Las fotos de la familia Kohan

Pulsaciones de una memoria individual.

02 Ago 2020

MISCELÁNEA

ME ACUERDO

MARTÍN KOHAN

(Godot – Buenos Aires)

Basta con tomar un álbum de fotos viejas para darse cuenta: la memoria afecta al tiempo. Cambia la percepción de lo sucedido y le da otra significación al pasado. La memoria no mantiene una narración que separa causas de consecuencias ni se desarrolla linealmente, sino todo lo contrario. Se presenta de una manera caótica y desordenada, a veces sin una razón que motive la irrupción (“no sé por qué pero me acordé de tal”), otras sin explicar por qué el cerebro eligió esa imagen sobre todas las otras. Lo cierto es que los recuerdos aparecen como una pulsación, como un latido que llama la atención de quien recuerda y toca una fibra emocional.

El libro Me acuerdo de Martín Kohan, publicado por Godot, está compuesto por estas fibras, pulsaciones de una memoria individual (el “punctum” que señaló Roland Barthes en sus análisis sobre la fotografía) que tensan y exhiben a una época. Se presenta como una lista de recuerdos de la infancia, escrita como si fueran anotaciones que se intercalan con fotos familiares o publicidades de revistas en las que participó Kohan como un niño sonriente y rubio. Nombres de los vecinos, modelos de autos, episodios de la vida familiar, juegos de niños, anécdotas del barrio se suceden sin un hilo conector en apariencia: “el chofer del micro escolar se llamaba Sursolo”, “Mariquel usaba una malla roja enteriza”, “mi mamá fumaba cigarrillos Kent”, “mi primo Jorge imitaba a Quico”.

El ejercicio memorial empieza con un epígrafe de Georges Perec, que coloca al volumen en la genealogía de libros experimentales publicados a partir de I remember de Joe Brainard. En 1970, el artista y poeta neoyorquino presentó un largo poema cuyos versos empezaban de la misma manera: “me acuerdo de”. Brainard generó una larga lista de autores que tomaron la estructura del poema como modelo, entre ellos Perec, para describir historias mínimas, quizás triviales, y episodios desordenados del pasado.

Kohan lleva más allá el mismo presupuesto. Al omitir el verbo acordarse, su libro destaca la facultad de proyectar la memoria que tiene la literatura. Por momentos, se encuentran personajes que se repiten, tensiones latentes (entre papá y mamá), expresiones de antisemitismo entre los nenes y frases solapadas que exponen el contexto de la última dictadura militar. Me acuerdo genera un efecto extraño. Cada elemento, cada detalle se presenta con una significación especial, las marcas de los juguetes o las peleas entre hermanos despiertan en el lector su propio recuerdo.

© LA GACETA

Salvador Marinaro

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