Lucía Carmona: “yo hago lo que el poema manda”

La escritora riojana tiene lazos entrañables con Tucumán. No admite encasillamientos. El ejercicio de la docencia.

05 Jul 2020
1

Conjuga el silencio del tiempo. Alborota los deseos del amor. La pasión se entrevera en la silueta del aire. Una enredadera riojana se trepa a su corazón. Siembra latidos en esa mano que escribe su destino. En la vigilia de las palabras brotan las alas de un poema. Que tiene aroma a pueblo, ausencia, soledad, vida, también a muerte. Chilecito es su patria, pero las raíces paternas la tironean siempre a Tucumán, donde ha tejido un abrazo entrañable con muchos escritores, a lo largo de los años. “Como vive quien habita una patria inexistente, caminé las fronteras que me separaban del hogar de la tierra. Tan sólo líneas frías sin bandera, sin sangre. Fuiste mi territorio y hoy me pierdo en mi sombra. Soy extranjera de mi propio patio y extraño el olor de tu tierra, lo extraño…”, dice Lucía Carmona, destacada escritora de la literatura nacional.

- ¿Qué duendes te ligan a nuestra tierra?

- Mi relación con Tucumán, creo que es inacabable. Viene desde el origen mismo. Mis padres andaluces de nacimiento, nacieron en el pueblo de Carbonera, al sur de la provincia de Almería. Era un pueblo de pescadores y mineros. Vienen después a la Argentina como tantos para mejorar su suerte. De inmigración en el puerto de Buenos Aires, viajan a Tucumán. Mi madre a los nueve años y mi padre por dos veces, primero a los 12 y luego a los 20. Ellos se conocen en Tucumán y se casan en Tafí Viejo, donde nacen sus dos hijos mayores. Por motivos de salud de mi hermano mayor, salen junto a mi tío y su esposa a buscar una tierra propicia para la agricultura y de clima seco. Primero van a Jesús María y después alguien les habla del clima de Chilecito y viajan hacia ese lugar, donde se afincan hasta su muerte. Vocación de trashumantes y de trabajadores de la tierra. La poesía viene de mi abuelo materno, trabajador de socavón en Carbonera y analfabeto que dicta a los familiares que sabían escribir sus poesías.

- ¿Cómo se fue construyendo la voz de poeta?

- Es imposible precisar tiempos en algo que constituye casi una sangre paralela. Los poemas primeros que todavía conservo son de la época en la que, recordarás seguro, escribíamos con lápiz. Siempre escribí. Ignoro cuando llegó la poesía; soy autodidacta, nunca sistematicé el sortilegio de la unión poesía-mujer. Unión que habría de signar toda mi vida. A pesar de que mis hermanas mayores escribían poesía, no se habían entregado a ella. Hablo de la entrega porque en mi caso, sentí el momento de la entrega saliendo con la cara bañada en lágrimas de un baile estudiantil y preguntándome qué hacía allí. En ese momento, me di cuenta de que lo único que realmente me importaba era esa infaltable compañía del poema. Creo que el hecho de ser una adolescente solitaria y tímida, me empujó más hacia el cálido mundo de la hoja de papel.

-¿Cómo se insertan la docencia y las Ciencias Biológicas en tu vida?

- Amé y amo la docencia que relacioné siempre con la poesía porque traté de evitar que mis alumnos sufrieran la indiferencia hacia esas primeras composiciones poéticas, tal como había pasado conmigo, que jamás recibí una palabra de aliento de mis profesores durante los años de la secundaria, pese a que vivía escribiendo. Así creé un taller literario que recogió las inquietudes de un grupo de 25 jóvenes desde los 12 a los 20 años. Bautizamos el taller “Mamaquilla” y la tarea fue fructífera; publicamos ocho números de una revista con igual nombre y un libro colectivo con poemas de un nivel insospechado. Simultáneamente dictaba clases de Literatura y Biología. Las Ciencias Biológicas fueron una opción obligada porque en Chilecito sólo existían dos carreras de nivel terciario: Ciencias Biológicas y Ciencias Económicas. El título de profesora me permitió trabajar en las escuelas secundarias.

- ¿Cómo prosiguió el camino literario?

- Mi tarea como coordinadora de talleres literarios se había iniciado en 1976 con la dirección del Primer Taller Literario de la provincia. Esa tarea se extendió por más de 20 años. Con las primeras invitaciones y los primeros viajes a diferentes provincias del país, comenzaron a abrirse las primeras puertas y así comencé a integrar la red maravillosa de poetas y poemas. Así, tácitamente integramos un grupo literario que paradójicamente nunca tuvo nombre pero que se asentó en bases teóricas y estéticas firmes. Ese grupo estuvo integrado por poetas de Catamarca, La Rioja, Santiago del Estero, Tucumán, Santa Fe, Buenos Aires, Misiones y otras provincias. Los principios teóricos fueron obra del gran poeta santiagueño Alfonso Nassif. Esos principios marcaron hitos pese a que cada poeta iba elaborando una obra dentro de esa tendencia vanguardista sobre todo dentro del creacionismo.

- La Rioja ha dado destacados creadores, ¿cómo se inserta tu obra en la producción literaria de tu provincia?

- Tuve y tengo buenas relaciones con los poetas de mi provincia y creo que después de más de 50 años del primer poema publicado, gozo del afecto y el respeto de ellos.

- Eres una participante asidua de los acontecimientos literarios tucumanos, como el Encuentro de Poetas de Monteros, ¿cómo se aceita esa vinculación con Tucumán? ¿Qué poetas nuestros te acarician el alma?

- Mi relación con Tucumán es entrañable. Allí publiqué mi primer libro, “Hacia una tierra oscura”, con Ediciones Tarco, que dirigían entonces Manuel Serrano Pérez y Carlos Duguech. Mi amistad con Manuel Aldonate fue profunda desde antes del Primer Encuentro de Monteros al que por supuesto asistí. Igual fue mi amistad con María Elvira Juárez, Salvador Chaila, Isabel Santiago Casbas, Lía y Alberto Rojas Paz y muchos otros que se fueron sumando con el tiempo y mis viajes permanentes a Tucumán. Fueron los poetas de la primera juventud y por lo mismo artífices conmigo del camino.

- ¿El hecho de haber nacido y vivir en Chilecito influyó en tu mirada del mundo? ¿De qué habla tu poesía?

- Nacer en Chilecito y también a veces, morir en él, influye como un sello de piedra y nieve en mi espíritu. Solo escribo cuando estoy en mi tierra. Mis poemas han sido siempre una indagación subjetiva y cósmica acerca del hombre, su origen y su destino. El presente pasado y el pasado futuro. Yo hago lo que el poema manda. No admito todo encasillamiento que me aleje de la voluntad del poema. Una idea me atrae, me subyuga y el poema nace, libre como ansía nacer. Como hacedora de los poemas anhelo la fluidez total, aquello que lleva el caudal de palabras como un río incontenible tanto en la lectura como en la comprensión. La poesía es un exaltar la vida a través de la muerte sin huir ni de la luz ni de la sombra. Ambos extremos que parecieran opuestos están integrados, porque una se alimenta de la otra. El claroscuro sería el estado de plenitud filosófica. Además y sobre todo sentir que se está escribiendo la primera palabra, que la condición de descarnados y desnudos no debe cesar jamás.

Comentarios