La novela póstuma

Un narrador crítico y cínico con la marca del autor.

30 Ago 2020
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UNA COMBINACIÓN AGRADABLE. El estilo es el ya tradicional de Fogwill: una mixtura de reflexión filosófica, de jerga urbana, de solapado humor existenc

NOVELA

LA INTRODUCCIÓN

Rodolfo Fogwill 

(Alfaguara - Buenos Aires)

Por César Di Primo

Rodolfo Fogwill se murió cuando ya había concluido esta novela que finalmente no se tituló como él la llamaba mientras la escribía: “Boludos hablan”, “Ejercicios de riesgo” o “El tiempo de la vida”, sino La introducción.

El argumento es simple: un escritor viaja dos veces por semana a un spa con aguas termales en Flores, donde hace ejercicios musculares, de respiración, meditación y algunas caminatas cronometradas.

A las Termas de Flores va la mitad del viaje en colectivo y luego en taxi, logra así que sea más económico, pero ya entonces empieza el fárrago mental que el lector advierte y acompaña conforme avanza la novela, en la que se mezclan las descripciones del establecimiento, los diálogos con sus compañeros de clase y la permanente e inquisidora reflexión existencial. Este narrador parece ser un hombre cansado, o un triste, o un pesimista, aunque también es un narrador cínico de permanente actividad discursiva, colada en las actividades de recreación. Este narrador donde adivinamos al mismo Fogwill, que se pregunta, por ejemplo, cómo hacer comprender a una señora que viaja a dos filas de asientos delante suyo en el colectivo, la situación espacial de la humanidad sobre el paño del planeta Tierra, que gira sobre su eje y “nos convierte en centrífugos revoleados”.

Es un escritor que se detiene en el precario tiempo del día, de la semana, cuyas únicas preocupaciones oscilan entre moderar la respiración durante las caminatas o las sesiones de natación y que piqueteros no le boqueen la autopista el próximo jueves para volver a Las Termas de Flores. Esa precariedad, esa exigüidad, refleja lo esencial de la novela: la voz de un escritor distante de los símbolos y de las pulsiones, pero siempre activo, fértil, observador, crítico, cínico y desapasionado sobre una vida que se refleja en sí misma, sin lejanas proyecciones.

El estilo es el ya tradicional de Fogwill: una mixtura de reflexión filosófica, de jerga urbana, de solapado humor existencial, iniciada por el sopor en que se encuentra la mente antes de fugarse mediante la frase ingeniosa o la sentencia dura, y cuya combinación resulta agradable y al mismo tiempo detonante de nuevas preguntas. Con todo (y esto se nota hacia el final) la última novela de Fogwill es también el canto resignado de un poeta achacado por una vida plagada de excesos.

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