Rosario de la Frontera: se suman los casos de abusos por parte de la Policía

“El miedo es constante”, contó una víctima después de una feroz golpiza. “No estamos tranquilos”, repiten sus familiares.

28 May 2020
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IMAGEN DE LA GACETA. GENTILEZA FAMILIA PADILLA.

Luego de que LA GACETA publicara ayer el caso de abuso que sufrió Agustín Arroyo Juárez en Rosario de la Frontera por incumplir la cuarentena, nuestro medio comenzó a recibir denuncias similares de otras familias que sufrieron abusos en iguales condiciones.

“El miedo es constante. Salgo a trabajar a la mañana y mi familia no tiene la misma vida que antes. Mi señora se va de la casa con mis hijos por temor. Andamos con miedo”, contó Julio Padilla, un trabajador de Rosario de la Frontera que el sábado 2 de mayo sufrió una fuerte golpiza por parte de policías del Sistema de Emergencia 911 de esta ciudad. Su familia, vecinos y un compañero de trabajo fueron testigos de lo que sucedió.

Según relató a LA GACETA, Julio volvió de repartir bebidas a su casa, cerca de las 19. Su jefe y su compañero de trabajo le enviaban mensajes porque al día siguiente debía presentarse porque llegaba un camión con mercadería. Como su compañero se dio cuenta que no veía los mensajes, decidió pasar por su casa a avisarle. “Eran cerca de las 20 cuando pasa mi compañero a avisarme que al día siguiente debía hacer ese trabajo y estuvimos conversando en la puerta unos 15 minutos. Cuando se despide y se sube a su auto, veo que un móvil de la Policía, del 911, le cruza el auto, se bajan tres efectivos y, de manera muy agresiva, le dicen que se baje”, contó Julio quien se quedó observando la situación hasta que decidió intervenir: “Me acerqué para contarles qué había pasado solamente unos minutos a avisarme una cuestión de trabajo. Pero los policías nos agredían permanentemente”.

La situación duró varios minutos que parecieron eternos. Los policías les decían que estaban  violando la cuarentena y ellos respondían que solamente habían hablado unos pocos minutos por una cuestión laboral. Le mostraron los mensajes que no habían leído y la situación se volvió cada vez más tensa. “En todo momento fueron muy agresivos. Me decían que me calle, que no era conmigo hasta que me pidieron el permiso, pero no entraron en razón. Como yo estaba con barbijo me lo bajé un segundo para leerles mis documentos y comenzaron a insultarme más: que no me haga el canchero, que me ponga barbijo, que por qué incumplíamos la cuarentena. Mi familia y vecinos salieron por los gritos y mi hijo menor de tres años me agarró la mano izquierda”, recordó Julio.

"Mi familia estaba ahí, escuché los gritos y llantos de todos cuando me subían al móvil policial. Yo estaba ciego. No veía nada. Me patearon todo el tiempo”

Luego, todo sucedió en pocos segundos: “Cuando les dijimos que nos hagan la denuncia comentamos que luego haríamos un descargo y ahí se pusieron violentos. Uno de los policías me dijo que yo lo había cansado. Me dijo ´date vuelta´ y me agarró de la mano derecha, estábamos rodeados por ellos. Me torció el brazo, me lo quitan a mi nene de la mano, me tiran al piso, me ponen las esposas y me tiran gas pimienta en la boca y en los ojos. Todo sucedió rápidamente. En los papeles ellos dicen que yo me resistí pero la verdad es que no tuve tiempo de hacer nada. Mi familia estaba ahí, escuché los gritos y llantos de todos cuando me subían al móvil policial.  Yo estaba ciego. No veía nada. Me patearon todo el tiempo”, dijo.

Sus hijos de 10, 6 y 3 años observaron la situación junto a su esposa y vecinos que salieron por los gritos. “Me llevaron en la camioneta a la Comisaría 31 pero demoraron cerca de 30 minutos cuando yo vivo a ocho cuadras de allí. Durante el trayecto me siguieron golpeando. Me patearon y continuaron las amenazas e insultos todo el tiempo. Uno de ellos se paró con todo su cuerpo en mis tobillos. Otro encima de mi cabeza, con sus dos pies”, detalló.  

La situación se extendió hasta pasada la madrugada. Un doctor lo revisó en el Hospital Melchor Figueroa de Cornejo. Los policías estaban presentes y Julio repetía que le limpiasen los ojos, que no podía ver. El informe médico fue mediocre: no le levantaron la remera y le hicieron unas pocas preguntas. Luego fue a la Comisaría 31, en calidad de detenido. Allí se encontró con su esposa y su papá que habían ido a esperarlo. “Me dejaron en un calabozo, no me dejaron limpiarme la cara, a cada rato venían a hacerme firmar papeles que no podía leer. Yo firmaba para que me dejen tranquilo, porque ellos no querían leerme lo que decía”. Una vez afuera, volvió al hospital para que lo revisasen. Lo atendió el mismo médico quien constató que las lesiones eran mayores a las que él mismo había asentado en el primer informe.

"Curiosamente, el único papel que me dieron dice que no haga declaraciones públicas. Yo no recuerdo haber firmado nada así”

“Volví a la Comisaría a hacer la denuncia, me hicieron esperar un rato largo. Un policía me hacía una pregunta y se levantaba e iba. Me sacaban fotos y las enviaba por celular pero no me decía a quién. Hasta que llegó el comisario, me llevó a otra habitación y, luego de que le conté lo sucedido me dijo: ´pensá bien si querés hacer la denuncia. Yo debería detenerte, tenés tres hijos, andá a tranquilizarlos´”, cuenta que le repetía aunque, sin embargo, nunca le explicaba cuál había sido su delito.

“Empecé a tener miedo de nuevo. Le dije que lo iba a pensar y me fui.  Al día siguiente regresé a hacer la denuncia delante de otra oficial que me hizo demorar cuatro horas. Cuando me leía la denuncia siempre omitía algo sobre los golpes e insultos. Intenté ir a la Fiscalía y me dijeron que vuelva a ampliar la denuncia a la comisaría. Fui a otra comisaría, la del Mirador, y tampoco querían tomarme la denuncia porque yo vivo en otro barrio”, recordó.

Hace casi cuatro semanas de este hecho. Hasta el momento nadie se acercó a la familia Padilla a darles explicaciones ni a solicitarles detalles de lo sucedido. Ni la Policía ni la Justicia dieron respuesta por el momento de horror que debió vivir. “Hasta el día de hoy no sé nada. No me llamaron nunca desde la Fiscalía. Curiosamente, el único papel que me dieron dice que no haga declaraciones públicas. Yo no recuerdo haber firmado nada así”, concluyó Julio.

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