más poesía y en una ceremonia de despedida empecé a revisar carpetas y a sacar poemas viejos. Me pareció que todos esos poemas podían agruparse en, por lo menos, cuatro actitudes diferentes: unos más narrativos, otros más clásicos, otros de búsqueda más personal, otros más herméticos. Sospeché que podrían haber sido escritos por distintas personas. Así empezó el libro Cuatro poetas. Cuando escribí las biografías de los cuatro, pensé por qué no historias más extensas. Así nacieron las cuatro novelas. Mientras las escribía, un poco confundido porque pertenezco a un país con tradición cuentística, consideré que quizá podía teorizar sobre literatura, y así surgió la idea de que cada historia aludiera a un género diferente, porque de una u otra manera la novela se sirve de todos ellos para constituirse a sí misma.

¿En qué te ayuda o cómo se interpone el quehacer docente cuando estás escribiendo?

La docencia me oxigena. No puedo estar mucho tiempo en un lugar. Necesito salir a dar una vuelta y volver. La escritura es un trabajo solitario. Lo dejo, me encuentro con gente, comparto temas que nos interesan, intercambiamos información, sufrimos y nos reímos un poco. Luego nos despedimos y regreso a mi espacio solitario. Quizá podría plantearlo al revés si la pregunta fuera: cómo interfiere la escritura en mi trabajo docente. Entonces diría: La escritura me oxigena. No puedo estar mucho tiempo en un lugar. Necesito dar una vuelta y volver. La docencia es un trabajo social. Lo dejo y me sumerjo en la soledad de la escritura.

En cuentos tales como Salamanca, La posesión, El Ankuto Pila hay temas vinculados con el Norte Argentino ¿Cómo funciona la ciudad de Jujuy para tu ficción?

Necesito un lugar para escribir y Jujuy es uno de los lugares que elijo. Seductor, salvaje, misterioso, cálido algunas veces, hostil otras, pero siempre atractivo y potente. No es lo mismo una historia de posesión o de pactos con el diablo escuchada en una ciudad anónima y desteñida donde se dice pero no se termina de creer, que una historia, quizá la misma, referida en Jujuy donde hierven los mitos como en un caldero y se despliega toda su fuerza genuina y terrorífica. El Ankuto Pila surge del sueño de una siesta perturbadora en Los Molinos, pero en todo caso, tenés razón, soy yo soñando en Jujuy.

Adoro Concierto de jazz. En algún momento, llegué a pensarla como un gran poema al cual solo le faltaba la forma, y noto que tus poemas de Golja tienen un guiño narrativo ¿Qué diferencias encontrás entre escribir poesía y escribir narrativa?  

Siempre he tenido una sensación de contigüidad entre los géneros. Como una casa con varias habitaciones. ¿Desde dónde mirar una historia? Acaso sea cuestión de probar por todas las ventanas antes de tomar una decisión. Muchas veces he contado algo desde una perspectiva determinada y luego he deseado ver el mismo material desde otro lado. Quizá Concierto de jazz es una novela lírica y algunos de mis poemas son narrativos porque desean encontrarse a mitad de camino. O porque no terminan de sentirse cómodos en la forma que decidí para ellos y quieren conocerse en otro lugar, que también sienten como propio. Intentan experimentar la mayor variedad de perspectivas posibles, porque saben que solo así podrán estar más cerca de la verdad.

Comparto un fragmento de tu novela Forastero:

«Francisco Palma sale secándose las manos y dice que lleven a la chica. Severo y Anselmo corren hasta ella y la desatan. La arrastran cerca del fuego. Veo cómo el peón saca el hierro y se lo alcanza a alguien detrás de una pared. “Sujétenla”, ordena una voz». (De Forastero, Sudamericana)

Forastero está llena de sombras que revelan el lado más siniestro y perverso del hombre. Pero a su vez, muestra una característica propia de lo humano, el placer de la crueldad. ¿Empezaste a escribirla con una beca en el exterior? ¿Cómo fue escribir Forastero?

Escribí Forastero en la Colonia McDowell, la residencia que mencioné poco antes. Cuando pienso en esa novela vienen a mi mente las palabras como riesgo, oscuridad, obsesión. Podría sospecharse que se trató de una escritura penosa, pero no fue así. La disfruté plenamente, la escritura es en muchos sentidos un juego, y también se puede jugar al horror. Aunque ese juego signifique que uno se siente caminando en la cornisa de la cordura.

Apenas llegué, me mostraron la cabaña en medio del bosque que sería mi estudio. La rutina era más o menos así: se desayunaba temprano en un comedor común, después los becarios íbamos a trabajar a nuestros estudios donde solíamos permanecer hasta las cinco o seis de la tarde, a las seis y media se cenaba y había actividades sociales y recreativas en el hall central. Desde el primer día me instalé en mi cabaña y empecé a escribir Forastero. A los cinco días estaba agotado, la atmósfera de la novela me tensionaba demasiado, pasaba por momentos de terror, imaginaba cosas. Me di cuenta de que me había debilitado.

Una noche en mi habitación, decidí introducir una variante: por la mañana escribiría algo más liviano y después de mediodía, abordaría a Forastero. Así fue que empecé la obra teatral sobre un superhéroe jujeño sin poderes, Súriman vuelve, La noche del escabeche. Súriman, como buen superhéroe, me ayudó, me reía con él por las mañanas. No duró mucho, a los siete días terminé la obra, pero ya me sentía más fuerte y a partir de entonces pude continuar solo con Forastero. Al finalizar la beca, tenía 135 páginas de la novela, la concluí en Jujuy.

¿Qué consejos le darías a quien recién empieza a escribir?

Pienso que la escritura y cualquier disciplina artística implican un camino demasiado personal, que puede incluir consejos, pero solo cuando los solicita el artista interesado. Cada uno deberá buscarse las herramientas a medida que vaya necesitándolas, porque cada escritor es distinto, y cada obra de ese escritor es particular. Como suele decirse, es un camino de ida. Búsqueda pura; lo que se encuentra, si se encuentra algo, sirve solo para continuar buscando. Soy de los que creen que el placer profundo de la escritura está en ese devenir, en una dialéctica entre la voluntad y el azar, mucho menos en el punto de llegada, que en el punto de partida.

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Elena Bossi
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