¿El show debe continuar?

31 May 2020
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¿Se puede jugar fútbol bajo cualquier circunstancia? La pregunta circula mucho en estos tiempos de pandemia. Tiempos de autoridades y de empresarios que presionan por la vuelta y también de algunos jugadores que avisan que no son conejillos de indias y que se preguntan, con lógica cautela, por qué son ellos los únicos que tienen autorización para trabajar sin distanciamiento social y sin barbijo. Pueden forcejear, no abrazarse. La pregunta inicial, si se puede jugar al fútbol bajo cualquier circunstancia, cobra vigencia estos días porque el último viernes se cumplieron 35 años de la llamada Masacre de Heysel, acaso uno de los episodios más grotescos que alimentan aquello de que “el show debe seguir”. Y el fútbol también.

La tragedia

El 29 de mayo de 1985 (recomiendo leer un gran informe publicado por el diario Olé el viernes, por el colega Martín Macchiavello) jugaron en Heysel, incómodo estadio belga, Liverpool y Juventus. Era la final de la entonces llamada Copa de Campeones, hoy Champions. Y se enfrentaban los dos mejores equipos de aquellos años en Europa. El estadio de Heysel ya había albergado finales previas, pero la UEFA no supo advertir que el fútbol inglés vivía tiempos más bravos de hooligans, los barrabravas que hoy son casi pieza de museo, en estos tiempos más modernos de Premier League dominada por jeques rusos, estadounidenses y asiáticos.

Tampoco supo advertir la UEFA que hooligans y “ultras” (los barras italianos) habían chocado poco antes. Y tampoco supo verlo el gobierno belga, que albergaba una final pero que ese día improvisó seguridad y hasta jefatura policial. La crónica condena a unos 200 hooligans alcoholizados que, en plena tribuna “neutral”, desbordada por miles de “colados”, atacaron a los italianos que, desesperados en la huida, terminaron derrumbando una pared precaria. Murieron 39 hinchas y 600 sufrieron heridas. Pero, peor aún, el partido se jugó. Hay que escuchar al relator italiano, su narración helada del gol de Michel Platini que corona campeón a Juventus. ¿Cómo iba a mentir o a simular emoción si hasta minutos antes ese mismo relator daba cifras de las víctimas que aumentaban minuto a minuto? ¿Cómo se jugó esa final si la masacre había sucedido 67 minutos antes de que comenzara el partido?

Se dijo entonces que las autoridades políticas y deportivas presionaron para que el partido se jugara bajo el argumento de que miles de fanáticos podían expresar ira y continuar con los destrozos afuera del estadio. Mejor jugar que suspender. Otros sugirieron que la verdadera razón para que el partido se jugara fue porque había que evitar las demandas que, sin partido, caerían sobre la UEFA. El colega Macchiavello me contó que escribió su gran informe del viernes porque Heysel fue su gran impacto de que un partido de fútbol también podía ser muerte masiva. Años después, viajó ya como periodista a Liverpool y a Turín. Y encontró que esa final era “tabú” en ambos lados. En uno porque sus hinchas fueron los culpables. En otro porque, más allá del título obtenido, dio vergüenza que ese partido se haya jugado en medio de tantos hinchas muertos. ¿Qué deberíamos recordar? ¿El título? ¿Los muertos?

Sin los hoolingas

Tras aquella final, Liverpool y Juventus siguieron adelante. A tono con su historia de clubes grandes. Uno domina hoy en su país y quiere volver al trono europeo. Otro, Liverpool, es rey actual en Europa y quiere coronarse campeón en su país justamente después de tres décadas. La de hoy es una Premier League que cambió radicalmente tras la Masacre de Heysel. Los hooligans eran la cara indeseable de la Inglaterra de la premier conservadora Margaret Thatcher, la “Dama de Hierro” que tenía poco amor por el fútbol. Los clubes se convirtieron definitivamente en empresas, algunos de ellos con cotización en Bolsa incluida y los nuevos y modernos estadios de boletos carísimos dejaron afuera a generaciones de hinchas de clases medias y bajas. La Premier League, inflada por los dineros de la TV de pago, confirmó esta semana que retomará su campeonato a partir del 17 de junio, sin público, claro, pero que buscará llegar a su fin, pese a la pandemia. Quiere que haya campeón en medio de esta nueva normalidad. Seguramente habrá campeón. Y habrá fútbol porque, otra vez, “el show debe seguir”.

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