De poemas, jaguares y piedras en el agua

"La literatura busca constantemente reiterar ese gesto de provocación, de malestar y también de observación de ciertos pliegues de la cultura que pasan desapercibidos o son francamente dejados de lado",, dice Raquel Guzmán, en esta columna.

12 Sep 2020
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Por Raquel Guzmán (*)

 

En 1857, Charles Baudelaire publicó Las flores del mal, un pequeño libro de poemas que instaló un debate todavía inacabado ¿de dónde sale el material de un poema? Para algunos el poema debe hacerse con material de la experiencia, hablar del mundo que rodea al poeta, para otros proviene de los sentimientos y sensaciones del poeta, es su yo el que se expande en la escritura. Para Baudelaire, Rimbaud, Verlaine –los poetas simbolistas- no hay una exposición directa de las emociones, sino que estas se manifiestan a través de las imágenes, todo está ahí, en la imágenes y metáforas del poema: Ángel lleno de bondad, ¿conocéis el odio,/ los puños apretados en la oscuridad y las lágrimas de hiel, / cuando la Venganza bate su infernal recuerdo, /y de nuestras facultades se hace capitana? /Ángel lleno de misericordia, ¿conocéis la ira? (Poema XII). Esta búsqueda de la belleza como una construcción del lenguaje y a la vez los caminos que eligieron para llegar a ella los convirtieron en grandes renovadores de la poesía, pero también en objeto de crítica por sus poses intelectuales, sus modos de vida o la provocación como una forma producir literatura. El mote de “poetas malditos” que se les adjudicó no sólo fue su marca en la historia literaria, sino que sirvió para designar también otros movimientos o grupos en distintos momentos históricos y diferentes lugares. Así se calificó a los poetas de la generación beat que, hacia 1950, irrumpieron en la literatura norteamericana articulando una fuerte crítica a una sociedad consumista e hipócrita con la búsqueda de otras formas de hacer literatura donde lo intelectual y lo marginal se tocaban. Allen Ginsberg, uno de sus más reconocidos representantes dice: Lo siento, amigo, no quise molestarte / pero hace frío en la calle / y mi corazón está enfermo solo / y estoy limpio, pero mi vida es un desastre / Tercera Avenida / y calle E. Houston / en el paso peatonal bajo el semáforo en rojo / limpio tu parabrisas con un trapo sucio (“Lamentación”). Junto a Jack Kerouac, Diane Di Prima, William Burroughs, Anne Waldman, entre otros, forman parte de esta generación contracultural. Waldman escribe: ¿Conoces, amigo, esta expresión / que habla del común origen e interconexión / de todo lo vivo? / Si le haces esto a eso, pasa esto / O eso a eso, pasa aquello / O esto a esto a eso a esto a eso a eso / a esto a esto a eso a eso a eso, pasa esto (“Pratitya Samutpada”), en un gesto de recuperación de las culturas orientales que son una fuente de referencias de la literatura beat. La literatura busca constantemente reiterar ese gesto de provocación, de malestar y también de observación de ciertos pliegues de la cultura que pasan desapercibidos o son francamente dejados de lado. Lo uniforme, lo previsible, lo acostumbrado no son fuentes de la poesía, es así que esta actitud confrontativa la solemos encontrar en otros autores. En el noroeste argentino registramos también movimientos que tuvieron esta impronta como el grupo La Carpa o los autores nucleados en la revista Tarja en Jujuy. En Salta los poetas registrados en la Antología Poesía de Salta: Generación del 60 ponen en evidencia la rebeldía, la crítica y la búsqueda de nuevas posiciones en el campo cultural. Como afirma Leila Gómez (2007), estos poetas procuran  la autonomía del campo literario, y la liberación de las ataduras sobre todo del nativismo o la patria folklórica. Pero no se trata sólo de la posición del poeta, su actitud, su prédica, sino fundamentalmente de fundar un lenguaje que desmantele las convenciones de la costumbre. Walter Adet y Jacobo Regen son dos autores que llevan al extremo estas búsquedas con una poética contundente y renovadora. En El aire que anochece (1971) de Adet, leemos: Oh espiar por mis hendijas / un negro escarabajo) / Oh insecto de ojos / rojos, que rascas en mis cuevas / mandíbulas de alambre. / Que de mi sed abrevas / y comes de mi hambre. (“La grieta”). La imagen contundente, la autosuficiencia del poema, el estado del sujeto modelado por la naturaleza, son estrategias que potencian la resonancia y la densidad del sentido poético. En 2013 David León publica Jaguares y reactualiza estos procedimientos en correlación con nuevas referencias, la dictadura, los medios masivos, y las imágenes de la droga, la violencia y la marginación en una ciudad acosada por la estridencia de las sirenas. Mujeres ocultan secretos siniestros. /Han recogido sus negros cabellos / con suaves peinetas / y han llamado a sus hijos a casa. / Ancianos descabellados /anuncian la peste sobre las aldeas. / una carroña pica un ojo cerca de los parajes. (Poema V). Se trata de potenciar el lenguaje sugiriendo asociaciones, liberando efectos sonoros para acicatear a los lectores hacia nuevas perspectivas del mundo. Como decía Mallarmé los poemas no se hacen con ideas sino con palabras y esas palabras caen como piedra en el agua haciendo llegar sus ondas hasta lugares insospechados.

(*) Doctora en Letras. Investigadora del CIUNSa. Directora del Proyecto de Investigación Relevamiento crítico de la literatura del NOA (1983-2016).

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