Poemas de animales y animales poéticos

"La ambigüedad del mundo animal y el hecho de que se haya recurrido a sus imágenes para distintos símbolos, como los meses del año, los signos zodiacales, la escritura de algunas lenguas, hace que se constituyan como un universo autónomo y muchas veces indescifrable", nos dice en esta columna, Raquel Guzmán.

07 Nov 2020
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(*) Raquel Guzmán

en la lengua  de las bestias / señor / en esa lengua / escribo

(Chus Pato “Diálogos)

La poesía que no sólo habla de animales, sino que los crea, los diseña, los dibuja, me lleva a un poema de Enrique Banchs “El tigre”, Tornasolando el flanco a su sinuoso /paso va el tigre suave como un verso / y la ferocidad pule cual terso / topacio el ojo seco y vigoroso. //(…) La testa chata entre las garras finas / y el ojo fijo, impávido custodio. //Espía mientras bate con nerviosa /cola el haz de las férulas vecinas,/ en reprimido acecho... así es mi odio. Un soneto donde las pasiones humanas tienen la vitalidad y la fuerza del animal y traza entre ellos una conexión misteriosa pero a la vez incómoda. Tanta cercanía produce inquietud.

Los relatos mitológicos de diferentes culturas integran el mundo animal con el humano y generan seres metamórficos donde ambas entidades se entrecruzan –minotauro, yemanyá, esfinge, entre muchos otros-. También la fábula trajo animales a la literatura representándolos con rasgos humanos, una lengua, capacidad expresiva y voluntad moral. Los bestiarios medievales, originalmente escritos en latín, fueron el espacio de una profusa fauna, descripta según los conocimientos científicos de la época pero también con elementos fantásticos y alegóricos. Allí aparecen seres como el centícoro, la mandrágora o la rémora que alimentaron la imaginación artística en siglos posteriores.

Los relatos populares recurren también a imágenes bestiales para contar el origen del mundo o de los seres que lo pueblan, leyendas como la del cacuy, la mulánima, el ucumar incorporan valoraciones morales inscriptas en la memoria cultural. Están además las metáforas de animales para advertir sobre las amenazas a la tierra que habitamos.

El tambaquí, el tucunaré, las pirañas

cazan alguaciles y escarabajos

en la copa de los árboles.

La inundación le comió a la selva

la sombra y el habla.

            (Leopoldo Castilla “Selva inundada” en Guarán 2009:9)

Es decir, los animales están ahí interpelando a los seres humanos. A lo largo de la historia fueron mensajeros divinos, ofrendas para sacrificios, bestias de carga, proveedores de alimento y abrigo, y hasta mascota, una categoría afectiva pero, como dice Berger, la ternura es una forma de envidia.

el niño y el gato

no se entendieron,

uno exigió

el entretenimiento

el otro que se develaran

los secretos

y quedaron

marcados

curiosamente

por la soledad

inmanente

A sus formas.

    (Fernanda Álvarez Chamale “Conversaciones de un niño y un gato” en Biomas, 2016:19)

 La ambigüedad del mundo animal y el hecho de que se haya recurrido a sus imágenes para distintos símbolos, como los meses del año, los signos zodiacales, la escritura de algunas lenguas, hace que se constituyan como un universo autónomo y muchas veces indescifrable:

El pequeño vampiro es azul, no tiene

sombrero, a veces, en el sueño

se ve a sí mismo recuperando una pelota

comiendo con amigos,

besando subrepticio al alguna compañera.

Cuando la tarde se apaga feroz sobre las olvidadas tumbas

el pequeño vampiro levanta las losas y sale.

Un lobo diminuto lo acompaña. (…)

            (Ricardo Gandolfo “El pequeño vampiro” en Ajenos al vecindario, 2009:53)

Para definir a lo animal se recurrió a la idea de falta, carecen de subjetividad, de conciencia de sí mismo, son incapaces de aprender y transmitir lenguaje, y por lo tanto no merecedores de respeto. Este concepto dio a los seres humanos la convicción de una absoluta superioridad. En la poesía, en cambio, lo animal y lo humano se entrecruzan, dialogan, buscan las respuestas de lo uno en lo otro:

ah los caballos

ah los caballos que pastan en mis sueños

no quieren otra hierba             que los versos

descartados                 de un poeta campesino

            (Jorge Paolantonio, Baus o la lenta agonía de las especies migratorias, 2014:57)

La pertenencia al mismo universo biológico, donde se nace, se crece y se muere desafía las diferencias trazadas entre los dos mundos a lo largo de la historia, pero a la vez la dificultad para comprender (se) necesita de otro lenguaje y otra percepción. El poema parece el lugar ideal para ese tránsito quizás porque tiene también algo de pez y algo de pájaro, algo de hormiga y algo de elefante en un cuerpo hecho de palabras, inasible y mutante.

afuera la perra que soy está callada

y adentro

ladra

ladra

ladra

 (Luciana Mellado “Lengua afuera de la perra adentro” en Animales pequeños 2014)

(*)Dra en Letras. Directora del Proyecto De la democracia al bicentenario. Relevamiento crítico de la literatura del Noa (1983-2016) del Consejo de Investigación de la UNSa 

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