“El fin de la exclusividad no es un adiós al amor”

La pandemia también puso en jaque los vínculos poliamorosos. Mitos, experiencias y cambios de rutina dentro de las relaciones abiertas.

23 Ago 2020
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VÍNCULOS. La cuarentena también llevó a replantear las muestras de afecto en las relaciones libres.

TUCUMÁN.- Podría decirse que, desde marzo, el Amor (en mayúsculas) se encuentra en un estado de pruebas permanente.

Primero vino la separación física por la cuarentena, con los besos entre barbijos y sanitizante. Sumado a los encuentros y desencuentros emocionales. Después apareció el Distanciamiento Social Obligatorio y una seguidilla de reflexiones encontradas.

Los desajustes en la vida intima fueron una constante en estos meses de covid-19. Y aunque existe una imagen hegemónica de las parejas y de los modos “correctos” de vivir o de padecer la pandemia hay otros vínculos (igualmente legítimos) que se vieron afectados. Entre ellos figura el poliamor.

“Al hablar de redes afectivas no monógamicas, lo que se vió es un aumento de celos y de angustia en torno al qué hace mi pareja. Sobretodo por el uso del celular. En otros casos, la soledad fue un punto de quiebre importante. Hubo personas poliamorosas que afrontaron la cuarentena solas mientras su pareja convivía con un tercero”, detalla la sexóloga Maira Lencina. En la misma línea, la terapeuta afirma que hubo muchas consultas/quejas sobre el desequilibrio en los tratos.

“En general solemos cuantificar el amor que nos tienen en acciones u horas invertidas en conjunto. Sin ese complemento, las inseguridades sobre nuestro papel en una relación libre también se potencian. A fin de cuentas somos humanos y deconstruir ciertas emociones o pensamientos lleva tiempo”, destaca Agustina Borda, creadora de “Poli +”: una comunidad que brinda consejos y acompañamiento a quienes deciden abrir sus relaciones.

Según la militante del amor libre, lo curioso es que en estos últimos meses las consultas sobre “la filosofía” detrás del poliamor se triplicaron.

“Para bien o para mal, existe una redefinición importante de los esquemas románticos. Es algo que viene ocurriendo desde hace años (y potenciado con el feminismo y la tecnología). Sólo que ahora la búsqueda de alternativas que salgan de la heteronorma es más fuerte”, agrega Borda.

Sin embargo, con la curiosidad también bullen los mitos y algunos malos hábitos. Lo habitual es que haya gente que evoque el concepto de relación abierta para justificar sus engaños e infidelidades.

Sin ir más lejos, la sexóloga recuerda la polémica mediática con la actriz Florencia Peña o la tradicional frase de “ojos que no ven, corazón que no siente”. “La gente asocia el estar en pareja con varias personas a cierta irresponsabilidad o a problemas con el compromiso. Está la promiscua, el galán mujeriego, la víctima de muchos corazones rotos, etcétera. La falla es que en contrapartida se piensa que la monogamia nos garantizará -en verdad- un amor sincero y puro”, acota.

En otras oportunidades, la fábula del poliamor es vista como una evolución del ”ser de a dos”. Únicamente válida para aquellos iluminados que logran librarse de las construcciones culturales reinantes. Grave error.

“Hay gente herida y en la lona que intenta tapar el sol con un dedo. Entonces piensa que una relación abierta hará que su vínculo mejore sin abandonarse mutuamente. Lo mismo ocurre en situaciones de decaimiento sexual o de falta de deseo, sumar un tercero jamás compensará los huecos tóxicos o las ausencias”, reflexiona Borda.

Celos y contratos

A veces punzan, y otras veces queman hasta la piel. “Jamás podría tener una relación abierta, soy bastante celosa/o ¿viste?”, es la otra reflexión que aparece -casi por casualidad- al hablar de redes vinculares libres.

Al respecto, Lencina enfatiza que la visión de posesión asociada al amor ha existido casi desde siempre. Y es otra de las patas de esos estereotipos afectivos que nos inculcan y consumimos desde chicos.

“Al estar en una relación poliamorosa los celos intensos y hasta kármicos se resignifican. Si quitás las capas de ese cebolla del amor romántico y su decorado somos capaces de llegar a la compersión”, destaca.

¿Acaso este es el Nirvana de la responsabilidad afectiva? Para algunos sí. “Este término (compersión) es propio del poliamor y alude a la sensación de empatía y de felicidad que sentís al ver que tu pareja es amada y protegida. No por vos o con vos, sino como algo externo. Y durante la cuarentena pensar en esta instancia ha ayudado a muchos a atravesar las ausencias terrenales”, explica Borda.

Restricciones

Desde que Emilia arrancó a los 15 años con la etapa de citas y coqueteo hubo algo que le hizo ruido. “A diferencia de mis amigas que se la pasaban suspirando, yo veía en las películas o los chismes de las revistas una especie de esquema repetitivo. Estaba la cita, el beso, la formalización... Básicamente un paso a paso para ser feliz y triunfar en el romance”, recuerda la enfermera, quien prefirió mantener su apellido en el anonimato.

Con el paso de los años, esa contraposición realidad/ficción sobrecargó sus relaciones de frustración y enojo. “A cada rato me atormentada porque era incapaz de encontrar alguien que me consuele y atraiga sexual y físicamente por igual. Así estuve hasta los 25 años”, acota.

Un día, con unas copas extra y tras celebrarse un casamiento, Emilia decidió sincerarse con sus compañeras de trabajo. “Les confesé que me gustaban dos chicos y que había decidido arrancar una relación seria con ambos. Ellas se rieron y señalaron que tendría que elegir a uno. A lo que contesté: ‘¿por qué?’”, rememora.

Dejando ese hecho en el pasado, su presente es totalmente distinto. Hace cinco años que está de novia con Tomás y, aunque convivan, cada quien tiene otra relación aparte.

Durante la primera semana de cuarentena, ambos decidieron dejar de ver a sus otras parejas. Aunque aceptan que fue una tarea complicada y llena de reclamos (justificados) y de incomodidades.

“Tuvimos que crear burbujas de intimidad y planificar nuestros horarios para generar una mayor sensación de libertad. Por ejemplo, elegimos horarios disímiles para hacer videollamadas y respetamos el no aparecer cerca en caso de tener sexting”, detalla Tomás.

En esta línea, él señala que la vara de precauciones para no lastimar suceptibilidades fue mayor. “El poliamor sí o sí necesita de comunicación porque podés lastimar al otro con acciones tan simples como dar un regalo o besarse en público. Hay que negociar constantemente los límites”, insiste.

Emilia está de acuerdo. “Las medias tintas son malas. En verdad tenés que arrancar siendo sincero sobre lo que podés aguantar y lo que no. Y nos pasó que en estos meses las peleas aumentaron por la falta de esas instancias de diálogo”, admite.

Experiencias pandemicas

En el glosario de las relaciones libres otro término importante es el de “matrimonio grupal”. Noción que enfatiza la seriedad del vínculo (sea de convivencia como de arreglos de crianza conjunta).

Carmen, Santiago y Julieta decidieron entrar a esa etapa cuando la cuarentena dio paso al Distanciamiento Social Obligatorio.

Luego de tres años de relación, la situación sanitaria hizo que se decidan por vivir juntos en una casa de Barrio Sur, sin que ambas mujeres se conozcan personalmente de antemano.

“Cuando les dije a mis hermanos que iba a mudarme con mi pareja y su novia ellos creyeron que terminaría en un harén. Lo resolvimos entre los tres por miedo a los contagios y el constante traslado para visitarnos mutuamente. Yo vivía sola en un monoambiente y tras varios meses así tuve unos ataques de ansiedad importantes”, explica -ahora relajada- Carmen.

De ahí arrancó un período de convivencia marcado por algunas discusiones y el malhumor. “Con Santiago teníamos visiones diferentes de la enfermedad y las medidas necesarias y reglamentarias. Él no se preocupaba por usar tapabocas ni se cambiaba la ropa al entrar al hogar. Lo cual para mí era un horror”, explica Julieta.

Al convivir con dos personas más, ella insiste en que la responsabilidad afectiva fue la clave para sobrellevar el caos de la nueva normalidad. “Al compartir una red afectiva tuvimos que fijar normas. Mucha gente evalua el poliamor como promiscuidad y desinterés por la pareja que me acompaña. Por el contrario, es aún más importarte respetarnos y ser conscientes de las necesidades ajenas”, destaca Julia.

Desde entonces los haceres domésticos se dividen a medias. “Hay días en que yo cocino o voy al supermercado mientras alguien limpia. Y los gastos de los servicios también los fraccionamos”, detalla Santiago.

En el esquema también se contempla el ocio. “Hay horarios divididos para usar la televisión o la computadora y de silencio. Supongo que desde fuera nos deberían ver como en una película. La cuarentena lo demostró: el fin de la exclusividad no es el fin del amor”, sentencia Carmen.

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