Exterminio: Srebrenica, una cicatriz en el centro de Europa

A 25 años de la matanza de miles de bosnios.

13 Jul 2020
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SREBRENICA, Bosnia.- La segunda semana de julio de 1995 marca el comienzo, en el municipio de Srebrenica, en Bosnia y Herzegovina, lo que la historia ha conocido como la mayor masacre en suelo europeo desde la II Guerra Mundial: la ejecución sumaria de más de 8.300 musulmanes bosnios o bosniacos, hombres y niños, a manos de las fuerzas de la República Srpska, la entidad serbia dentro de Bosnia, emergida a partir de las guerras de Yugoslavia.

La masacre de Srebrenica es considerada un fracaso absoluto de la comunidad internacional. El secretario general de la ONU, António Guterres, reconoció que tanto Naciones Unidas como la comunidad internacional “le fallaron al pueblo de Srebrenica”.

La ex embajadora de Alemania en Montenegro Gudrun Steinacker, lo considera “un fracaso de Europa” y la culminación de “cuatro años de guerra y limpieza étnica, campos de concentración, expulsiones en masa y violaciones colectivas” en Bosnia-Herzegovina.

Un cuarto de siglo después,los dos máximos responsables de la matanza, el líder político de los serbobosnios Radovan Karadzic y el ejecutor directo de la operación, el comandante Ratko Mladic, fueron condenados a cadena perpetua. Decenas de implicados escaparon impunes y las autoridades serbias aún se niegan a reconocer la masacre como un genocidio.

La independencia de la República de Bosnia y Herzegovina en 1991 y su reconocimiento por la comunidad internacional en abril de 1992, en uno de los primeros episodios de la descomposición de la antigua Yugoslavia y un antecedente de la masacre.

“Venganza histórica”

Karadzic justificó su operación en la amenaza que, según decía, representaban los bosniacos. Acusó al entonces presidente de Bosnia, Alija Izetbegovic, de formar un “consejo secreto de defensa” para aniquilar la población serbia.

Pero los motivos de Karadzic y Mladic, a juicio de los supervivientes, se remontaban siglos antes. Los mensajes a sus fuerzas llamaban a la venganza histórica por la derrota sufrida por el príncipe serbio Lazar en la batalla de Kosovo, hacía más de 600 años, a manos de musulmanes otomanos.

Un año después de Srebrenica, Karadzic escribió: “El guerrero serbio lucha contra los turcos desde Kosovo hasta hoy. Es la misma lucha épica por sobrevivir, por la vida, que siempre está amenazada por el mismo enemigo: el turco, que desde 1389 no ha permitido a los serbios vivir en paz”.

Los serbios comenzaron la planificación estratégica de la masacre en marzo de 1995. Para entonces, llevaban meses asediando la llamada “ciudad de la plata”, cerca de la frontera con Serbia y declarada en abril de 1993 como “zona segura” por Naciones Unidas.

La presencia de las fuerzas de paz no intimidó a las fuerzas serbias, que entraron en la ciudad el 11 de julio de 1995. La población, aterrorizada, corrió a los bosques cercanos, a donde huyeron 15.000 bosniacos, y a la base holandesa de Potocari, que recibió a 20.000.

Lo ocurrido a continuación lleva siendo un estigma para la comunidad europea que dura un cuarto de siglo. El comandante Mladic acordó con el jefe del destacamento holandés, Thomas Karremans, que le dejaran salir a él y a sus hombres del cuartel. En ese momento, miles de bosniacos quedaron a merced de los militares serbobosnios. El 12 de julio, las fuerzas de Mladic entraron en el cuartel de los “cascos azules” con el pretexto de trasladar a los refugiados a zona bajo control bosnio.

El “traspaso de competencias” fue atroz. Unos 8.100 varones fueron ejecutados por militares y a paramilitares serbios, en los días siguientes. Mujeres y las niñas fueron trasladadas a territorio bosniaco. Para entonces las fuerzas serbias habían perpetrado una campaña de violación en masa como parte de su política de limpieza étnica. El trauma de las supervivientes y la impunidad de sus violadores dificulta la estimación de las cifras, que oscilan entre 20.000 y 50.000 mujeres. (Europa Press)

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