Qué escriben los jóvenes escritores de la región

Narradores y poetas que representan las nuevas generaciones de las letras del NOA hablan sobre cuál es su producción en este tiempo de aislamiento obligatorio.

17 May 2020
1

Pablo Donzelli

En estos más de cincuenta días de confinamiento escribí un microrrelato para el concurso de LA GACETA que en otro contexto no funcionaría y unas reflexiones de dicho concurso para la revista digital La Papa. Nada casi. Pero más que a la cuarentena, le atribuyo este parate a que mi hija justamente ya se para y camina por toda la casa amagándonos con meter los dedos en los enchufes. Podría intentar hacer tratados sobre dolores en cintura y espalda, pero a nadie le interesaría.

Por otro lado, todas las mañanas, viva dónde viva, me sigue visitando Juan Falú. Con él conversamos. Nada de lo que escribí no fue antes charlado, discutido y reelaborado con él. Así que por aquí se siguen elaborando proyectos. La ausencia de mi amigo invisible alguna mañana es lo que me preocuparía.

Gabriela Bosso

Casi al principio de la cuarentena mi editor de Perú me encargó un cuento sobre la pandemia. Más que un encargo fue un desafío: tenía 24 horas para contar una historia sobre el coronavirus, también me especificó que el relato debía apelar a lo cómico más que a la tragedia. En tiempo récord logré hilvanar un cuento corto, muy tonto para mi gusto, pero que de todas formas se publicó. Confieso que se me hizo difícil sacar una sonrisa en medio del caos. Al empezar a escribir sentí la vergüenza o el pudor del que cuenta un chiste en medio de un velorio. De todas formas lo hice. A modo de defensa puedo decir que sólo busca llevar algo de alivio, con la única herramienta con la que cuento: la palabra escrita. Sentir el espanto pisándonos los talones me deja muda, tal vez por que la boca no me alcanza para gritar. Menos para producir una reflexión coherente. Es como si me pidieran que especule sobre las consecuencias del golpe que me voy a dar, cuando todavía no he terminado de caer. Por eso, estas semanas continúo trabajando en un documental autobiográfico sobre el cáncer, un proyecto que lleva ya cinco años y que paradójicamente, por muy horrible que parezca, en este momento me sirve de refugio.

Emilia Gutiérrez

En estos tiempos tan singulares, mi preocupación mayor en lo que hace a escritura fue continuar con un proyecto que ganó la beca de creación del Fondo Nacional de las Artes: la biografía de la actriz salteña María Delia Vargas, que hoy tiene 80 años. En ese sentido, leer sobre la vida de otra persona y poner en palabras acontecimientos sobre una época tan diferente me ayudó a pensar y a poner en perspectiva lo que vivimos hoy. No obstante, no me apresuré a escribir sobre eso; pienso que hay demasiadas palabras circulando: demasiados textos, demasiados discursos. ¿Será posible responder al silencio con el silencio?

Además de la escritura, desarrollo una faceta visual de mi arte. Confecciono imágenes con materiales encontrados, de manera azarosa: el collage. El año pasado tuve la oportunidad de compartir mi amor por esta técnica con un grupo de poetas y amantes de las letras, y pienso que el collage y la poesía están fuertemente emparentados.

En definitiva, siento que pude aprovechar estos días para encontrarme otra vez conmigo, cosa que sucede de innumerables maneras, más allá de la escritura, a veces simplemente contemplando una flor.

Blas Rivadeneira

Mario Levrero, el autor uruguayo sobre el que escribí mi tesis doctoral, es mencionado en estos tiempos de pandemia como “el” escritor para pensar la vida en cuarentena. No porque sea autor de ficciones distópicas que son furor en las redes, sino porque en sus libros más destacados por la crítica, “El discurso vacío” y “La novela luminosa”, el narrador protagonista elige el encierro como condición de posibilidad para escribir/vivir (en Levrero aparecen casi sin diferencias).

La emergencia sanitaria mundial crea la falsa ilusión de que, al menos algunos, ahora estamos forzados a vivir en un espacio libre donde nuestro tiempo no estaría secuestrado por el sistema alienante. No es  así. El trabajo, la angustia y las obligaciones se multiplican en casa para los que podemos quedarnos, pero, volviendo a Levrero, el escritor no tiene excusas, debe hacerse de esos minutos, pedazos de día, robarle a los que nos roban el tiempo y escribir.

En estos días de cuarentena empecé una serie de relatos que, a mi manera, abordan el fútbol. El primero de ellos, “Maceta”, ya fue publicado en la revista La Papa. Tengo otros dos terminados, “Esa musiquita inimitable” y “Luces de carnaval”, pero debo dejar que “descansen” para volver a trabajarlos y corregirlos. Me gustaría llegar a diez cuentos. La idea es que cada uno de los textos tenga como protagonista a una o un hincha: cinco de San Martín y cinco de Atlético. Siempre me gustó el fútbol pero nunca lo había trabajado en mis textos (estoy con una novela y otros proyectos), pero charlando con Rossana Nofal surgió la posibilidad y en medio de la cuarentena sin fútbol, paradójicamente, tuve el impulso de escribir sobre ese mundo: la falta es siempre un motor de escritura.

Denise León

Podría decir que estos últimos meses de cuarentena no estuve escribiendo. Pero sería mentira. Porque, en realidad, siempre estoy escribiendo o pensando cómo decir, que es lo mismo. Con mi hermana le propusimos a mi papá que para pasar el tiempo en estos días eternos escribiera sus memorias. Pero a mi papá le cuesta escribir, entonces me llama por teléfono y me cuenta. Lo veo: un chico en un tren. ¿Y el miedo? ¿Y los rostros lentos, los ruidos de la estación, los anuncios de un mundo que no volverá a ser el mismo? ¿Cómo se dicen? Porque al final, escribir es eso, con pandemia o sin pandemia. La voluntad de subirse a un tren y, al mismo tiempo, ese deseo que tironea, que interrumpe lo que el lenguaje no recoge.

Adriana Lucero

Durante esta cuarentena estuve escribiendo pero no tanto como me hubiese gustado, debido a la cantidad de horas que debo pasar frente a la computadora como lo exige en esta coyuntura la tarea docente.  Escribir significa para mí en estos días de encierro un verdadero escape a la monotonía de la agobiante cotidianeidad. Sobre todo pude escribir textos breves, dejándome llevar por la espontaneidad y la escritura automática. Así, surgieron algunas poesías y microrrelatos de género fantástico. No sentí la necesidad de abordar como temática la pandemia ya que, justamente, el hecho de escribir me permitió (y me permite) despegarme por unos segundos de la lacerante situación actual y transitar los caminos de la fantasía (para las narraciones) y con la poesía, permitirme nombrar lo visible e invisible, susurrando mis propias verdades.

Diego Puig

Durante la cuarentena (que pese a todas las incertidumbres, el aislamiento y las angustias ha sido placentera) he escrito bastante pero no he avanzado todo lo que hubiese querido con el proyecto narrativo que vengo trabajando desde el año pasado sobre el movimiento del cuerpo. La cuarentena me ha permitido hacer colaboraciones para revistas digitales pensando el campo literario tucumano, he incursionado en poesía por diversión, he escrito un cuento corto para el concurso de LA GACETA y hasta me he metido en la disputa de los PDFs y los derechos de autor. Todo eso siempre mediado por la escritura. Pero a nivel proyecto narrativo propio me ha costado bastante tener una rutina, un ritmo de escritura, sostener un espacio y la práctica diaria.  Esta serie de cuentos sobre el cuerpo y los movimientos corporales tiene sus desafíos y el estado de ánimo de la cuarentena no siempre ayuda: al principio (allá por marzo) estaba obsesionado con los datos de la pandemia y después el placer de no hacer mucho (o de dejar a mi mente y mis intereses vagar a su antojo) me dificultó volver a la escritura. Últimamente, trabajo con mucha lentitud sobre la historia de Ricardo Corazón de León y Felipe II Augusto, reyes de Inglaterra y de Francia respectivamente a fines del siglo XII, quienes fueron amigos y aliados y según algunos historiadores también fueron amantes y juntos lideraron la Tercera Cruzada y la recuperación de Jerusalén (de las manos del temible Saladino). Es una historia de pérdida, de duelo con intrigas políticas, palaciegas y románticas, todo atravesado por el cuerpo. En general, prefiero escribir con cierta distancia de la realidad o de lo que está pasando en la provincia, el país, el mundo. Pero esa distancia, esta vez, tampoco ha resultado muy productiva. El descalabro de la industria editorial también hace que uno se relaje y se tome su tiempo para producir, porque las condiciones de publicación van a ser muy duras en los próximos años, casi con seguridad.

Máximo Olmos

Después de que se duerme la creatura puedo sentarme a teclear. Una trampa me tiende el ego: creer que “debo escribir”. Estos días preferí escuchar a personas que destellan su lucidez. Ester Díaz (filósofa), Francesco Tonucci (pedagogo), Darío Z (apellido difícil), Gabriel Lucero (humorista) o Paulina Cocina (genia) son autores que, desde la palabra, ayudan a situarme ante la pandemia. Digamos que armo un tapiz con diversos hilos de los que jalono. El tema es el fenómeno casa-escuela, estas nuevas maneras de aprender. Un boceto sobre lo educativo, que es un alivio y un desafío ético-político. La escritura como aliada estratégica, si se quiere.

Sin querer queriendo, un amigo, músico y escritor, me fue convidando su primer libro. Otro de los luceros que despejan el alpapuyo que envuelve a Tucumán y sus plagas. Escribo comentarios sobre “Tan Miguel de Sucumbir”, para la revista digital La Papa. Rara vez un músico logra transpolar el swing del escenario a un libro, eso me atraviesa como incógnita, quizás me lleve años descifrar su potente sinceridad y su sacafichismo*. La escritura como una conversación con el fanzine -¡sí!- y con el amigazo.

¿Acaso debiéramos salir para escribir la cronicidad de las casas-escuelas y las madres-docentes; los hospitales de campaña y las médicas; las asambleas barriales y las niñas? Las necesidades nos doblegan ampliamente. Tras lo cual, la escritura poética se me aparece como esperanza de salvación. Por momentos, un antídoto espiritual, o un juego de voces. ¡Recueeerdame!, canta el alegre dibujito. Y es que, por sobre todo / escribo una canción que refleje la alegría de nuestro hijo Joaquín / su candor intangible. / La escribo mientras se la canto / ahíto luchamos contra cierta toxicidad circundante en nuestras conciencias / y la poesía camina inclinada hacia un campo sin contaminar, esa sonrisa pura de nuestra bendición / La escritura como una carta de invitación a un encierro donde nos queramos con aca y todo.

Diego Font

Estuve produciendo durante la cuarentena. Venía de un lapso sin escribir mucho y pude reencontrarme con algunas ideas que habían quedado sin materializarse en escritura y otras que había dejado a medias. Concretamente retomé un poemario y escribí un cuento. Sin proponérmelo, tiene relación con este contexto de pandemia, ya que es postapocalíptico. En el cuento se ha extinguido la humanidad, está narrado por la naturaleza y nuestra especie no es más que restos. Cuando me di cuenta de que este relato tomaría otra significación en este contexto, terminé de quitarle todo protagonismo a la extinción de la humanidad, y darle lugar central a la naturaleza disfrutando de nuestra desaparición. No me interesa escribir algo que tenga como referente directo este contexto, sino dejar que lo que escribo exprese esa situación de formas más sutiles, independientemente del tema que los textos aborden.

Candelaria Rojas Paz

La cuarentena me llevó a redescubrir carpetas guardadas… ¿Quién no se puso a sacar todo eso que tenía en sus estantes? Así tomé los textos viejos, rescatándolos, releyéndolos, quizás como un reflejo de lo que nos permite o nos lleva el “encierro”: mirar para adentro inevitablemente, encontrarse con uno en un espacio reducido. Eso me hizo percibir la necesidad del otro al mismo tiempo, y la reflexión espontánea, muy presente y constante. Entonces mis poemas, que si bien ya tienen una línea existencial y social, se centraron aún más en el individuo y ese “otro” que nos hace ser quienes somos en conexión.

La cuarentena me permitió dar espacio de “encuentro” y diálogo con cantores y compositores que admiro (Lucho Hoyos, Chiqui Ledesma, Gerardo Núñez, Adrián Temer, Laura Vallacco), generándose una producción en conjunto; entonces mi creación se ha poblado de presencias que antes se daban de manera más espaciada, permitiéndome hoy trabajar sobre letras que hace tiempo quería compartir. Siento que la creación literaria en mi caso se ha expandido más allá de lo netamente escrito, profundizando mi trabajo poético desde lo musical, así como desde la producción de videos y audios de lecturas, que se suman a las ruedas virtuales propuestas por diferentes espacios literarios y culturales.

Fabricio Jiménez Osorio

No estoy “escribiendo algo”, sino escribiendo, y haciéndolo mucho. Me parece que la escritura encarada desde un posicionamiento “resultadista” está más desafiada que nunca en este contexto. Lo digo por haber crecido con la idea de que escribir es “romper y abrirse paso” para poder hacerlo en medio del caos y el ruido de las obligaciones diarias. Llegar a concretar algo cerrado y mostrable, como una novela o libro de cuentos, era un poco el desafío prepandemia para algunas personas que nos interesa la literatura. Ahora hay tiempo para eso, hay soledad, y muchas cosas que favorecerían un escenario ideal de escritura. Pero por eso mismo me vi empujado a reconfigurar mis formas y mis búsquedas para escribir. Y lo que escribo en cuarentena son aperturas, textos breves, inclasificables, donde deposito mi fuerza comunicante en el proceso más que en el resultado, y tratando de que eso me ayude a habitar esta forma de vida nueva asimilando que “no se vuelve a la normalidad”, sino que se avanza hacia algo inédito, desconocido, a lo que habrá que irse adaptando. Entonces lo que estoy escribiendo tiene mucho que ver con eso, con no hacer algo sino con poder decir y decir. El cine y los vínculos amorosos son dos cosas muy presentes en esa escritura mía de estos días, por ahora.

Gabriel Gómez Saavedra

Estuve escribiendo poco porque la cuarentena no me pareció nada estimulante. Por lo general no soy prolífico ni tengo una rutina para la escritura, así que eso no cambió; quizá el poner la atención en adaptarme a un nuevo ritmo de vida también ayudó a perder la necesaria para escribir. Por un lado me dediqué a cumplir con colaboraciones que tengo acordadas para la página La Papa y, por otro, dándole continuidad al proyecto de un libro de poemas que rondan las aperturas involuntarias a nuevas etapas de vida, generadas por la muerte de algunos seres queridos; temática que se acentuó con la muerte de mi viejo. Quizá, ahora que lo pienso, la única vinculación (aunque inconsciente) que se me ocurre entre la cuarentena y esos poemas es la relación entre la muerte como un pulso silencioso y su poder de cambio, a veces más potente que el tiempo.

Zaida Kassab

Durante la cuarentena seguí escribiendo. Empecé, hace un tiempo ya, a corregir y reescribir los textos que conformarán un nuevo libro en el que estoy trabajando. Lo que sí me impulsó este estado pandémico es explorar la narrativa en relación a esta situación, estoy transitando unos pasos por ahí, explorando ficciones.

Ezequiel Nacusse

No sólo escribí durante la cuarentena, sino que además escribí mucho, leí mucho, hablé con amigos y conocí gente nueva, cuidé de mis plantas que siempre están al borde de marchitarse, aprendí a cocinar algunas comidas básicas y reparé vínculos dañados. Todo eso desde la tranquilidad de mi monoambiente en el barrio de Almagro, CABA. Es verdad que cultivé una alegría irresponsable, pero soy un escritor que no trabaja de lo que le gusta -como millones de personas- y que cuando tiene unas horas al día se entrega a la tarea inútil de sentirse bien con lo que hace, y de pensar. No luché contra la ansiedad ni me sentí obligado a ser creativo, tampoco extrañé esa normalidad aberrante en la que vivíamos y a la que sin dudas vamos a volver más empobrecidos, con más cansancio y más alienados, pero también sabiendo que algo tiene que cambiar.

Escribí sobre mi infancia en Tierra del Fuego, sobre los vínculos de afecto entre los hombres y sobre las masculinidades. Me puse al día con proyectos que arrastraba en la cabeza durante las horas de trabajo e imaginé, como si fuera poco, un mundo que pudiera ampararme para la realidad que ya llegó y que sin dudas es muy triste. La pandemia se escribe sola. No creo que la literatura tenga algo para decir al respecto. La ficción sobre la cuarentena es el brillo engañoso del oro del mercado literario -si es que existe tal cosa- y solo promete una identificación chata. A veces hay que aprender a callarse, como se callaron las ciudades, y dejar que los animales del pensamiento tomen las calles.

Silvina Bach

En mi caso la cuarentena, en relación a la escritura, impactó en dos sentidos. Me hizo organizar escritos en dos libros nuevos; separarlos por estilo, buscar una coherencia entre ellos y hasta les encontré título. Están casi listos; uno es específicamente poesía. El otro mezcla poesía y microrrelatos con un formato que no había utilizado nunca antes. Por otro lado empecé a escribir otro género, más del lado de la novela. Creo que motivó eso la necesidad de simbolizar un real (en el sentido lacaniano de lo real) que invadió la vida cotidiana de todos. Esto real es, claro, este virus que no tiene cura, y también la sensación de cercanía de la muerte (fantaseada o no) que aparece cada vez que nos informan sobre un nuevo contagio o un nuevo deceso. La escritura siempre ha sido para mí el espacio simbólico en el que se nombra a la existencia. Lo nuevo de esta situación ha sido, de alguna manera, una necesidad mayor de las palabras, dejarle escritos de este tiempo a mi hijo que es chiquito y sin embargo entiende esto que sucede y me acompaña en la necesidad de escribir. También ha sido intenso el intercambio de proyectos con amigos poetas o artistas que también están movilizados. No sé cómo será el mundo cuando esto acabe; pero mi posición ante lo que pasa se traduce en este verso final de un poema mío: “tantas noches me pregunto por la muerte, y la vida me responde con la vida”.

En Esta Nota

Inglaterra
Comentarios