A 100 años del nacimiento de Ray Bradbury

“Si pudiera elegir el día de mi cumpleaños, sería en Halloween”, decía. Más que ciencia ficción.

23 Ago 2020
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BRADBURY. Este increíble creador de mundos con palabras soñaba ser brujo.

Además de 27 novelas, más de 600 cuentos, que se suman a ensayos, poemas, teatro, incluso guiones de cine y televisión (adaptó para la TV 75 de sus historias). A pesar de toda esa obra, Ray Bradbury confesaba: “si algunos muchachos visitan mi tumba dentro de 100 años y sobre el mármol escriben, con lápiz, ‘él fue narrador de cuentos’ yo seré feliz”.

Ayer se cumplieron 100 años de su nacimiento en Waukegan, Illinois, Estados Unidos. Y como homenaje, Télam entrevistó al escritor Marcial Souto (La Coruña, 1947), traductor al español de su obra y editor de las revistas “Minotauro” y “El Péndulo”, y a Martín Felipe Castagnet (La Plata, 1986), autor de la novela de ciencia ficción “Los cuerpos del verano”.

“Era un hombre intenso, lleno de entusiasmo y humor. Una especie de chico grande -describe Souto-. Sostenía que los seres humanos son como niños disfrazados de ejecutivos, de operarios, de enfermeras, pero niños en definitiva que se enfrentan con ojos asustados a un universo incomprensible oprimente y aterrador; ‘tenemos que custodiar al niño escondido en nuestro interior’, decía”. “Bradbury cautivó a los argentinos desde la publicación misma de ‘Crónicas marcianas’ -añade Souto-. Su editor, Paco Porrúa, me contó que subió a un colectivo, y el chófer, con seis o siete pasajeros, escuchaba absorto los relatos leídos en la radio por Hugo Guerrero Marthineitz. Todavía lo oigo a Porrúa: ‘El colectivo se convirtió en una especie de nave del espacio: íbamos al centro como si fuéramos a Marte’”.

“Para los escritores y lectores argentinos era un autor muy cercano, de lectura fácil pero profunda, que quedaba para siempre en la memoria”, señala Souto.

“El mayor triunfo de Bradbury fue disolver las barreras entre lo alto y lo bajo, lo antiguo y lo nuevo; pero su mayor muestra de poderío es haber logrado permanecer en los programas del secundario de todo el país”, destaca por su parte Castagnet y agrega: “mas de uno lo critica precisamente por eso, ¡como si debieran darnos vergüenza los libros que amamos de jóvenes! Pero él no le hubiera molestado. Uno de los pilares de su escritura era no olvidar el asombro de la infancia y la defensa de la lectura como acto transformador”.

Las influencias

Bradbury destacaba de su infancia a su tía Neva -10 años mayor que él- quien lo ayudó a penetrar un mundo de máscaras, títeres y escenarios; de navidades y fiestas de Halloween. Fue quien le leyó los primeros cuentos de hadas y de Edgard Allan Poe cuando tenía apenas siete años. El escritor recordaba el día de Halloween: “ella me maquillaba, me vestía como brujo o monstruo y me dejaba participar en sus actos... Ella descubrió mis primeras ilusiones”. Además, a los ocho años, Buck Rogers llegó a su vida; luego Tarzán y un universo de historietas cómicas; los libros de Edgar Rice Burrough, las leyendas de Richard Barham, las obras de Julio Verne, el mundo maravilloso de H. G. Wells... “Un sinfín de autores poblaron mi imaginación y culminaron la tarea de aquellos dulces magos”, destacaba en una entrevista de 1975 en “Unknows Worlds of Science Fiction”.

Pero él también marcó a muchos escritores. “Parece que todos los autores argentinos han leído a Bradbury. De todos modos, no encontré en ninguno huellas muy evidentes: una voz que imite la voz única de Bradbury enseguida suena a parodia”, asegura Souto.

Castagnet, autor también de “Los mantras modernos” (2017), novela que se desliza por los límites entre la ciencia ficción y lo fantástico, describe la escritura de Bradbury: “él decía que un buen libro tenía poros, y esa es la característica que lo distingue del resto: tiene libros de cualquier género y formato (incluyendo realismo, memorias, teatro y poesía), pero en todos podemos percibir la textura y sobre todo su voz, como un pariente lejano que siempre tiene un secreto increíble para contarnos”

En general los escritores de ciencia ficción resaltan que no hay tabúes ni temas que no puedan ser tratados con absoluta libertad. Y el norteamericano es la prueba: describía la partida de un grupo de negros hacia el planeta Marte y su abandono del sur y no dejaba de lado asuntos religiosos, que aparecen, por ejemplo, en relatos de sacerdotes que viajan por el espacio en busca de Dios.

Traducir a Bradbury

Este año, también como homenaje, “Libros del Zorro Rojo” reeditó “Fahrenheit 451” (ver “Reedicones”), una de las obras más emblemáticas del norteamericano. Souto cuenta que se trata de una reproducción del libro con las ilustraciones que en 2003, con la complicidad de Bradbury, realizó Ralph Steadman para celebrar el cincuentenario de ese clásico. “De esa edición se hicieron exactamente 451 ejemplares, que los dos autores numeraron y firmaron”, cuenta y destaca: “en los textos hay que tener un cuidado extremo con las palabras: un orden levemente incorrecto altera el producto”.

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