Perfumes sin género: el olfato no hace distinciones

05 Ago 2020

Qué curioso y atemporal es pensar que el recuerdo de una mujer amada (y perdida) huele a rosas o a jazmín mezclado con caramelo. Mientras que el de ese hombre interceptado -como atentos desconocidos- por la calle nos conduce al deseo del tabaco con vainilla.

El olfato tiene memoria; pero también juzga y limita en base a esta. Cuántas veces habremos leído en la etiqueta de alguna fragancia que las notas florales son románticas por excelencia; y que lo exótico-oriental nos embebe de sensualidad. ¿Sabemos el origen del almizcle? No, e igualmente somos capaces de asociarlo a la “amaderada” galantería masculina.

En busca de destronar los preconceptos (aunque sea los olfativos), desde hace algunos años la industria de la perfumería retomó una antigua apuesta: los perfumes genderless. El concepto pretende evitar las etiquetas binarias y encasillar los aromas como destinados a un género específico.

“Los aromas son parte del lenguaje que utilizamos para presentarnos en sociedad y una herramienta con la que intentamos definir cómo queremos ser percibidos. Por eso, la división de fragancias entre masculinas o femeninas construye barreras y limita la expresión individual. Entramos en la vida y en el mercado de consumo desde una normativa determinada. En cambio, si el producto carece de etiquetas esas barreras se rompen y podemos ser más conscientes de nuestros gustos”, comenta Adriana Lopardo, creadora de una marca argentina dedicada a las fragancias de lujo, libres de crueldad animal y sin género.

La línea incluye seis opciones “andróginas” inspiradas en los movimientos musicales de Latinoamérica (bossa, lando, mento, milonga, son y xote).

¿Cómo funciona esta cata a ciegas? Simple, Adriana afirma que el aroma es una parte esencial de nuestra identidad y como tal basta con oler las notas de los distintos frascos para encontrar el que nos siente mejor. Por eso mismo, los perfumes genderless también representan un cese de la sobrecarga de estímulos visuales. Clásicos ejemplos de esa sobrecarga son las botellas extremadamente llamativas o las publicidades en las que los modelos son un símbolo de aquello a lo que se aspira.

“Se nota, especialmente entre los más jóvenes, que el público no siente tanto la necesidad de autoidentificarse con categorías marcadas. Lo genderless no es exclusivo de Argentina sino que se reproduce a nivel global (o al menos desde el mundo occidental). El marketing siempre está atento a las tendencias sociales y supo capitalizarlas para convertirlas también en una máxima del mercado”, explica la empresaria. Agrega que este proceso también se refleja en la indumentaria y en las pasarelas internacionales.

Además, sin la necesidad del discurso rosa o azul, la perfumería de autor permite desarrollar historias elaboradas y jugar con las emociones.

“Antes los perfumes eran figurativos; e incluso en las cajas se resaltaba un ‘para ellos’ o ‘para ellas’. Actualmente, en cambio, lo que buscan las casas perfumistas es brindar experiencias multisensoriales y artísticas sin la necesidad de mostrar siquiera un frasco. La perfumería de autor siempre tuvo en claro que lo importante era representar una situación o lugar que trascendiera a la persona, su género o clase social”, reflexiona Pablo Bordoli Conti, dueño de un emprendimiento de aromateria.

Historia olfativa

La cronología de las esencias nos remonta a las civilizaciones de antaño. “Como antecedente a los perfumes, los primeros registros aparecen en Oriente y con la quema de maderas y de resinas vegetales (entre ellas la mirra o el incienso) en los rituales religiosos. Se creía que esos olores purificaban el ambiente y facilitaban la conexión con los dioses. Los sepulcros también estaban aromatizados; y los difuntos eran ungidos con aceites de flores autóctonas (como el loto), menta o eneldo”, relata el historiador Gustavo Caro Silva.

Es por aquellos hábitos egipcios, y su reproducción en otras culturas, que obtenemos el nombre “perfume”: derivación del latín per-fumum, cuya traducción implica recibir algo “a través del humo”.

Tiempo después, el interés por las fusiones botánicas fue captado por las autoridades y los pobladores romanos. Estos incluyeron el uso de fragancias con verbena o manzanilla a sus códigos tácitos de aseo y alcurnia.

“En aquella época aún no existía el proceso de destilación, por lo que la gente empleaba pomas de olor. Es decir, alhajas rellenas con plantas o grasa que pendían del cuello o la cintura. Los alquimistas elaboran las primeras pruebas químicas en la Edad Media y a estas le sigue una puja de poder olfativa”, agrega Caro Silva. Agrega que durante la Santa Inquisición, la Iglesia prohibió las fragantes pócimas por ser una tentación para los placeres carnales.

MODELOS DE POMANDERS. En la Edad Media hombres y mujeres usaban alhajas con flores y hierbas para mitigar el mal olor corporal.

Con el Renacimiento, el uso religioso y medicinal de los perfumes se da por terminado. Y a fines del siglo XIX le damos la bienvenida a la perfumería moderna, con grandes boutiques en las principales capitales del mundo, dosis de extravagancia y frascos engarzados con pedrería que durarán hasta la segunda mitad del siglo XX. Llegados a esta instancia, la adquisición de perfumes se democratiza.

PERFUMISTA. Adriana Lopardo muestra su línea de perfumes sin género y en frascos sobrios, sin estímulos.

En este paseo histórico, la memoria colectiva teje algunas figuras variopintas. Y aparece el recuerdo de un Napoleón Bonaparte que daba órdenes para invadir Malta mientras olía a cítricos. E íconos de Hollywood como Audrey Hepburn -creadora indirecta del icónico L’Interdit de Givenchy- o Marilyn Monroe (único ser humano que podría gastar un Chanel N°5 para irse a dormir).

La posmodernidad aportó por igual su tecnología y deseos a los nichos de inspiración, y los perfumistas llevaron el ¿por qué no? al siguiente nivel. Con sustancias que cambian de color y nichos de inspiración en la plastilina, la comida rápida, el cosmos, los vampiros (en Alemania hay una empresa que ofrece variaciones aromáticas-sanguíneas) y los libros. Nótese que hasta Harry Potter tiene su propia fragancia (con notas a libro antiguo, humedad y bronce).

Las posibilidades de creación son infinitas. ¿Cómo olerá el futuro?

Imaginar este cuarto sin tus aromas es como imaginar a qué huele el olvido.

O la mañana después de haber vivido. Imaginarme este cuarto sin tu olor, sin tu perfume, es inventar la vida sin amor

Jorge Narvaez

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