Monstruos que surgen de la fragilidad humana

Ironía, lucidez y humor combinados por el talento de Wilcock.

24 May 2020
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LA RECETA. El desafío consiste en suspender la lógica que la realidad demanda para disfrutar del absurdo, que Wilcock maneja con consistencia.

RELATOS

EL LIBRO DE LOS MONSTRUOS

J. RODOLFO WILCOCK

(La Bestia equilátera – Buenos Aires)

Este es un libro totalmente desaconsejable para quien carezca de sentido del humor y/o gusto por la ironía. Un monstruo, sabemos, es un ser cuya apariencia escapa a los dictámenes de la naturaleza, generando horror. “El sueño de la razón produce monstruos”, fue el título que el gran Francisco de Goya dio a su colección de escenas sombrías: entre otras, Saturno devora a sus hijos y enormes criaturas aladas acechan a un hombre: la razón duerme, y el inconsciente genera el horror. Los “monstruos” de Wilcock, en cambio, no provienen de pesadillas o duermevelas, sino de la aguda lucidez con que el autor percibe la fragilidad humana y la aborda en 62 breves relatos, como otros tantos “casos”: allí está el geómetra Elio Torpo, convertido en una fumarola que cada tanto lanza barro sobre sus propias hijas; están Junius Polla, financista, “completa y permanentemente invisible” y Eher Sugarno, que versifica párrafos científicos y pasa por poeta. Y cuando estos imposibles seres actúan, surge el chispazo irónico, burlón y enfermizamente humano

Si el lector logra suspender la lógica que la realidad demanda y disfrutar del absurdo que Wilcock maneja con fruición y consistencia, será recompensado con la risa frecuente y con la espléndida sensación de que algunos rasgos de estos hilarantes personajes no están tan alejados de lo que se advierte en algunas personas.

Juan Rodolfo Wilcock (1919-1978), hijo de inglés y pampeana, ingeniero, trabajó en la expansión del ferrocarril en Mendoza, cultivó el relato breve y la poesía a partir de 1940: la SADE premió su Libro de poemas y canciones y lo acercó a la amistad de Silvina Ocampo, Adolfo Bioy Casares, Jorge Luis Borges y José Fernández (el “Pepe” de la Zamba para Pepe, de María Elena Walsh). Pero, en los 50 el peronismo lo impulsó a radicarse en Italia. Allá fue traductor y escribió en italiano obras –vertidas luego al español- como El caos (1974), cuya tercera edición fuera comentada en LA GACETA Literaria por Marcelo Damiani, quien afirma con razón que “casi todos sus escritos están atravesados por una suerte de ‘perplejidad contemplativa’ que lleva a una ‘verdad última’: ‘todo tiende a la nada’”.

Valioso rescate el de la obra de Wilcock. No porque haya sido el amigo argentino de Pier Paolo Pasolini, Vittorio Gassman o Alberto Moravia, que no es poco, sino por la energía de su imaginación, favorecida por su prosa ligera y precisa, y por lo que Cortázar diría sobre otro “raro”, el uruguayo Felisberto Hernández, “la realidad no solo contiene lo verificable sino que lo apuntala en el lomo del misterio”.

© LA GACETA

Eugenia Flores de Molinillo

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