Dos salteñas cuentan cómo es el negocio de vender fotos eróticas

Cada vez se vuelve más común la práctica de enviar fotos sensuales por internet a cambio de dinero: testimonios y profesionales hablaron con LA GACETA sobre las implicancias de este “trabajo desde casa”.

05 Sep 2020
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IMAGEN ILUSTRATIVA. Fotomontage. Clarin.com/captura de pantalla.

La venta de fotos íntimas y “nudes” (desnudos, en inglés) por internet es una práctica que llevan a cabo mujeres (y personas de todos los géneros, en minoría) desde hace años, pero que proliferó y se hizo más visible durante la pandemia.

El “negocio” que, poco a poco, deja de ser tabú entre las generaciones jóvenes, consiste en tomarse fotos y grabar videos eróticos (la mayoría de las veces sin enseñar el rostro) y enviarlas a un comprador del otro lado de la pantalla que puede estar en cualquier parte del mundo. 

Los precios suelen estar dolarizados y los clientes abonan según la cantidad de fotos, videos o videollamadas que reciban: lo hacen a través de transferencias bancarias, Mercado Pago, Pay Pal, entre otros medios de cobro.

 “Les calienta ver que sos real”, dijo una mujer salteña. 

El contacto entre vendedoras y clientes se establece por mensajes privados a través de redes sociales como Twitter, Facebook, Instagram y Snapchat. Los compradores exigen pruebas de que quienes están detrás de los perfiles sean la persona de las fotos, para descartar que puedan estar siendo engañados con imágenes revendidas o robadas: para ello, piden un primer video hablándoles personalmente, cuando ellos lo requieran.

 “Les calienta ver que sos real” -aseguró a LA GACETA Daniela, pseudónimo de una salteña que vende packs de fotos desde hace tres meses-. “No suelen confiar en perfiles muy nuevos, o que tengan pocos seguidos/seguidores”.  La joven mayor de edad contó que las vendedoras se recomiendan clientes para asegurarse de que no son extorsionadores y de que efectivamente realizan los depósitos de dinero.

Perfiles de compradores de fotografías. Fuente: capturas de Twitter

“Venía viendo muchos memes al respecto de las fotos nude en durante la cuarentena. Y pensé: ´¿será real?´. Encontré compradores fácilmente en las redes sociales. Probé enviando una foto: recibí la transferencia a los diez minutos y nunca lo dejé hasta ahora. Te ponés en automático y lo hacés. A la media hora tenés 20 dólares en tu cuenta bancaria. Más tarde seis, por otra foto; luego 15, por un pack y así. Gané quince mil pesos en cinco días. Voy ahorrando mucho dinero -agregó- no me excita, pero sí me eleva el autoestima. Actualmente me compran seis personas, que lo hacen reiteradamente, varias veces a la semana”, aseguró.

Segura de sí misma, dice que por el momento lo disfruta, lo toma como un juego. "Es un ingreso extra de mi trabajo. Pero tenés que estar dispuesta a hacer lo que les gusta a otros, no a vos. Conozco mujeres que lo hacen hace dos o tres años y hasta cambiaron su calidad de vida, pero ya están cansadas. Es un laburito producirse, editar, poder chatear cuando el otro quiere. Con la mayoría me hablo en inglés. Mis amigos no tienen idea y mi familia menos”, contó la mujer respecto a su vida cotidiana.

El precio de cada foto va entre los U$S3 y los U$S 15, y el de los packs (diez fotos y un video, diez fotos y una video llamada, por ejemplo) puede salir 20 dólares o más. Las video- llamadas con compradores se pueden vender desde 20 a 30 dólares para arriba (duran entre diez minutos y una hora). 

Los precios además están sujetos a qué tan satisfecho se muestra el comprador, generalmente hombres que utilizan el contenido para su propio placer. Se transforma muchas veces en un “quién da más”, y las vendedoras prueban hasta cuánto está dispuesto a pagar el cliente, obteniendo montos más altos. 

Entre quienes realizan esta tarea ellas hablan y es sabido por las vendedoras de packs íntimos que los compradores argentinos son los que menos están dispuestos a pagar, ya que el “negocio virtual” se mueve en dólares y la divisa es cara para ellos. Al disponer de menos dinero, en vez de pedir contenido exclusivo o poner muchas condiciones, aceptan contenido reenviado o antiguo, por precios más bajos. 

“Aunque muchos lo confundan con desnudos o pornografía, lo mío se trata de fotos en lencería”

Los compradores de fotografías manejan perfiles en Twitter con el nombre “Compro nudes” y palabras similares. Las fantasías de quienes compran varían desde fetiches y prácticas eróticas, hasta mantener una conversación normal y amigable cuando ellos lo requieran: “hasta te pagan por recitar guiones de películas que ellos te envían”, aseguró la mujer.

 Existe toda una jerga al respecto: por ejemplo, quienes deben utilizar un perfil alternativo porque nadie puede saber que venden fotos se llaman “secret sellers” (vendedores secretos).

María Lya, una vendedora salteña, contó a LA GACETA: “aunque muchos lo confundan con desnudos o pornografía, lo mío se trata de fotos en lencería”, dijo. La joven comenzó en el mundo del Cosplay (actividad en la que se disfrazan de personajes de ficción, generalmente de cómics u otros ámbitos culturales). “Lleva su tiempo y es costoso, entonces después decidí vender ese contenido, y hacer más ‘erocosplay’ –relató- después vi que las fotos en lencería al natural generaban muchas ventas así que también hice eso”.  

Lya está cursando 4º año de la carrera de psicología. “Con todo esto decidí que quiero especializarme en sexología –cuenta- tengo muchos clientes de afuera: Colombia, México, Estados Unidos, Perú”. Lya sostiene que en cualquier ámbito se debe poner condiciones y se muestra muy segura de ellas: “yo publico mis reglas y si se cumplen, el cliente permanece entre mis mejores amigos de Instagram, a donde subo mi contenido”, aseguró.

En su caso, todo su entorno conoce su trabajo. “Mis amigos y familia lo tomaron muy bien, siempre y cuando tenga mis metas claras y no deje de estudiar. Estoy orgullosa de hacerlo sin ocultarme. Muchas chicas me piden que las oriente y no quieren mostrar su rostro ni que se sepa quiénes son. Siempre en lo que hago soy muy transparente y muestro mi rostro: partes íntimas no, aunque ofrezcan el triple de dinero. Me da pudor por mis amigos y familia o temo que no me contraten en algún trabajo si ese contenido se difunde”, explica.

"La gente cree que esto es prostitución pero para mí es diferente”.

“Hay conocidos míos a quienes no les agrada lo que hago, porque yo vendo el contenido que otras mujeres envían o suben a sus redes sociales gratis. Les choca que cobre por mis fotos y videos. Muchas mujeres empiezan por necesidad. No me gusta hablar de cifras pero los ingresos son muy buenos, mucho más que un trabajo común. Me independicé de mis padres, me fui a vivir sola al mes de empezar a trabajar y cambié el celular, pude comprarme trípodes y un aro de luz para sacar fotos más profesionales”, contó Lya. “En cuanto a los ‘fans’ algunos ven el contenido como arte, a otros sólo les gusta mirar y otros se masturban. Hubo días en los que llegué a hacer diez mil pesos. Muchas chicas me felicitan por animarme, lo ven como un empoderamiento: aprender a respetarse y valorarse de esa forma. La gente cree que esto es prostitución pero para mí es diferente”, sostuvo.  

“Está lleno de personas que te mandan a laburar y después son las mismas que compran contenido. Me molesta esa hipocresía. Si querés que te vaya bien, es un trabajo 24/7”. Además, la joven salteña aseguró que es monotributista en categoría independiente, "me satisface colaborar con el Estado".

Algunas mujeres que venden su contenido erótico utilizan pseudónimos: “No hay que darles tus redes sociales reales, pueden buscarte y comentarte las fotos, nunca sabés. Te creás otro perfil, con otro nombre y empezás", cuenta Daniela a LA GACETA. Según su conocimiento en sociedades más grandes y de mentalidad “abierta” es corriente que las vendedoras de fotos íntimas lo publiquen en sus cuentas personales y todos sus allegados lo sepan. Pero las “secret sellers” nunca publican su procedencia ni su nombre real, para sortear los algoritmos de internet y que sus perfiles no les aparezcan a personas de su entorno más cercano.

El consentimiento y la identidad en Internet

Sobre el peligro de subir contenido a la web y dejar una "huella digital", Daniel dijo: “En cuanto a qué pueden llegar a hacer ellos con tus fotos, te la jugás por la plata. Ellos mismos te dan pruebas de que no son extorsionadores, pasándote el contacto de chicas que les vendieron durante mucho tiempo, para que les pidas referencias. Pero sí, nunca vas a saber del todo.”

"Muchas mujeres no conocen que esas imágenes se están ofreciendo a costa suya: no todas están al tanto de la situación. Entonces es mucho más preocupante de lo que parece.”

Twitter, donde suceden muchos de estos intercambios,  es la red social por excelencia que brega por la libertad de expresión y por la “no censura”. Marina Benítez Demetchenko, abogada y activista en ciberfeminismo explicó sobre otras posibles caras de este fenómeno: “La no censura de Twitter nos juega en contra cuando pensamos en la violencia machista, porque muchísimos usuarios se resguardan en que la libertad de expresión también les permite expresarse en decir, por ejemplo, que las mujeres merecemos terminar tiradas en una zanja o comentarios con un tenor de misoginia y apología del delito y del femicidio terrible. Lo mismo pasa con el ofrecimiento de packs de fotos en estas cuentas de Twitter: muchas mujeres no conocen que esas imágenes se están ofreciendo a costa suya: no todas están al tanto de la situación. Entonces es mucho más preocupante de lo que parece.” Benítez Demetchenko alega que el consentimiento se da en el marco de una información integral cabal y de allí deviene poder de decisión en el plano de la autonomía personal.

La activista, que trabaja con casos de violencia digital de género, planteó a LA GACETA la necesidad de “empaparnos” de lo que implica el uso de recursos tecno-digitales en la era de la información. “¿Podemos hablar realmente de consentimiento, deliberación, voluntad y elección teniendo tan poca información sobre lo que implica esta práctica en las redes?”, expresó. “Las mujeres tenemos una experiencia tecno-digital mucho más pobre que los varones, a nivel mundial. Creemos que por manejar las redes sociales o por subir contenido somos usuarias plenas, activas, que la tenemos clara y no es así, porque cuando se trata de información personal, tenemos que sí o sí atender a cuestiones como la protección de nuestros datos personales: no solamente frente a hombres, sino en relación a las plataformas virtuales que estamos utilizando. ¿Qué información les estamos dando a estas grandes empresas que se nutren de que utilicemos nuestra imagen y de que brindemos semejante cantidad de datos personales?”, dijo .

 Los chats habilitantes de ese intercambio posterior de fotos  se dan por privado en plataformas como Facebook y Twitter. Quienes venden imágenes están proporcionando datos a empresas que como consecuencia colocan a la mujer  como consumidora o usuaria de contenido con sesgos sexistas, que alimentan la maquinaria de los datos personales y luego alteran y determinan la información que está a disposición de la población femenina en internet. “Es todo un círculo vicioso que va más allá de la idea de tener el derecho a vender mi foto (como se escucha decir a quienes lo hacen). Tenemos que pensar en cómo impacta esto en el resto de la población femenina usuaria de las tics”, recalcó la especialista.

“¿Empoderamiento de qué? Pareciera que una se expresa con libertad desde el momento en que hace lo que quiere, pero vendiendo fotografías eróticas estamos dando lo que esperan de nosotras, como una manera de que se nos valide como mujeres”

Benítez también se refirió al empoderamiento al que aluden quienes están a favor de estas prácticas. “¿Empoderamiento de qué? Pareciera que una se expresa con libertad desde el momento en que hace lo que quiere: en realidad estamos siendo libres en el desenvolvimiento virtual, pero vendiendo fotografías eróticas estamos dando lo que esperan de nosotras, como una manera de que se nos valide como mujeres. Pareciera que hoy por hoy que en el plano de las redes sociales las mujeres somos “cotizadas”. Tenemos atributos que históricamente el patriarcado ha colocado como valiosos para nosotras. El cuerpo hegemónico, determinados cánones de estética cumplidos, y generar ese estímulo sexual (sexualización de nuestro cuerpos) ¿entonces estamos siendo realmente libres? ¿O alimentando estos parámetros históricos creyendo que somos libres? ¿Podemos válidamente elegir algo que se nos impone como una condición para ser valiosas?  ¿Cómo la venta de nuestra imagen a cambio de dinero puede ser una expresión de libertad, si en realidad a los parámetros de validez los están poniendo los varones que compran? Estamos frente a un discurso muy peligroso, porque quienes más llevan a cabo estas prácticas son menores de edad y venden más que las mayores de edad. Vemos de nuevo la explotación histórica de las mujeres. Si una no tiene estos atributos no va a vender, por ende se tiene que esforzar para vender, para encajar. Adaptarse lo más posible a la demanda del varón cis (cisgénero: es quien se asume dentro del género que le fue asignado al nacer), patriarcal, machista”, expresó.

 La activista en ciberfeminismo sostuvo que no se puede cuestionar a las mujeres que deciden hacer esto, pero sí (como bien plantean las bases teóricas del feminismo), las razones sociales, culturales y económicas que llevan a estas mujeres a creer que lo que hacen se basa en decisiones personales: “Están respondiendo a un sistema que nos ha explotado eternamente. Desde el estudio de este tipo de cuestiones te digo que el consentimiento solo puede mediar cuando una tiene plena información sobre el tema. Entonces una puede dar el consentimiento valido y útil desde el momento en que sabe todas las implicancias que tiene”, afirmó.

Benítez insistió en la falsa seguridad que puede generar no tener a quien compra presente físicamente. “Pareciera que por eso no me puede hacer nada y la realidad es que no. Con los datos que tienen pueden generar daños inmensos”, aseguró. 

Además, habló de la constitución de una identidad digital. “Nosotras no sabemos que el día de mañana pueden llegar a buscarnos con nuestro nombre y apellido o con nuestro pseudónimo y encontrar todo este material que va a ser permanente. No estamos reparando en que lo que ocurre en la web es eterno, porque ese material no va a poder ser luego retirado por la usuaria. El costo es demasiado alto y no se está dimensionando. Entonces no solo estamos hoy procurando tener ingreso económico a partir de la necesidad o del deseo sexual del varón, sino que estamos imprimiendo permanentemente la imagen e identidad digital que vamos a tener en el mundo web hasta que dejemos de existir” concluyó.

El punto de vista de la psicología

La licenciada en psicología Alejandra López analizó el hecho de que poder vender esas imágenes se traduce en una cuestión de reconocimiento. Sostiene que si bien hay un estímulo o recompensa (el dinero y la vida que este puede dar), quien lo hace se motiva por el reconocimiento: “Entonces también se trata de una cuestión afectiva, aunque no en todas las personalidades: si se encuentran dos personas perversas, por el contrario, esto no las va a afectar” afirmó.

López argumentó que existe un vínculo que no está reconocido en las personas que venden fotos. “Esa persona que vende puede no estar reconociendo lo que hace, cree que lo hace por dinero, pero en realidad inconscientemente hay una necesidad en ella misma (en su personalidad) que la lleva a hacerlo, y la persona no es capaz de ver qué es lo que quiere alcanzar con esas fotos.”

Desde su conocimiento, explicó que algunas veces además de reconocimiento, quien vende puede estar buscando inconscientemente la defensa o apañamiento de sus padres: explora límites.  “La persona asume (sin saberlo) una conducta de riesgo. No puede darse cuenta de ello, sino que lo que la moviliza es el reconocimiento o poder excusarse con alguien que lo defiende, y así “hacerse visible” explicando lo que sucedió.  Quien pretende que lo defiendan o se pongan de su lado, en realidad puede desear  tener una identidad ante los padres: hablamos de casos en los que la persona no ha terminado de afirmar su personalidad.”

“Cuando la persona logra su primera venta, el reconocimiento es el dinero. Entonces, en la primera vez, quien lo hizo estaba buscando algo. Por algo asume el riesgo. Encontró en ese acto de vender, algo que en su interior se disparó. Encontró en ese acto una reparación de algo que vos y yo no sabemos qué es, algo por lo que atravesó. La idea le surgió a la persona a partir de algo que ella vive y que puede revivir cuando envía ese paquete y la recompensan”, dijo López a LA GACETA.

"Si internet o las tecnologías tienen una estructura de personalidad diría que es psicopática y hasta perversa, y la movilizan el poder, el dinero y sexo. Si yo soy una extraña para vos, ¿Vos lo harías? ¿Cumplirías o harías lo que pido? ¿Qué mide ahí el psicópata o el perverso? La obediencia".

En el hecho mismo de haber logrado algo que está prohibido, censurado, o que no se debe hacer, justamente lo que persigue la persona es que “se hable, que se diga, que se la conozca, tener algo que la haga visible frente a los demás”.

López sostiene que internet o las redes hacen realidad los sueños. “Para la psicología los sueños son una realización de los deseos. Es ese espacio de escape del inconsciente necesario para la salud mental. En este caso las redes simulan eso: hacer realidad los sueños. Se la llama la lámpara de Aladino moderna, así es como podemos estar fuera de la realidad por momentos. Si internet o las tecnologías tienen una estructura de personalidad diría que es psicopática y hasta perversa, y la movilizan el poder, el dinero y sexo. Si yo soy una extraña para vos, ¿Vos lo harías? ¿Cumplirías o harías lo que pido? ¿Qué mide ahí el psicópata o el perverso? La obediencia. Y ahí la persona dice bueno, lo hago por dinero. Cuando en realidad estoy obedeciendo a un pedido de un extraño, un externo a mí, que me ha mostrado algo que en ese momento me seduce, y que repara algo que me falta/me hace revivir algo que busco repetir inconscientemente.”

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