Space Camp: la experiencia del salteño que entrenó seis días como astronauta

Tomás fue becado a un campamento educativo de la NASA. Entre misiones simuladas y experimentos de fuerza G, el joven volvió convencido de dedicarse a la física.

24 Nov 2020
2

Foto gentileza: Tomás cabrera

Tomás Cabrera Bellomo es un salteño de 16 años que en 2019 fue al “Space Camp” becado a entrenarse como un astronauta junto a 50 chicos de Argentina. Space Camp es un campamento educativo en la ciudad de Huntsville (Alabama, Estados Unidos) ubicado en el predio del museo del Centro Espacial y de Cohetes de EE. UU., en el Centro Marshall de Vuelos Espaciales de la NASA.  

Su experiencia comenzó en el curso de física al que asistía en la Unsa, cuando un compañero le comentó sobre una beca para ir siete días a Estados Unidos a ser entrenado como astronauta. Tomás no le dio mucha atención, hasta que supo que en su instituto de inglés había dos cupos disponibles para el mismo viaje. Envió un video en donde explicaba algún fenómeno físico que le llamara la atención, entre otros requisitos. “Ahí me puse las pilas. La posibilidad era mínima, pero alguna esperanza tenía. Expliqué el fenómeno del `Gato de Schroedinger`, un experimento de mecánica cuántica”, contó a LA GACETA.

Luego de un tiempo, en plena clase de inglés entraron los directivos al aula y le contaron que había quedado seleccionado. “Es hermoso que tus compañeros y familia festejen tus logros”, dijo emocionado.

La aventura comenzó viajando con otro chico de Salta para encontrarse en Buenos Aires con 48 argentinos más que no conocía, y luego viajar a Alabama. “Al principio tuve nervios, nos costó integrarnos pero al final el grupo fue lo más lindo del viaje”, contó Tomás. A los pocos días, los 50 compartían, aprendían y se reían. En estados Unidos hizo amigos de Francia, Australia y Costa Rica. “Todos eran muy perspicaces y curiosos por la ciencia”, recordó.

Foto gentileza: Tomás cabrera

En Buenos Aires, los 50 chicos participaron de una merienda con el embajador de Estados Unidos, Edward Prado, a la que asistieron reporteros de diferentes medios.

Tomás describe en sus redes la experiencia en Space Camp como el mejor viaje de su vida. Un día allí estaba colmado de actividades: se levantaban a las 8, formaban grupos de diez, desayunaban y se dirigían al campo de entrenamiento, donde recibían charlas sobre la carrera espacial y los primeros viajes al espacio. Conocieron réplicas exactas del cohete Saturn 5, utilizado en la misión “Apolo 11” y del módulo en el que Neill Armstrong y Michael Collins volvieron a la Tierra luego del primer viaje a la Luna. Simularon viajes de tres horas a la ISS (estación espacial internacional) en la que cada chico tenía un rol diferente. 

Tomás estuvo a cargo de la “actividad extravehicular”: debía dar indicaciones a los astronautas que estaban fuera de la nave. Más tarde, le tocó ser piloto. “Es un cargo más alto y más difícil. Tuve que manejar la nave para la vuelta con un joystick. Usamos trajes blancos de la NASA en todas las actividades. Cada vez nos daban misiones más largas. Fue un poco difícil al principio arreglárnoslas con el inglés técnico”, rememoró.

Por otro lado, practicaron cómo manejarse sin gravedad en el ambiente más parecido que se puede encontrar en la Tierra: el agua. Para la simulación de gravedad 0, bucearon en una pileta de 15 metros de profundidad. También participaron de simulaciones de fuerza centrífuga. “Parecía una película. Entramos a una máquina que giraba rapidísimo como un trompo y quedabas pegado contra las paredes”.

Tomás participó de juegos de Fuerza G, la inversa a la fuerza de gravedad. “Te lanzaban hacia arriba con un chaleco protector, igual que el despegue de un cohete” dijo. Los juegos extremos y desafíos de física e ingeniería no dieron descanso a los chicos durante seis días. Por ejemplo, uno de ellos fue construir un escudo térmico a una manzana, para exponerla a temperaturas extremas y que no le pasara nada. Los logros en las diversas actividades sumaban puntos para los equipos, y al final los ganadores obtuvieron medallas.

Tomás contó a LA GACETA que la experiencia intercultural fue lo más lindo que se llevó: “cantábamos el feliz cumpleaños en diferentes idiomas, aunque no fuera el cumpleaños de nadie en realidad. Los australianos llevaron tatuajes temporales para regalarnos y estábamos todos tatuados en las misiones” recordó.

El adolescente manifestó que gracias al viaje al Space Camp, y a los cursos que tomó en la Unsa, quiere dedicarse a la física. “Es algo que me encanta, me divierte muchísimo. Vivo en contacto con eso. Recomiendo a la gente que se anime al intercambio internacional”, enfatizó.

Comentarios