Video: ¿cómo es la feria de barrio Solidaridad?

En este informe te mostramos cómo funciona una de las ferias más populares de la ciudad y te contamos por qué la elige tanta gente.

04 Mar 2017

A 20 minutos del centro de la ciudad, se amontonan más de 50 barrios que componen el área con mayor densidad poblacional de Salta. Según el último censo, en esta parte de la ciudad vive un tercio de las más de 535.000 personas que residen en esta urbe.

La zona sudeste ha tenido un crecimiento exponencial en los últimos años y allí se encuentra el barrio Solidaridad, el más poblado de la ciudad. Según diferentes mediciones y estudios, esta barriada está compuesta por entre 15000 y 20000 personas.

Allí, en medio del cúmulo de gente que viene y va, nacieron las ferias americanas. Primero, en barrios como Santa Cecilia, con venta de ropa usada, o Norte grande, con venta de comidas, y luego extendiéndose por toda la zona.

En el 2006, un grupo de amas de casa y comerciantes empezó a extender mantas y a ofrecer productos en desuso en la plaza del barrio Solidaridad. En pocos años, el lugar se vio abarrotado de gente y los vendedores ya se contaban en decenas.

“Antes estábamos dos manzanas adelante, en la parte de la plaza al frente de la escuela 'Fe y Alegría', después nos empezaron a correr a todos los feriantes que estábamos ahí” comenta la feriante Ana Padilla a LA GACETA.


Además, agrega: “luego salió la ley 7700 que impedía que hiciéramos feria en lugares públicos y empezaron a hacer procedimientos y nos impedían armar”. 

Es que fue tanto el movimiento y la presión para las autoridades que regulan las actividades comerciales, que el gobierno provincial se vio obligado a aprobar la ley 7.700.

Esta legislación, sancionada a fines de 2011, establece en su artículo 1º: “Apruébese el régimen legal que regirá a los complejos comerciales no convencionales, ferias, mercados o similares, y que tendrá por fin primordial prevenir la actividad informal y el comercio ilegal”.

A partir de ese momento, los feriantes de la plaza se vieron obligados a trasladarse a un predio cercano, en el barrio Cita.

Desde hace seis años que todos los lunes y viernes, el terreno sin piso se ve invadido de carpas, mantas y carros con los productos que ofrecen más de 400 feriantes.

Muchas personas de diferentes barrios de la ciudad se vuelcan a este lugar para comprar los mismos productos que en otros lugares adquieren a mayor precio o para llevarse a su casa objetos usados pero que consiguen a bajo costo.

Sin diferencia de clases

Las ferias americanas han tenido un crecimiento notable en los últimos años y en casi todas las zonas de la ciudad.

Lo que en principio era una actividad económica para familias de bajos recursos, poco a poco vio cómo otros sectores sociales se volcaban a las ferias.

Así lo expresa Padilla. “La gente encuentra ropa más barata y por qué pagar $170 cuando podes pagar $60. En el centro los precios son muy altos”, afirma.

Además, la feriante agrega que “a la gente que viene a comprar le conviene, porque acá pueden conseguir para el colegio por ejemplo un cuaderno espiralado a $50 y en el centro lo consiguen en $100. Es grande la diferencia”.


La delgada línea entre lo legal y lo ilegal

Una calle de tierra separa esta feria, que se encuentra en barrio Cita, de otras dos ferias que se encuentran al frente de la escuela y del S.U.M. de barrio Solidaridad.

Además, funcionan en los mismos días y con los mismos horarios. Pero aquí insisten en diferenciarse y aseguran que los que hoy ocupan el espacio que antes ellos ocupaban son “ilegales”, ya que desarrollan su actividad en un espacio público.

Por otro lado, los feriantes resaltan lo paradójico del hecho de que desde organismos oficiales se tilde de “ilegal” a su actividad cuando aseguran que muchos comercios “legales” mayoristas les venden productos para la reventa a menor precio, siempre y cuando no soliciten facturas o comprobantes legales.

¿Cómo funcionan la higiene y la seguridad?

Al momento de desalojar el predio de la feria, todo queda como si no hubiese pasado absolutamente nada en el lugar.

Las personas, las carpas, los carros y las mantas desaparecen en pocos minutos y solo queda un descampado.

Esto se debe, en parte, a que después de cada jornada de venta tres personas previamente asignadas entre los feriantes se encargan de limpiar el predio.

“Hay personal de limpieza, son feriantes que cobran un plus pequeñito, tres personas que limpian el predio y cobran $100 cada una” comenta Padilla.

La seguridad no es detalle menor ante la masiva concurrencia de cada jornada.

Cuatro muchachos armados con sus propias manos y con un “handie” que les sirve para estar comunicados recorren de una punta a la otra el predio ferial.

Uno de ellos se acerca con confianza y comienza a hacer preguntas: “¿de qué canal son? ¿dónde sale esto?”.


Con la mirada recorre todo: personas, pertenencias, actitudes y objetos. Por debajo de su remera lleva colgando de un cordón su aparato de comunicación que le permite estas en contacto con los otros muchachos.

Él nos comenta que “ya no se ven muchos robos, pero apenas abrió esto se veía una banda”.

Su tarea muchas veces lo obligó a trenzarse a golpes con ladrones, forcejear y sacarlos del predio o esperar a que llegue la policía, aunque, según afirma, esto último no sucede con mucha frecuencia.

Lo peligroso de encargarse de la seguridad de la feria es el riesgo de salir lastimado ya que, según comenta el muchacho “muchos vienen con chuzas”.

Más allá de la seguridad interna que ejercen como pueden, los alrededores de la feria no son ajenos a la vulnerabilidad con la que viven los habitantes de estos barrios.

Apenas al frente del lugar de venta, y al lado de un camión disfrazado de verdulería, dos muchachos con cascotes de cemento en ambas manos se desafían a pelear.

Luego de una disputa verbal para demostrar la hombría de ambos, soltaron los cascotes y se fueron a las manos. Al rato tomaron los cascotes de nuevo ante la mirada impávida de feriantes y compradores.

Finalmente, uno de ellos se fue arrastrado por una mujer de un porte mucho menor que el pugilista de la calle, quien además fue víctima de unas pedradas de otra mujer que salió desde adentro de una casa.

La feria como movilizadora de la economía

Lo que empezó como una medida desesperada por combatir la precariedad y llevar el pan a la mesa, se convirtió en un inmenso polo económico que aún no ha sido regulado del todo.

“La gente de la feria le provoca un avance a los negocios que están alrededor, por ejemplo en días de calor la gente compra gaseosas, galletas, pan y otros comestibles. Los negocios crecieron gracias a la feria” afirma la trabajadora.

Por otro lado, agrega que “hay casas que prestan espacio para guardar los distintos elementos de los puesteros, las carpas, las lonas, las mesas, algunas mercaderías”.

Cientos de familias en toda la ciudad viven de esta actividad, y no solo se ven beneficiados compradores y vendedores sino también las personas que viven en los alrededores.


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