Seis nietos recuperados se encontraron con sus padres biológicos
Mario Bravo es el nieto 119 que hoy pudo conocer a su mamá en vida. Conocé la historia de otros jóvenes que recuperaron su identidad .
Las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo encontraron al nieto número 119. La noticia fue –y es-doblemente emocionante porque significa devolverle la identidad a un joven que vivió sin conocer su verdadera historia y también porque pudo reencontrarse con su mamá, Sara. Así, Mario Bravo se convirtió en el sexto de los 119 nietos restituidos que pudo conocer a sus padres biológicos.
La primera fue Tamara Arze, la sexta nieta recuperada que fue separada de su mamá, Rosa Mary Riveros, cuando tenía un año y medio. La joven vivió con unos vecinos hasta que en 1983 su mamá, que fue liberada en 1981 y expulsada a Suiza, la encontró. Hoy viven juntas en el extranjero.
A los hermanos María Eugenia y Felipe Gatica Caracoche los separaron de sus papás, Ana María y Juan, en 1977. Él vivía con una familia que lo anotó en el registro civil como hijo propio hasta que sus papás lo localizaron siete años más tarde, en agosto de 1984. Un mes después encontraron a Eugenia, también inscripta como hija propia por el comisario Rodolfo Oscar Silva. Él es el nieto número 24, ella la 28. Actualmente, la familia Gatica Caracoche vive en Brasil.
En 2002, después de 26 años de búsqueda Sara Méndez se reencontró con su hijo Simón Antonio Gatti Méndez. Las dictaduras argentina y uruguaya los había separado en julio de 1976. El tenía 20 días de vida. Tras estar veinte días en el centro clandestino Automotores Orletti, la mujer fue trasladada a una cárcel uruguaya donde se enteró que su hijo no había sido entregado a sus abuelos como le había prometido los represores. Madre e hijo –nieto 72- se encontraron cuando Simón dudó sobre su origen. A su padre no llegó a conocerlo, había fallecido en 1991.
Encadenada en un centro clandestino, María de las Mercedes Moreno dio a luz a una niña. Se la sacaron inmediatamente. A María de las Mercedes la llevaron otra vez al centro clandestino, y permaneció allí hasta 1979. A su hija la inscribió como propia una encargada del Servicio Social de la Casa Cuna cordobesa.
En 2012, con la ayuda de la filial de Abuelas en Córdoba, logró que la justicia federal convocara a la joven, que accedió a realizarse el examen ADN y confirmó: era la hija de María Mercedes.
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