El Iberá recupera su fauna extinguida y se alista para las visitas

El proceso arrancó en 1983, luego de un siglo de depredación. En junio volvieron los guacamayos.

04 Ago 2020
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GUACAMAYOS. Llegaron 15 nuevos, después de 100 años desaparecidos.

Las 708.000 hectáreas conformadas por los parques Provincial y Nacional Iberá, ambos en Corrientes, son la reserva natural más grande de Argentina, formada por pastizales, esteros, cañadas, lagunas, bosques húmedos y secos, selvas en galería y albardones. Y en ella vivió durante cientos de años una increíble variedad de animales que sufrieron durante el último siglo tanto caza furtiva como la introducción de especies exóticas.

Consecuencia, la de siempre: extinción o desplazamiento de tapires, guacamayos, aguarás guazú, osos hormigueros, muitús, pecaríes, venados de las pampas, ocelotes, pacas y la chuña de patas rojas. Pero soplan vientos de cambio: están siendo reintroducidas junto con “piezas mayores”, como nutrias gigante y yaguaretés, y restablecer el ambiente. Se busca que después de la pandemia las cosas sean diferentes.

Primeros pasos

La situación comenzó a revertirse en 1983, cuando 1,3 millón de hectárea fueron declaradas Reserva Provincial; dentro de ella se delimitó en 2009 el Parque Provincial Iberá y, en 2016, sobre tierras donadas por la Fundación Rewilding Argentina, el Parque Nacional Iberá.

La Fundación encaró la tarea de “resilvestración” llevando especies extinguidas. La tarea es acompañada por ambos parques, que además de convertir en guardaparques excazadores furtivos, se dedican a erradicar especies exóticas y a proteger las nativas.

“La primera especie que liberamos fue el oso hormiguero gigante, en 2007; se había extinguido, y ahora ya hay unos 150, en cuatro poblaciones”, contó a Télam Marisi López, de la Fundación y miembro del ente mixto Comité Iberá. La última liberación fue la de cinco guacamayos rojos, en junio, con lo que ya tienen 15 reintroducidos, tras 100 años desaparecidos. Y el próximo será el yaguareté.

Sólo se dio marcha atrás con el tapir, porque contraía el tripanosoma, una enfermedad transmitida de los caballos por un tábano que habita en los carpinchos, de los cuales la reserva está superpoblada. López explicó que con la liberación del yaguareté se equilibrará la población de carpinchos, ya que este roedor forma parte de su dieta. “Tenemos cinco yaguaretés que no tienen contacto con humanos, para que no se comporten como mascotas”, agregó.

Otra especie destacada en este proceso es la nutria gigante o lobo de gargantilla. “Es como un lobito de río pero más grande; vive mitad del tiempo en el agua y mitad afuera y es el predador tope, el que controla el ecosistema acuático”, explicó la experta. “Tenemos una hembra y un macho que vinieron de Europa, pasaron la cuarentena y están en un corral de presuelta, donde tienen su propia madriguera. Esperamos que tengan cría para liberarlos después como una familia”, añadió y resaltó que serán “un atractivo turísticos superinteresante, porque son grandes, vistosos, ruidosos; se acercan a la gente pero no representan peligro; sus manos parecen humanas con guantes negros, cazan el pez bajo el agua y salen a comerlo; andan en grupos grandes, juegan con sus crías y las llevan con la boca”.

Ambiente ideal

Según López, además del sociable “lobito”, podrán verse yacarés, carpinchos, venados, pecaríes, guacamayos y muchas otras especies, tanto cerca de los hospedajes del Gran Parque Iberá, como durante las excursiones, en bote, a caballo o en caminatas apenas puedan abrirse los parques.

“Iberá es ideal para el nuevo turismo pospandemia, porque las actividades no son masivas; no hay grandes grupos de gente; los hoteles son para pocas personas y, sobre todo, es ideal para reencontrarse con la naturaleza”, señaló.

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